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PREGONANDO. Una vendedora de labia fácil vocea su mercancía el tercer domingo de abril en un puesto del abigarrado mercadillo de Portalegre. / ESPERANZA RUBIO.
Portalegre, el bazar de las marcas falsas
EL PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Portalegre, el bazar de las marcas falsas

Por J.R. Alonso de la Torre

Lunes, 12 de mayo 2008, 15:56

Al pie de la Sierra de San Mamede, rodeado de bosques, montes, fuentes y montañas, situado en un valle ondulado... Portalegre: 26.000 habitantes en el ayuntamiento, 16.000 en las dos parroquias urbanas y el resto en las ocho rurales, una fábrica de transformación de plásticos muy importante (Selenis, con unos 300 empleados), otra de transformación de corcho fundada en el siglo XIX por un inglés, pero que hoy no goza de buena situación financiera, y una industria del grupo francés Hutchinson (como la cacereña Catelsa) que fabrica componentes para automóviles.

Portalegre es la referencia de una comarca agrícola donde se da la mayor concentración de productos portugueses con denominación de origen: aceite, ternera, cerdo, castañas, aceitunas, conservas, miel, quesos, ciruelas en almíbar, cerezas, cordero, morcillas, lomos, chorizos, longanizas, manzanas ... En fin, un festín.

Además, Portalegre es capital de provincia con delegaciones gubernativas, tribunales de justicia, bancos, cuatro escuelas universitarias, cuatro institutos, un hospital ... El comercio es tradicional con algunas franquicias (Bennetton, Parfois, Estefanel) y varios grandes supermercados: Modelo, Pingo Doce, Lidl, Inter Marché, Leclerc. Hay un Bricomarché para los 'manitas' y acaba de instalarse en la ciudad un Telepizza, de lo que se sienten orgullosos porque entienden que esta cadena de comida 'rápida' marca la diferencia entre un pueblo y una ciudad.

«En Portalegre vive mucha gente mayor y no demasiada gente joven por lo que no hay una base de consumidores para que se establezcan franquicias importantes del tipo Mango o Zara. Estamos cerca de Lisboa por autopista y también de Badajoz y vamos allí a comprar», explica Patricia Martins. Patricia es la responsable de la oficina de Turismo. Habla español perfectamente y le duelen algo las piernas porque acaba de realizar los 14 kilómetros la Ruta del Contrabando en Cedillo.

Hemos venido a Portalegre atraídos por el brillo rutilante de su mercadillo mensual, que para los extremeños de la Raya es el paraíso de las marcas falsas. Las estadísticas apuntan que en la región hay 400.000 pijos de pacotilla. Es decir, dos de cada cinco extremeños compran prendas Delmer, o sea, prendas falsificadas 'Del Mer... cadillo'.

Los españoles se gastan al año 285 millones de euros en productos falsificados. El dato lo recoge un estudio de la Asociación Nacional de Defensa de la Marca (Andema) y las cámaras de comercio. El 62% de los compradores son mujeres y adquirieron lujo de mentira al menos dos veces al año. Lo más curioso es que no disimulan el origen incierto de sus compras, sino que proclaman que son prendas Delmer y que visten de 'lujo' por casi nada.

Será por eso que el mercadillo de Portalegre es un bullicio abigarrado y vibrante en esta mañana de abril. Contamos 450 puestos. De ellos, alrededor del 10% ofertan prendas, zapatos, bolsas y complementos de las siguientes marcas: Tous, Lacoste, Pierre Cardin, Polo Ralph Lauren, Nike, Adidas y Burberry. No somos especialistas para distinguir imitaciones, pero los precios lo dicen todo: polos Lacoste a diez euros, bolsos Tous a 18, jerséis Pierre Cardin a 13, zapatillas Nike a 22. Y eso sin regatear.

De Badajoz y Olivenza

Los puestos de marcas de pacotilla están llenos de extremeñas de Badajoz, de Olivenza, de Valencia de Alcántara... «Con estos precios, no voy a dejar de comprar por la crisis. Y si no me gusta o me canso, lo tiro y no pasa nada, pero si es verdadero, ¿cómo lo vas a tirar con lo caros que son?», aclara Nieves, una señora de Badajoz que se lleva por 16 euros un bolso Burberry parecido, sólo parecido, a otro que vimos en las rebajas navideñas de Harrod's hace tres años por 600 euros.

