Borrar
Directo La central de Almaraz o la propuesta de Vox sobre subvenciones a sindicatos centran el pleno de la Asamblea
Exposición de los tesoros del Monasterio de Guadalupe en Madrid
Guadalupe, primer centro cultural de Extremadura hasta el Siglo XIX
Trazos

Guadalupe, primer centro cultural de Extremadura hasta el Siglo XIX

Se levantó en una zona semidespoblada el más concurrido centro de peregrinación del Reino de Castilla, foco artístico de primer orden

|

Lunes, 25 de febrero 2008, 13:47

La exposición Caminos a Guadalupe. Guadalupe en Madrid, que desde el pasado 7 de febrero se exhibe en la Capilla del Palacio Real, en el Claustro del Real Monasterio de la Encarnación y en el Claustro del Monasterio de las Descalzas Reales, ofrece no pocas singularidades. Singular es, por ejemplo, que por primera vez en la larga historia del Monasterio extremeño haya salido de aquel recinto una conjunto tan importante de obras de arte para constituir por sí mismo la exposición mencionada; o que en una misma muestra se utilicen simultáneamente tres espacios reales pertenecientes al Patrimonio Nacional. Cada una de esas circunstancias convierten en histórica la exposición.

Hay otro aspecto que merece la pena destacar: del total de 42 piezas que se muestran, una docena son del Siglo XV: tal es el caso de los frontales de Enrique IV y de la Pasión o la casulla llamada del Tanto Monta, entre los bordados; de los conjuntos escultóricos del Calvario, de Egas Cueman, del Entierro, de Anequin de Egas, y del Tenebrario; de El libro de os Milagros, el Libro de Horas del Prior, de un Pasionario o alguno de los libros corales, si hablamos de códices y miniados; o finalmente del Lignun Crucis o la Arqueta de los Esmaltes si de orfebrería se trata, con la salvedad de que los esmaltes de la última obra citada pertenecen casi con seguridad al Siglo XIV y procederían del antiguo trono de la Virgen, cuya plata se le dio al rey Juan II para sufragar los gastos de la Batalla de Aljubarrota.

Citamos todo esto para que se comprenda cual era el nivel artístico y cultural en el que se desenvolvía el Monasterio de Guadalupe desde finales del Siglo XIV y a lo largo del S.XV y que completaría en la centuria siguiente su época de máximo esplendor. En esos dos siglos largos se había construido un conjunto monástico que por su monumentalidad y características llamaba la atención y permitía al valenciano Bartolomé de Villalba escribir que Nuestra Señora de Guadalupe es la casa más afamada de toda Europa (Veinte libro del pelegrino curioso y grandezas de España. 1577). Pero sobre todo se había levantado en una zona semidespoblada el más importante santuario y más concurrido centro de peregrinación del Reino de Castilla, al tiempo que un foco artístico, científico y cultural de primer orden.

Entre la escuela y el taller

Las obras antes mencionadas como legado del S.XV son pistas bien claras de lo que ocurría en el Monasterio de Guadalupe en lo que al bordado se refiere. Pero no sólo esas, sino otras muchas posteriores, que permiten la existencia en Guadalupe de un verdadero museo: instalado en lo que fuera refectorio del Monasterio desde el Siglo XIV, fue inaugurado por el Rey Alfonso XIII en 1928; en breve será remodelado y actualizado con la aplicación de más modernos planteamientos y técnicas museísticas. Proceden algunas piezas de donaciones reales o de la nobleza de la época; pero muchas salieron del taller de bordados existente en el propio Monasterio, en el que brillaron con luz propia bordadores frailes unos, seglares otros- que convirtieron los bordados guadalupenses en los mejores de España, como afirma el profesor Javier Pizarro, uno de los grandes estudiosos del tema. También en bastantes parroquias extremeñas se conservan todavía ornamentos que o bien salieron del Taller de Guadalupe o estuvieron claramente influenciados por el mismo.

