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J. LÓPEZ-LAGO
Lunes, 2 de junio 2008, 11:19
Por aventura, necesidad o ambas cosas, un día se marcharon del pueblo. Lejos y desorientados, superaron entre lágrimas las añoranzas desde Francia, Suiza o Alemania. Muchos ya han regresado a Extremadura y la vida que encontraron es casi más complicada. Si en el extranjero eran emigrantes, ahora en sus poblaciones de origen son extranjeros. Ninguno de los entrevistados se arrepiente de haber escogido esta vida lejos de su familia, pero muchos se han reencontrado a sí mismos como seres aislados. Además de intentar integrarse, de vuelta a su tierra tienen otro reto: el burocrático para conseguir una jubilación digna sin haber cotizado en España.
EMILIO MALDONADO HERNÁNDEZ
Se fue con 18 años a Alemania y regresó en 1999
«La inmigración en España es un caos»
Emilio recuerda el día exacto en que abandonó Salvaleón: «Fue el 8 de enero de 1964, íbamos congelados en un tren camino de Frankfurt y tardamos dos días. Recuerdo que en Hendaya nos dieron un café a granel que estaba horroroso y en París hicimos un trasbordo. Las maletas eran de cartón y algunas había que arrastrarlas porque se rompían. Me fui de Extremadura porque quería mejorar mi situación, no quería seguir trabajando en el campo ... pero también había algo de aventura juvenil».
Emilio pasó en Alemania 35 años y el anticipo que le dieron para comprar lo básico nada más llegar era más de lo que cobraba en un mes. Después el sueldo triplicaba lo que sacaba en Salvaleón, pero no se le olvida que los primeros meses fueron durísimos. «Dormíamos en literas de cuatro en cuadras de caballos y por la noche entraba un frío terrible por la ventana». La comida, no poder echarse un Celta a la boca, el idioma, ... «yo he llorado mucho allí». Primero en una empresa de agua mineral y después descargando camiones con una carretilla elevadora le daban para vivir bien y poco a poco se fue adaptando.
Se casó con una gallega emigrante, pero el matrimonio, del que queda una hija que ahora tiene 35 años, se rompió. Ahora ve las cosas de otro modo y en el asunto de la inmigración es implacable: «Yo fui con un contrato de trabajo, pasé tres reconocimientos médicos en España y tres en Alemania. Como cometieses un delito te ponían un sello en el pasaporte y te echaban por la frontera más cercana. Y si faltabas al trabajo un día te enviaban una carta, si faltabas otra vez otra carta y la tercera era la del despido. Con esto quiero decir que lo que hay aquí en España es un caos absoluto».
Emilio no niega que se ha germanizado como persona, ya que admira la organización y puntualidad de los alemanes y detesta la informalidad española «y esa afición desmedida por los bares y a hablar de fútbol». Pero lo que peor lleva es que burocráticamente le estén mareando de una administración a otra. La Asociación de Badajoz de Emigrantes Retornados (ABER) le está ayudando a traducir su documentación para que le devuelvan los 230 euros que ha pagado durante dos años al Ayuntamiento como impuesto de rodaje cuando está exento por ser pensionista. Su otra gestión pendiente es acreditar el porcentaje de invalidez que tenía reconocido en Alemania.
INÉS MARÍA LOZANO CÁCERES
Se fue a Suiza con 29 años
«Me dio una ventolera y me fui»
Su historia es algo triste porque en su periplo como emigrante conoció a su marido, otro español que se encontraba en Berna, Suiza, y que no le está dando muy buena vida. Dice que se marchó a este país «un día de ventolera porque en Badajoz no tenía trabajo y allí tenía un primo suyo». Era el año 1981, por lo que su viaje no tiene nada que ver con el del emigrante tipo de los años sesenta.
Primero trabajó en un restaurante y después en una fábrica de maderas. «La gente allí es muy amable y no me arrepiento de haberme ido, aunque se hablaba en alemán y al principio lo pasé algo mal. Ahora no lo echo de menos». Inés regresó en el año 2002 y su paga de 400 euros por una invalidez que le tiene atrofiada parte del cuerpo se ha reducido a 20 euros.
No sabía cómo empezar a reclamar y su hermana le habló de una asociación que gestiona este tipo de asuntos a los emigrantes retornados. entre las gestiones que tiene Inés entre manos figura el divorcio, un trámite que no es tan sencillo cuando alguien regresa a su país de origen.
TELESFORO MARTÍN SÁNCHEZ
Se fue a Francia con 17 años
«El que venga, con contrato, como yo»
Telesforo pasó 14 años entre el país vasco-francés y la bretaña francesa, primero cortando pinos y después como albañil encofrador. Regresó hace 32 años a su Badajoz natal, en 1975, donde ha estado trabajando como taxista, pero es ahora, al aproximarse a la edad de su jubilación, cuando ha tenido que rescatar su vida laboral como emigrante que fue. Tiene 64 años «y no sabía que podía estar cobrando la pensión complementaria desde los 60 años por una mala información que me dieron en la Seguridad Social, ya que me hacía falta haber estado trabajando 160 trimestres en la comunidad europea y yo acumulé más de 180».
Telesforo pasó parte de su vida en Alemania, donde conoció a la que hoy es su esposa, también emigrante española. Su opinión sobre los inmigrantes que ahora recibe España es «que vengan todos los que quieran, pero con contrato de trabajo, que es como fui yo a Francia. Lo que no veo claro es que lleguen sin más, a buscarse la vida y sin pasar reconocimientos médicos». Sobre su estancia en el extranjero, Telesforo reconoce que guarda muy buenos recuerdos.
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