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LAS CASAS DE LA DUDA. El caserío fronterizo, el pasado domingo. Al fondo, las casas portuguesas, y en primer término, las españolas. ¿O es al revés? / ESPERANZA RUBIO
Viaje por las 'andorras' extremeñas
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Viaje por las 'andorras' extremeñas

Manuel González Sousa es el cartero de Cheles, pero vive en Valencia de Mombuey. Su mujer, Andrea Solís Barroso, es de Madroñera (Cáceres). Ambos emigraron a Madrid con sus familias. Allí se conocieron, allí se casaron y allí decidieron un buen día cambiar de vida, pedir una excedencia en Correos, donde Manuel trabajaba, y regresar a Extremadura. Era el año 1990.

PPLL

Lunes, 17 de diciembre 2007, 10:26

Manuel González Sousa es el cartero de Cheles, pero vive en Valencia de Mombuey. Su mujer, Andrea Solís Barroso, es de Madroñera (Cáceres). Ambos emigraron a Madrid con sus familias. Allí se conocieron, allí se casaron y allí decidieron un buen día cambiar de vida, pedir una excedencia en Correos, donde Manuel trabajaba, y regresar a Extremadura. Era el año 1990.

Se establecieron en el suroeste de la región, en una zona apartada y fronteriza limítrofe con Huelva y con Portugal. «Buscábamos calidad de vida y nos afincamos en mi pueblo, en Valencia de Mombuey. Primero fui ganadero. Compré 400 ovejas y un mastín, adapté un chozo comunal y así empezamos a salir adelante. No sabía mucho de ovejas. Le preguntaba a los del pueblo: ¿Qué ovejas creéis que van a parir pronto? A las que me señalaban, me las llevaba al pueblo en un carro y parían en casa», recuerda sus principios como pastor.

Las tierras donde apacentaba su rebaño y el chozo donde se guarecía si era preciso pertenecían a las tierras comunales de Valencia de Mombuey, 6.000 hectáreas del pueblo. Esos terrenos, las 12.000 hectáreas de común de Oliva de la Frontera y otras dehesas y territorios de la zona, formaron parte hasta hace cien años de lo que se llamaba la Reyerta, una tierra de contienda o disputa que no pertenecía a España ni a Portugal y que, si los planteamientos hubieran sido otros, podrían haberse convertido en una Andorra hispanoportugesa.

Valencita y Barcarrota

En un texto del año 1750, el ingeniero militar Antonio Gaver detalla varios reconocimientos realizados en la frontera de Portugal, desde Ayamonte hasta Alconchel. La finalidad del estudio era delimitar las fronteras. En su escrito, Gaver recoge la existencia de determinados parajes y territorios, «llamados reyertas, que es lo mismo que decir de disputa o contienda (entre España y Portugal) como son Valencita (Valencia de Mombuey), Villanueva (del Fresno), Alconchel y Barcarrota».

El ingeniero explica que en esos municipios existe la creencia de que, al ser independientes o mixtos, los delincuentes gozan de protección especial y no pueden ser perseguidos por la justicia española ni portuguesa. Recopila varios casos como el de un agresor de muerte que se refugió en la Reyerta de Alconchel o el de unos soldados portugueses que, en 1737, se acogieron a la protección de la Reyerta tras haber «maltratado la justicia en Táliga».

Esta impunidad era tradicional en la zona. Antonio Gaver se interesó por la cuestión y los alcaldes de los pueblos le comunicaron que era una antigua soberanía de aquellas tierras 'internacionales'. El ingeniero se acercó a Badajoz, consultó legajos y tratados y, no encontrando ningún fundamento para mantener esa inmunidad legal, se lo comunicó a los alcaldes y al gobernador de Badajoz.

Copríncipes del Couto

El caso de estas Reyertas del suroeste extremeño no es único. En la frontera hispano-lusa se dieron otros casos de 'andorras' embrionarias que no consiguieron ser autónomas. Así sucedió hasta 1864 en el Couto Mixto, tres pueblos de la provincia de Ourense (Santiago, Rubiás y Meaus) cuyos mil habitantes no pagaban impuestos, no iban a la mili, eran de nacionalidad mixta y, al casarse, podían escoger entre adoptar las nacionalidades española o portuguesa o seguir siendo mixtos. La administración de este enclave dependía de dos 'copríncipes' como en Andorra: el gobernador de Braga y el obispo de Ourense.

En el Couto Mixto existía derecho de asilo, por lo que era refugio seguro de bandoleros, y tenían un llamado 'caminho de privilexio' por el que podían pasar a Portugal y traficar con mercancías sin ser perseguidos. A finales del pasado siglo, aún te podías encontrar en Tourem, el primer pueblo portugués tras salir del Coto, con señoras ancianas que aseguraban ser de nacionalidad mixta y que te demostraban lo impensable: cómo cobraban pensión de España y de Portugal.