Lo dicho sobre el bordado puede aplicarse también a la orfebrería, bien que los testimonios reales que quedan en Guadalupe sean más escasos, a pesar del riquísimo patrimonio que tuvo el Monasterio. Y es que el oro y la plata despiertan la codicia y la rapiña como ninguna otra cosa. De ahí que como consecuencia primero del paso de las tropas napoleónicas que fue lo menos parecido a una peregrinación o una visita turística y las leyes de exclaustración y desamortización después, que se prestaron a tantos desafueros, haya desparecido gran parte del riquísimo tesoro. Puesto que nos hemos referido al comienzo a obras del Siglo XV, conviene recordar la detallada descripción que hizo Jerónimo Münzer, quien visitó Guadalupe en 1495, y el domingo, que era día 11 de enero, después de comer espléndidamente en el refectorio, presente el padre prior con cien padres y legos, le llevaron a visitar la sacristía. Debió quedar sobrecogido, porque describe con detalle el contenido de cada uno de los doce armarios que allí había, según dice, y en los que se guardaban cruces, candelabros, cálices, custodias, coronas, el sagrario para el Jueves Santo seguramente se trata de la Arqueta de los Esmaltes que hasta el día de hoy sigue teniendo dicho cometido y multitud de objetos de culto de plata, oro y piedras preciosas.

Todavía quedan en Guadalupe piezas de orfebrería, que se usan en el culto o se muestran en la Capilla de San José o Relicario. Recientemente, Francisco Tejada Vizuete ha estudiado en profundidad la platería de Guadalupe y su trabajo ayuda a conocer lo que hay y a entender lo que fue en el pasado. Baste el nombre de Fray Juan de Segovia, acondicionador de la Arqueta de los esmaltes, para consagrar el taller de platería que existió en el Monasterio.

De hospitales y boticas

El Monasterio de Guadalupe ha sido y sigue siendo un centro religioso. Pero desde su fundación tuvo una clara dimensión social. Si la Orden Jerónima dispuso allí de un rico patrimonio, del que se demostraron magníficos administradores, estuvo siempre al servicio de Dios y de los hombres. En virtud de lo primero, buscaron aquellos frailes que el culto fuera solemne y suntuoso: de ahí el cuidado ritual, la devoción en el canto de las horas canónicas, la existencia de una escuela de música, la riqueza de los objetos de culto. Pero en virtud de lo segundo, había escuela gratuita, con alumnos internos y externos, para quienes querían aprender; se mantenían dos hospitales que fueron la admiración de su tiempo y se atendía a los peregrinos y a los necesitados que llegaban a la puerta, hasta el punto de que se daban de media más de mil raciones de comida al día.

Los hospitales de Guadalupe han generado una abundantísima bibliografía por todo lo que representaron en la historia de la medicina y de la atención social en España. Por que en ambas cosas fueron adelantados. Tan pronto como el Santuario tomó impulso en el Siglo XIV surgiría el Hospital del Obispo, dedicado a atender a los peregrinos. Pero cuando se inicia el S.XV, a este se añaden los dos amplios y bien dotados hospitales, uno de hombres y otros de mujeres. El Libro de los Oficios, manuscrito de finales del Siglo XV cuya transcripción completa acaba de ser publicada como una acción cultural más de este Año Jubilar, se ocupa en detalle de ellos, determinando cuántos deben ser los cirujanos y las personas dedicadas a la atención de los enfermos: en el hospital XX hombres para los servicios del, e en el hospital de las mugeres XXV mugeres, a más de cinco pobres y cinco huéspedes, así como tres mozuelos aprendizes de la cirugía. Existía, además, la Enfermería de los frailes, donde además del fraile enfermero que lo rige y un mozo cocinero están aquí otros frayles e los dos son cirujanos e físico e el otro es boticario, cuenta al detalle el Libro de los Oficios.

Dejemos al margen la discusión sobre si en Guadalupe se realizaron autopsias y disecciones en cadáveres. Lo seguro es el desarrollo que alcanzó la cirugía, en la que sobresalieron tanto seglares como frailes, expresamente autorizados para ello por el Papa Eugenio IV en 1442, autorización que diez años más tarde sería confirmada por el Papa Nicolás V.