En el sur de Europa es donde más marcas Delmer se venden. Los europeos del norte no son tan dados a presumir. Es cuestión de culturas y tradiciones. La moral calvinista educa en la austeridad: los escandinavos conducen los coches más viejos de Europa, aunque son quienes más dinero ganan, procuran no llamar la atención por la ropa y si tienen asistenta, lo disimulan.

En el sur es distinto. Desde Trento nos han educado para presumir de religiosos, de elegantes, de rumbosos. Sacamos a la calle desde la intimidad de las creencias en procesión hasta la superficialidad de la ropa, la bisutería o las zapatillas deportivas y el bolso de mano. Y si no hay dinero para el lujo con pedigrí, se viaja a Portalegre a por sucedáneos.

Este mercadillo inmenso se celebra los terceros domingos de mes. En consecuencia, el próximo domingo 18 de mayo toca. Lo más llamativo es cómo conviven los defensores de la ley y la ilegalidad. A un paso de los puestos de marcas falsas, los 'guardinhas' pasan de todo. Es más, aquí no hay top manta, sino top mostrador: los últimos estrenos de cine, los lanzamientos discográficos más recientes y los videojuegos de moda se venden en puestos con toldo, nada de una manta en el suelo y un vigilantre avisando de que hay que escapar porque llega la poli.

El mercadillo se celebra durante toda la mañana. Se encuentra situado en la carretera que llega a Portalegre desde Campo Mayor, junto a una zona comercial de hipermercados y supertiendas, que también abren el domingo, y al lado del estadio de fútbol. Cuenta con mucho aparcamiento y se puede encontrar de todo, desde antigüedades hasta semillas, alfombras, frutas, quesos, dulces y embutidos.

Tras el mercadillo, la gran mayoría de compradores españoles monta en sus coches y vuelve a casa o se acerca a comer a Elvas. Sin embargo, Portalegre es una ciudad que merece la pena. Sus restaurantes no ofrecen mucho marisco, pero sí pescados muy frescos y una cocina regional auténtica y muy barata.

El casco antiguo es interesante con su catedral del siglo XVI, levantada en 1550 para celebrar la conversión de Portalegre en diócesis, sus calles estrechas, sus conventos y sus museos. Hay que ver el antiguo y precioso monasterio de San Bernardo, en las afueras. Hoy es la sede de la Escuela de la Guardia Nacional Republicana, pero se puede visitar sin problema. Cuenta con dos bellos claustros y con paredes azulejeadas del XVIII.

Hay tres museos. El José Regio es la casa de este poeta portugués que recogió arte popular y religioso de la zona. El de tapicería Guy Fino está dedicado a este artista que revolucionó la confección de tapices en Portalegre, que están hechos con motivos contemporáneos. Hay otro museo, el municipal, que está en obras. Desde el año 2006, la ciudad cuenta con un moderno centro de las artes, el teatro y los conciertos que ofrece una agenda muy variada y completa.

Pero a pesar de estos atractivos, Portalegre tiene algunas carencias turísticas. Su oferta hotelera no es muy variada. Hay un hotel de tres estrellas, el Don Joao III, aunque se va a inaugurar un establecimiento de lujo con spa y golf en la carretera de Elvas. Lo impulsa el grupo Pestana, el mismo que lleva las pousadas. Hay otro proyecto hotelero en ciernes también en la carretera de Elvas.

La cifra de visitas turísticas oficiales parece ridícula para el encanto de la ciudad: 4.500 visitantes en 2007, entre 300 y 400 cada mes con 800 en Pascua y agosto. La verdad es que el casco antiguo no se encuentra bien conservado y no parece muy limpio, con los contenedores de basura llenos en la tarde dominical. La plaza de la catedral ya es semipeatonal (hace un par de años no cabía un coche más), pero aún aparcan muchos vehículos.

La carencia más grave parece la falta de señalización, algo que ya ha sido denunciado por los técnicos de Turismo (en Portalegre, existe esta carrera universitaria). Otro problema es que al Largo do Rossio, centro urbano por excelencia, ya se le conoce en la ciudad como China Town. El Palacio Póvoas del siglo XVIII, donde antes estaba la oficina de Turismo, es hoy un bazar chino. A su lado, hay otro. La antigua gasolinera de la plaza, de estilo racionalista, se está convirtiendo en un restaurante chino y ha cerrado el maravilloso restaurante Facha, que con su puerta giratoria se había convertido en un icono de Portalegre. Pero todo esto parece importar poco a los vecinos y a los cientos de extremeños que cada tercer domingo de mes visitan Portalegre. ¿Porque qué importan un palacio o una gasolinera habiendo Dockers a 20 euros? Portalegre

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