En 1893, la Comisión de Límites acabó con la indefinición fronteriza de las Reyertas del suroeste de Badajoz, situándolas en España. También repartió entre Barrancos y Moura (Portugal) y Aroche y Encinasola (Huelva) una dehesa llamada la Contienda de 123 kilómetros cuadrados, que se mantenía sin delimitar desde el siglo XIII. En este caso, el acuerdo definitivo sobre las fronteras no llegó hasta 1922.

Más curioso será el caso de otra miniandorra extremeña: las Casas de la Duda, en Valencia de Alcántara, un caserío de cuatro viviendas cercano a la alquería de El Pino. Está situado en un terreno muy intrincado, al abrigo de los montes y justo en el lugar donde un riachuelo fronterizo gira bruscamente, rompe la línea recta del límite y llena de indefinición y dudas la adscripción de cada casa.

Segundo Silva vivió en las Casas de la Duda desde los ocho años hasta que se jubiló. En 2002 nos contaba casos curiosos como el del dudoso Tío Bigares, «que nació portugués, pero sin cambiar de casa, se apuntó en España». La casa de Joaquín Bigares tenía alcoba lusa y salita española: te lavabas en Portalegre y cocinabas en Valencia de Alcántara.

El domingo pasado, Juan, vecino de El Pino, recordaba cómo en las Casas de la Duda 'españolas' hubo un matadero desde el año 1951 hasta 2003. «Sacrificaban seis u ocho cerdos semanales y la carne que vendían estaba muy rica». Aún se conservan las cochiqueras, pero las Casas están completamente abandonadas y en cinco años se han deteriorado mucho: se han caído algunos tejados de apriscos y viviendas.

Hasta las Casas de la Duda se llega bien en coche desde la carretera N-521 y desde El Pino (hay que coger el último cruce antes de la gasolinera fronteriza de los Casares). El silencio del lugar impresiona, la soledad conmueve y el recuerdo de que por esta zona había bandoleros intranquiliza: una partida atracó dos veces a Junuario, el último 'dudoso', y el pobre hombre abandonó el lugar.

Más cómoda es la vida en Valencia de Mombuey y en las tierras de la vieja Reyerta. Habíamos dejado a Manuel y Andrea con sus 400 ovejas tras regresar de Madrid. Después de las ovejas, montaron una granja de pollos. También tuvieron caballos, hasta cien. Pero Manuel dejó la excedencia en Correos, ocupó la plaza de cartero en Cheles, que había quedado vacante, e inició con su esposa y su hija una aventura editorial curiosa: una revista llamada Raia-Raya Viva que informa de la vida en 60 pueblos fronterizos de estas tierras que antes fueron Contienda y Reyerta. La revista lleva 13 números y se escribe en español y portugués.

Al analizar la vida en estas comarcas, hoy extremeñas y ayer, en parte, tierras de nadie, Manuel explica que la relación de los pueblos pacenses con Portugal depende de si salen alcaldes prolusos o no. «Ahora la relación es bastante intensa, pero hay lugares como Cheles donde, como no se hizo nunca un puente sobre el Guadiana, hay que ir a Olivenza para cruzar la frontera. Antes había vados, ahora, con el embalse, es imposible vadear el río», detalla.

Los pueblos portugueses fronterizos suelen ser aldeas, o sea, fregresías. «Como las inversiones se centralizan en la capital de la cámara municipal, tienen carencias», señala Manuel. El embalse de Alqueva ha traído consigo la moda de los cruceros. Hay embarcaderos en Cheles, Villanueva del Fresno y Villa Real (Olivenza). El problema es que no hay suficiente infraestructura hotelera. «Hace unos días, relata Manuel, me llamaron de Cádiz porque un grupo de 108 personas quería venir a pasar unos días en la zona, pero no hay plazas ni en España ni en Portugal para 108 personas».

En Reguengos de Monsaraz se va a construir el Parque Alqueva con dos hoteles de cinco estrellas. En Moura, habrá otro complejo con hotel de máxima categoría. Lo que son proyectos al sur, ya es una realidad al norte, junto al enclave 'andorrano' de Valencia de Alcántara: los hoteles Casa Escobar de cuatro estrellas o Avis, de cinco, además de un sinfín de hotelitos y casas rurales, conforman una oferta digna a la que se une el magnífico hotel Río-Suber de San Vicente, también de cuatro estrellas.

En las 'Reyertas' del suroeste, a falta de grandes hoteles, Manuel apunta a la economía como primer factor de relación interfronteriza: «Los portugueses vienen a por gas, gasolina y productos de alimentación y los españoles vamos a Portugal para comer barato y tomarnos tercios de cerveza a 0'50 euros». Valencia de Mombuey

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