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CELESTINO J. VINAGRE | EFE
Lunes, 17 de marzo 2008, 19:12
El alcalde de Mirandilla (Badajoz), el socialista José María Carrasco, ha dicho hoy a Efe que el "sentimiento unánime" de los vecinos de la localidad es que la familia conflictiva a la que ayer intentaron linchar debe abandonar el pueblo, porque la convivencia es ya "imposible".
Tanto el alcalde como la Delegación del Gobierno en Extremadura han confirmado a Efe que esta tarde, a las 19:00 horas, se reunirá en el Ayuntamiento de Mirandilla la Juan Local de Seguridad para analizar la situación que vive el pueblo.
La reunión estará presidida por el subdelegado del Gobierno en Badajoz, Inocencio Ramos, y en ella participarán, además del alcalde, el teniente coronel de la Guardia Civil, Manuel Contreras, quienes informarán posteriormente a los vecinos de las medidas que se adopten.
En declaraciones a Efe, José María Carrasco ha insistido en que el deseo unánime de todos los vecinos es "no tener que volverse a cruzar con ellos por la calle", pero ha reconocido que deberá de ser la Justicia la que tome una decisión al respecto de acuerdo con el Estado de Derecho.
Carrasco ha especificado que tras los sucesos de ayer, tres miembros de esta familia están detenidos, ya que han sido identificados como los presuntos autores de los disparos de escopeta que realizaron contra los vecinos y que causaron heridas leves a tres de ellos, uno de los cuales ya ha sido dado de alta.
Además, según el alcalde, está detenida la cabeza de familia por proferir amenazas de muerte contra él y otros vecinos y por agredir presuntamente a una mujer de 60 años, a la que pisoteó y arrastró por el suelo, agresión que constituyó el detonante del intento de linchamiento por parte de los habitantes del pueblo.
José María Carrasco ha desmentido el rumor que corre en la localidad de que esta familia fue realojada en Mirandilla a instancias de la Junta de Extremadura y ha precisado que llegaron al pueblo hace unos doce años por tener parientes allí.
Actualmente, según el primer edil, tienen dos casas en propiedad en el municipio, así como un campo, a pesar de que al cabeza de familia "no se le conoce trabajo alguno".
Los hechos
El pacífico pueblo de Mirandilla (1.344 habitantes, a 12 kilómetros de Mérida) estuvo ayer a punto de estallar como un polvorín. Sólo la actuación de la fortuna y la inmediatez de la Guardia Civil evitaron lo que estuvo a punto de convertirse en una tragedia minutos después de las dos de la tarde en la calle Felipe Trigo. Justo cuando se desató la histeria colectiva.
El intento de linchamiento a una familia, la de los Molina, a la que se señala con el dedo como la causante de amenazas, insultos, robos y agresiones, además de la presunta venta de droga, y tres vecinos heridos por disparos de una escopeta, que salieron desde su casa, fueron la consecuencia de un latente estado de crispación visible desde hace unos diez años.
Esa familia, compuesta por ocho miembros, encabezados por Juan Francisco Molina, al que apodan Taylor, emigró desde la capital autonómica a Mirandilla para establecerse en un pueblo donde, desde entonces, las relaciones entre los Molina y sus vecinos han sido pésimas. Los enfrentamientos eran frecuentes. Demasiadas chispas...hasta que llegó el fuego.
El sábado por la noche, convocados por el alcalde, el socialista José María Carrasco, el pueblo se echó a la calle, pancarta en mano. «Mirandilla por la convivencia y contra los violentos. Eso es lo que decía. Todo transcurrió con absoluta normalidad, incluso cuando se pasó delante de la casa de ellos», reseña Carrasco.
La mañana del domingo no fue tan gratificante. Todas las versiones consultadas por HOY coinciden en señalar que un miembro de esa familia se topó con una de las mujeres que habían participado en la manifestación. «Le cogió por el pelo, le tiró al suelo y le pegó», subraya un vecino. La mayoría del pueblo no se enteró hasta después de la misa del Domingo de Ramos.
Palos y heridos
Cuando corrió la noticia, la ira se transformó en violencia. Armados con palos, garrotes y cualquier objeto disuasorio, decenas de personas se encaminaron hacia la casa de los Molina. Éstos se atrincheraron y no dudaron en disparar con una escopeta de caza.
Hirieron a tres hombres. Uno, con una herida en la pierna con entrada y salida de bala. Otro, con una herida en un codo. Y el tercero, con otra herida pero superficial. Los dos primeros continuaban ingresados a última hora de la noche en observación de Urgencias en el hospital de Mérida, mientras que el tercero posiblemente iba a recibir el alta.
Al saberse de los gravísimos incidentes, la Guardia Civil envió hasta 24 agentes de la Guardia Rural, antidisturbios, más otros agentes del acuartelamiento de Mérida. Posiblemente, más de cuarenta guardias civiles. Mirandilla parecía un pueblo tomado. Controles cada cien metros, varias ambulancias a la entrada del pueblo, la gente arremolinada en los umbrales de sus casas... Lo nunca visto. Y el miedo también en estado puro.
A pesar de lo delicado de la situación, las fuerzas de seguridad lograron sacar en volandas a los ocho miembros de la familia Molina de su casa. Y, a duras penas, lograron sortear a los vecinos, ahora sí, mucho más numerosos que a las dos y cuarto de la tarde.
Varios de ellos persiguieron a los vehículos de la Guardia Civil, rompieron varias lunas e insultar a los propios agentes. El estado de nerviosismo y de ira era tremendo. Algún periodista estuvo también a punto de ser agredido.
Pocos minutos después, los Molina llegaron a Mérida y uno de sus componentes tuvo que ser atendido médicamente al sufrir un ataque epiléptico.
En Mirandilla, mientras, sus habitantes se agolpaban en las calles, especialmente en la de Felipe Trigo y en una plaza colindante a esta vía. El grado de crispación tardó en bajar mucho tiempo. «Lo que empezó siendo actitudes antisociales e insultos ha ido derivando en agresiones a ancianos, adultos y niños. Se veía que esto podía acabar mal», destacaron varios mirandillanos.
«Son una gente desalmada que incluso han disparado a mi padre, que se encuentra en silla de ruedas», gritaba enfurecida una vecina a los medios de comunicación.
El teléfono del alcalde, José María Carrasco, echaba humo. El presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, fue uno de los que llamó al oír noticias alarmantes procedentes de Mirandilla. «Esto ha sido tremendo, pero pido a todos, insisto, a todos, que actúen con calma y las fuerzas de seguridad y la justicia también hagan su trabajo», se desgañitaba el primer edil.
La llegada de la noche fue, poco a poco, rebajando la tensión pero las ascuas del fuego siguen vivas. Galería y
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