No se puede dejar de lado la farmacia, ligada estrechamente al servicio de los hospitales. Para el P.Sebastián García, archivero y bibliotecario de Guadalupe y uno de los grandes estudiosos de la historia del Monasterio, esa puede ser la razón para que la Botica no esté incluida entre los oficios de que se ocupa el libro mencionado más arriba: su vinculación con la medicina, considerada ciencia y arte, no oficio. Lo cierto es que la Farmacia de Guadalupellamaba la atención de los visitantes y muchos escritores dejaron en sus crónicas testimonio de ello, admirados de los muchos productos, del instrumental y hasta de la limpieza y el esfuerzo para que allí no oliera a medicinas. De todos géneros abunda tanto, que habrá pocas mejor surtidas en España, escribía Fray Francisco de San José, uno de los grandes historiadores de Guadalupe.

El scriptorium

La aportación de los monasterios medievales a la ciencia y la cultura del mundo occidental es innegable. Aportación en una doble vertiente: de un lado, porque en su seno se desarrolló el estudio y se cultivaron las ciencias y las artes; de otro, porque gracias al trabajo de sus escriptorios, se copiaron y han llegado hasta nosotros muchísimas obras de la antigüedad.

En ambos sentidos hay que destacar la labor del scriptorium guadalupense. Al hablar del mismo se centra la atención en las grandes creaciones de los libros corales, los pasionarios o el Libro de horas del prior. Y no es para menos. Como testimonio del gran trabajo realizado en Guadalupe a partir del Siglo XV, nos queda una de las mejores colecciones de libros miniados, con casi un centenar de obras.

Pero el trabajo en el scriptorium guadupense no se circunscribió a los libros miniados. Debió tener una notable actividad en el ámbito de la simple escribanía, con pendolistas consumados como demuestran algunas de las obras conservadas. En la Orden Jerónima se prestaba gran atención al culto y el canto de las horas canónicas; también al trabajo, y más en un monasterio como Guadalupe, convertido por ellos en una gran empresa agraria y fabril: al frente de cada oficio o tarea había uno o varios frailes. Sin embargo, en la letra de la Regla y en el espíritu de los priores estuvo siempre la atención que había que prestar al estudio, para el que los frailes tenían que sacar tiempo.

Sólo así se entiende la gran preocupación por tener una bien dotada biblioteca. Y la tuvo. El portugués Gaspar Barreiros, un clásico entre los escritores del país vecino, en un viaje que hizo a Italia o anno de MDXXXXVI, començado na cidade de Badajoz, pasó por Guadalupe y entre los muchos detalles que da del Monasterio figura éste: Tienen una casa de librería muy buena y de muchos libros, repartidos por sus facultades de ciencias, en estantes bien ordenados con sus asientos para los que allí van poder sentarse. Hablamos de 1546. La Biblioteca de Guadalupe no dejaría de crecer. Lo que hoy queda de ella, junto con su archivo, a pesar de los desastres originados por la exclaustración y las desamortizaciones del S.XIX, habla por sí mismo.

A modo de conclusión

Cuanto antecede son sólo unas notas en torno a hechos que evidencian el nivel científico y cultural alcanzado en el Monasterio de Guadalupe a partir del Sigo XV y aun antes. Podríamos hablar igual de arquitectura, pintura, escultura, músicaPero donde abundan los hechos, sobran las palabras: más instructivo que mil artículos es una visita al Monasterio. Sólo lo que queda basta para comprender que Guadalupe fue sin duda alguna el primer y principal centro cultural que tuvo Extremadura. Surgirían luego focos de mano de ésta o aquella orden religiosa, o en torno a algún noble o mecenas, que no se deben minimizar. Pero parece fuera de toda duda que desde la segunda mitad del Siglo XIV hasta el Siglo XIX, Extremadura tuvo en Guadalupe un foco de cultura que brilló con luz propia. Otra cosa es que los extremeños hayan sabido verlo y aprovecharlo.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Guadalupe, primer centro cultural de Extremadura hasta el Siglo XIX