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ARACELI PÍRIZ
Lunes, 23 de junio 2008, 09:42
Desde la primera rotonda que da entrada al recinto ferial de Badajoz los coches se apilaban sobre el arcén de la carretera formando hileras que no dejaban adivinar dónde terminaban. La sensación era de que allí no había hueco ni para dejar un ciclomotor. Una larga espera sufrida desde la avenida de Elvas que hizo que más de un ciudadano tardara cerca de una hora en realizar un trayecto que es realizable siguiendo la velocidad marcada por la carretera en menos de quince minutos.
Esto era lo que los que quisieron disfrutar de la Feria de San Juan se encontraron la noche del sábado al acudir al recinto de Caya: colas de coches que desfilaban a una velocidad muy baja buscando un sitio para aparcar y disfrutar de la fiesta. Sin embargo, muchos jóvenes de los que llegaron al ferial aprovecharon poco sus instalaciones, se quedaron en sus puertas haciendo un 'macrobotellón' de los que ya estamos acostumbrados a ver en ocasiones como ésta.
Desde las doce y media
Desde las doce y media de la noche los jóvenes fueron acudiendo en grupo a la zona elegida para hacer los botellones: la entrada del parque acuático 'Lusiberia' y el aparcamiento de tierra situado en su lateral para esta ocasión. Y es que, «en un descampado tan grande como es este recinto y al que viene tanta gente, quedar en las columnas de 'Lusiberia', bajo sus letras luminosas o junto al arco de encendido, que es la puerta principal del ferial, es lo mejor para encontrarte con los amigos. Si no, puedes estar a dos metros de distancia o llamándote toda la noche al teléfono que con el jaleo que hay puede que no los veas», asegura Raúl Ruiz, uno de los asistentes al botellón.
Cuesta andar entre los grupos de gente, muchos están en movimiento hasta que encuentran un lugar donde puedan colocarse todos juntos y prepararse sus bebidas, aunque esto suponga pararse en la tierra de los aparcamientos y usar como barra el capó de un coche que no pertenece a ninguno de los integrantes del grupo.
De todas formas, los que se encuentran allí están acostumbrados a esto, ni se inmutan cuando alguien pasa entre ellos rozándoles por la falta de espacio y, en muchos casos, automáticamente se dejan pasillos estrechos para poder moverse dentro de la gran masa de gente. Además, el colocarse entre los coches supone la ventaja para sus propietarios de poner a 'todo volúmen' la música que prefieren escuchar con las puertas abiertas si se puede, sino con las ventanillas bajadas, para que todos puedan oirla. Así puedes caminar por el botellón y descubrir como cohexisten en el mismo espacio sonidos tan diferentes como son el flamenco, el reguetón o música 'house'. Y lo sorprendente de todo esto es que cada uno escucha lo que quiere sin que le moleste la música que se 'pincha' en el coche de al lado. Es una sensación general de que todos acuden a lo mismo sin molestarse, ya que uno va a divertirse.
«La gente que viene al botellón viene con una disposición distinta a cuando van a los bares o a las casetas, allí se cierran los grupos de amigos en ellos mismos y aquí es más fácil conocer gente y hablar con los que pasan por tu lado. Aquí te sientes como en casa, estás al aire libre y no hay problemas de colas para entrar ni falta de espacio, como ocurre en las casetas de la feria. Además, muchas veces cuando acabas el botellón y te acercas a ellas tienes problemas para entrar, por eso hay tanta gente haciendo botellón porque está más cómoda, disfrutan y pueden estar aquí bebiendo todo el tiempo que quieran sin hora de cierre», explica Jose Manuel Salgado, mientras se sirve una copa de ron.
Esto no quiere decir que la feria esté vacía, el botellón es solamente una parte de la noche. La mayoría empieza bebiendo en la calle y dependiendo de la hora que estime el grupo de amigos, se marcha después a las casetas de la feria. «Solemos acabar el botellón cerca de las cuatro o cinco de la mañana y es cuando pensamos entrar en las casetas, la feria de Badajoz es una semana al año, así que la cogemos con muchas ganas, pero al principio de la noche todo el mundo está haciendo botellón y dentro de las casetas hay muy poca gente, por eso hacemos tiempo aquí y después entramos en la feria cuando ya hay buen ambiente», afirma Manuel Leandro, uno de los jóvenes participantes de este 'macrobotellón'.
Más económico
Al mirar a las personas que se encuentran bebiendo a la entrada del recinto ferial, uno de los principales motivos de este comportamiento general se puede imaginar: «Es mucho más económico, en una caseta puedes pagar unos cinco euros por una copa, si no es más, y con diez euros compras una botella entera. Puedes beber tranquilamente toda la noche y gastas muy poco, por lo que si quieres vienes todos los días de la feria, además te sirves las copas a tu gusto y mucho más rápido que haciendo cola en una barra. Así la noche nos sale mucho más barata, si fuéramos desde el principio a ellas, sería una ruina», asegura Jose Manuel Salgado, que dependiendo de la noche afirma tomarse 10 ó 15 cubatas.
Esta búsqueda de ahorro es la más nombrada por los jóvenes, que pasan horas consumiendo alcohol y con demasiada frecuencia esas horas se convierten en toda una noche hasta que amanece, como aseguran muchas de las personas que fueron el sábado a la feria y que esperan repetir esta noche como rutina durante la semana que duran las fiestas. Eso sí, en cuanto se les pregunta por la vuelta a casa se disparan las contestaciones: los más jóvenes dicen recurrir a los autobuses que hacen ruta por la ciudad pero otros aseguran que no les gusta ni esperarlos ni volver en autobús, se excusan diciendo que les provoca agobio la cantidad de gente que hace cola para cogerlos y que se llenan muy rápido, por eso acuden al botellón con coches privados.
Entre estos últimos la costumbre que la mayoría afirma tener es la de asignar un conductor que esa noche no prueba el alcohol y se encarga de acercar al resto de los amigos a sus casas, pero aún quedan jóvenes que corren el riesgo de volver al volante de sus vehículos tras haber bebido en el botellón. La razón es que se confían creyendo que sus sentidos y sus reflejos están «bien» para conducir y que además «con suerte» no van a encontrarse con ningún control de alcoholemia.
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