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La Ribera al detalle
CACERES

La Ribera al detalle

Tres estudiosos locales resumen el pasado y presente de la Ribera del Marco en un libro editado por el Ayuntamiento

ANTONIO JOSÉ ARMERO

Jueves, 8 de mayo 2008, 10:17

SIETE kilómetros, catorce puentes, unos cuantos caminos, fuentes, pilares, pozos, un aljibe, 16 ejemplos de arquitectura religiosa, más de veinte molinos... Todo está en el mismo sitio: la Ribera del Marco.

Durante años, escenario olvidado. Pero no para todos. No para Juan Carlos Martín Borreguero, Fernando Jiménez Berrocal y Agustín Pedro Flores Alcántara. Sus nombres figuran en la portada de 'La cacereña Ribera del Marco', el libro editado por el Ayuntamiento de Cáceres que ayer tarde fue presentado en el Palacio de La Isla. El título aborda el estudio de la Ribera del Marco en profundidad, se detiene en detalles, analiza el pasado, el presente y traza algunas líneas para el futuro. Es un análisis pormenorizado, concebido desde una óptica academicista, que rehúye de la literatura y se ciñe al dato, la fecha y el número.

'Integral' es la palabra

«Es un trabajo descriptivo, desde una perspectiva integral», define con tino Fernando Jiménez Berrocal, que considera a la Ribera del Marco como «un enclave urbano indispensable en la historia de Cáceres, ligado a todas las etapas de su vida desde la prehistoria». «La propia ciudad debe su existencia a la Ribera», amplía Jiménez Berrocal.

Y las 232 páginas avalan su tesis. Los huertos, los molinos, los puentes, el agua siempre, van tejiendo la vida junto al cauce, al aire de la rivera con 'v'. Y a partir de ella va multiplicándose la vida. Otro de los autores, Agustín Flores, es concluyente. «La Ribera del Marco es más valiosa, más importante que la Ciudad Monumental», asegura.

De la trascendencia del lugar hablan, por ejemplo, los papeles de don Rogelio, que en septiembre del año 1893 verificó el aforo de las distintas fuentes. En la del Corchito bastaban quince segundos con el recipiente bajo el chorro para conseguir un litro. Fuente Rocha era más lenta: cuarenta segundos.

Cuatro siglos antes, en el año 1494, una ordenanza con la rúbrica de los Reyes Católicos aclaraba cuándo se podía coger agua, y establecía los castigos económicos para quienes vulneraran la norma. Los martes, mientras se viera al sol, desde la dehesilla de arriba hasta el molino de la Çentolla. Los miércoles, también al dictado del sol, desde allí hasta el huerto de la Granadilla. Y así, cada lugar tenía su día.

La imagen de hoy

Hoy, la Ribera del Marco es otra cosa. Su función en la rutina diaria de la capital ha cambiado. Y por eso, hay que acercarse a ella con otros ojos, entiende Fernando Jiménez Berrocal. «Los molinos, por ejemplo, ya no tienen el uso que tuvieron -reflexiona-, pero hoy pueden tener una finalidad lúdica». «Y los huertos -añade Agustín Flores- una finalidad productiva, porque en la Ribera sigue viviendo gente y los huertos siguen produciendo».

Por eso, porque en la Ribera del Marco sigue habiendo vecinos, los autores del libro - «no hay una monografía como esta sobre esta zona», coinciden Jiménez y Flores-, ellos reclaman más atención para el enclave que el que ha tenido en los últimos años. Porque insisten en que Cáceres no se entiende sin esos huertos, molinos, almazaras, puentes, caminos, albercas, norias, pozos, callejas y abrevaderos. Y porque por allí sigue corriendo agua. El agua de Cáceres.

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