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125 kilos de goma-2 destruyen el último vestigio de Carcesa
SECUENCIA DE LA DEMOLICIÓN

125 kilos de goma-2 destruyen el último vestigio de Carcesa

La voladura controlada del edificio 'frigorífico' del antiguo Matadero es la más importante que se realiza en Extremadura en veinte años

CELIA HERRERA

Viernes, 5 de octubre 2007, 15:50

125 kilos de goma-2 ECO, un explosivo de fabricación española muy potente y manejable, de apariencia gelatinosa, acabaron ayer con el edificio 'frigorífico' de Carcesa, último resto del que fuera el principal matadero de Extremadura. Tras la voladura, el edificio se derrumbó sobre sí mismo en una secuencia que duró tres segundos exactos, justo el tiempo en el que tarda en decirse 'per-fec-to' con cierto deleite, mientras se comprobaba que todo salía tal como estaba previsto.

La estructura, de seis plantas y una altura estimada de 40 metros, se desplomó desde abajo hacia arriba, con un poco de inclinación hacia una de las fachadas, al estallar en un instante los 700 detonadores que se habían colocado en las 30 columnas de la planta baja.

Un giro de manivela

Los pilares habían sido agujereados concienzudamente el día anterior para ir introduciendo en las cavidades el explosivo. Posteriormente, todos los detonadores fueron conectados a un único cable que los unía con el explosor, el dispositivo especial para activarlos, y que se situó en la parte posterior del edificio.

El director de la operación, el ingeniero de Minas Esteban Langa, fue el que pulsó el botón -más bien el que giró la manivela- del explosor 'Nitronobel-CI275VA', de gran capacidad, que transmitió la descarga eléctrica necesaria para activar sucesivamente los detonadores con intervalos de milisegundos entre cada fila de columnas. La secuencia desde la primera hasta la última no llegó a alcanzar un segundo de duración.

En el primer milisegundo se explosionaron los seis pilares de la primera fila. A continuación los ocho de la segunda fila, después los ocho de la tercera fila, y así, sucesivamente, hasta que la primera planta cedió y las superiores fueron cayendo unas encima de otras hasta que todo se convirtió en lo que parecía una gran tarta de chocolate de varias capas.

La montaña de escombros en la que se convirtió el edificio nació envuelta en grandes nubes de humo color naranja que tardaron varios minutos en disiparse.

Cuando terminó el impresionante brrrruummmmmm que acompañó la caída de la estructura, breve y espectacular, un centenar de emeritenses que se habían congregado en la avenida Duque de Ahumada aplaudieron espontáneamente. La mayoría grabó con lo que tenía a mano, desde cámaras digitales hasta teléfonos, la evolución del desplome.

Sin tiempo para grabar

Algunos que iban preparados hasta con trípodes, con el objetivo de grabar para la posteridad la desaparición del último vestigio de Carcesa, tuvieron que conformarse con las últimas imágenes porque, desde que comenzó el derrumbe hasta que terminó, dos segundos después, apenas les dio tiempo a pulsar el botón de puesta en marcha de sus cámaras.

Lo cierto es que la voladura supo a poco. Tanta expectación, tanto nerviosismo en los momentos inmediatos, tanto aire contenido en los pulmones cuando sonó la sirena que avisaba del comienzo inminente de la explosión... Y todo para apenas tres segundos.

Tres segundos que deberían haberse desarrollado a cámara lenta para poder disfrutar de la voladura más importante que se realiza en Extremadura en los últimos 20 años, destacó con satisfacción Celestino Parejo, el gerente del Gabinete Técnico Minero, empresa emeritense encargada del proyecto en colaboración con Volconsa.

Eco en el corazón

Entre los curiosos que se acercaron había un número importante de antiguos trabajadores de Carcesa, para los que la explosión resonó con especial intensidad también en su corazón, ya que el derrumbe significaba la desaparición total del paisaje que les había acompañado a lo largo de su vida.

Muchos vecinos también expresaban al principio su nostalgia, pero la excitación de contemplar la escena de la explosión borró de sus caras cualquier rastro de pena.

Al final todo eran sonrisas. Y también muchos abrazos en el grupo de espectadores formado por los responsables de la UTE Volconsa-Gabinete Técnico Minero, muchos de los cuales acudieron con familiares.

«Enhorabuena, enhorabuena», se decían entre sí unos y otros, mientras los teléfonos móviles no dejaban de sonar.

El éxito de la operación representa un aval que les permitirá acceder a proyectos similares o de mayor envergadura, en el futuro, aunque ya se mueven por todo el país realizando trabajos obras públicas, trabajos en canteras, y derribos en cascos urbanos.

«No ha quedado ni un pilar en pie», comentaba para sí Celestino Parejo, impresionado aún porque todo hubiera resultado tal como se había calculado. A pesar de que el proyecto requirió un mes de trabajo, y en su diseño han participado ingenieros especializados, los responsables no estaban muy seguros de cómo iba a comportarse el edificio durante la explosión por tratarse de una estructura muy antigua. Podía suceder cualquier cosa.

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