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NURIA GONZÁLEZ PINEDA |
Lunes, 23 de junio 2008, 12:56
Autodidacta, atrevido, inquieto, trasgresor, polifacético y divertido, estos son los adjetivos que definen a Miguel Sansón, un artista que se deja llevar por su intuición y su espíritu para hacer arte. A primera vista parece que haya vivido toda su vida en Manhattan, pero en realidad nació en Almoharín (Cáceres), desde donde ha desarrollado su carrera artística lejos de los cánones establecidos. Miguel Sansón diseña, fabrica y distribuye mobiliario con un catálogo de diseños actuales y de vanguardia con su toque personal. «Mi intención es crear mobiliario que nos haga la vida más agradable, más cómoda, pinceladas de arte, alegría y funcionalidad a nuestro alrededor», dice. Se niega a catalogarse dentro de una corriente o escuela de arte, e insiste en que es un autodidacta. Su trabajo ha sido reconocido en toda Europa y en Nueva York. Ahora emprende una nueva etapa: una apuesta decidida por el arte, pero sin dejar a un lado el diseño de mobiliario. Su madrileña casa es una fusión de hogar y estudio de trabajo, un espacio vanguardista para recibir amigos y clientes. En todos los rincones se palpa su estilo indiscutible. De las paredes cuelgan algunos de los cuadros que expuso en la colección Ángeles y maestros que presentó en Nueva York, y en una estantería se mezclan fotografías familiares con otras más institucionales, como en la que posa junto al alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.
Usted es un artista muy polifacético: escultor, pintor, diseñador de interiores... ¿cómo se define?
Yo no me considero nada. Cuando me dicen: «¿qué eres?». Tengo que pensar qué digo porque no lo sé. No me pongo nombre. Soy un trabajador que intento buscar mi forma de vida.
¿Por qué los ángeles son una constante en su obra?
Sí, porque hubo una época, cuando empecé, en la que me atrajo mucho todo lo que tenía alas, los ángeles y toda esa belleza misteriosa que les envuelve. Un concepto extraño, nadie te puede decir cómo se pintan los ángeles porque nadie los ha visto (ríe, y hasta su sonrisa lleva ese toque personal que caracteriza todo lo que hace).
Actualmente el museo de los ángeles de Lucía Bosé (Turégano, Segovia) cuenta con algunas esculturas suyas. Me imagino que entre ambos habrá ciertos vínculos artísticos sobre todo en cuanto a tema angélico se refiere.
Ahí tengo esculturas permanentes expuestas. Me hablaron de que a ella le gustaban mucho los ángeles y que tenía esculturas, y por eso un amigo en común decidió presentarnos. Lucía me ayudó con el tema de las sillas. Ella vino a mi taller de Almoharín, vio las sillas que hacía y me dijo: «Chico, tú llevas mucho dentro, eso hay que sacarlo. Tienes que atreverte hacer cosas diferentes». Así nació la colección Sent-arte en 2002, el mismo año en que conocí a Lucía.
Sus sillas-esculturas, sus lienzos, su mobiliario transmiten mucha alegría, y emplea colores muy vivos.
Eso es verdad. Me lo ha dicho mucha gente. Tengo un carácter muy extrovertido dependiendo del momento en que esté, claro.
En sus obras se percibe alguna reminiscencia de Velázquez, de Dalí, incluso de Miró.
A veces me han dicho «Tus cuadros son como los de Miró», y he tenido que ir a ver lo que hacía Miró. Como no he estudiado no he tenido una revisión muy profunda de corrientes artísticas, es algo que me he ido encontrando con el tiempo. Ha sido ahora cuando he investigado algo, pero no mucho, me limito a visitar los museos, y poco más, porque prefiero ser un autodidacta.
Usted diseñó una menina-silla para una exposición en la sede de Telefónica en la Gran Vía madrileña, que fue todo un éxito.
Todos han hecho reproducciones del fabuloso cuadro de Velázquez, desde Goya a Picasso o Dalí. Lucía Bosé me presentó a la directora de Woman Together, Yolanda Caparrós, que estaba organizando una exposición de meninas en la sede de Telefónica. Le comenté que tenía el dibujo de una menina, y le propuse hacer una silla-menina. Le encantó la idea, y aquel día cerré todos los telediarios sentado en aquella menina.
Su colección Sent-arte, constituida por sillas con un diseño que rompe estereotipos ha sido todo un éxito. Incluso Juan Carlos Rodríguez Ibarra regaló dos de ellas a los Príncipes de Asturias. ¿Tiene alguna fuente de inspiración para crear tanta originalidad?
Me gusta mucho viajar solo, tal vez sea ésa mi fuente de inspiración. Ir por ahí observando todo.
«Empecé en el taller de mi padre»
¿Cuándo comenzó?
Todo comenzó en 1994 cuando nace la empresa Miguel Sansón S.L. en Almoharín, dedicada al diseño y fabricación de mobiliario en forja siguiendo la estela de mi padre que trabajaba con el hierro. Antes de esa fecha había realizado los más variopintos oficios, ¡hasta de fontanero! Le dije a mi padre que me pusiera un taller de aluminio, y trabajé con él entre el campo y la fragua, que es lo que se hacía en aquella época, en los años 80. Después, a los 26 años, me fui a Alicante, donde tuve una serie de experiencias: conocí a otra gente, aprendí mucho. Sin embargo buscaba algo más, descubrí que se podían hacer otras cosas con hierro. A los 31 años regresé a Extremadura con un proyecto que en mi casa nadie entendió. Empecé en el taller de mi padre haciendo mesas, sillas, cabeceros de camas... Lo del arte fue poco a poco: me presenté a concursos de artesanía y vi que tenía éxito, así fue como me introduje en el mundo del arte.
¿Entonces usted piensa que el artista se hace?
Yo creo que todo el mundo tiene un artista dentro. Pienso que un artista nace de la libertad, donde tú te permitas llegar. Un día decidí que quería pintar algo y lo hice. Mi hermana me ha guiado algo, pero ella también es autodidacta como yo. Si critican mi obra no me importa porque no procedo de ninguna escuela. Si me dicen que es horrorosa, me lo puedo creer.
¿Qué significa el arte para usted?
Es una expresión infinita de todo. El arte es todo aquello que estimula y eleva el espíritu humano, que aporta algo a la humanidad. Una parte de nosotros que tiene la capacidad de crear y hacer algo que es un bien para la comunidad. El verdadero artista para mí es aquel que permite adentrarse en sacar lo que siente sin los cánones establecidos porque aporta algo nuevo. Si aportas algo novedoso, diferente y enriquecedor a la sociedad, ya es arte. Si te permites crear algo y adentrarte en cosas distintas a las que te han dicho que tienes que hacer, marcas la diferencia, y creas escuela.
Pero actualmente vivimos una época en la que hay miles de Picassos, cientos de Murillos...
Sí, pero ¿qué aportan? Aunque hay que reconocer que algunas cosas son muy buenas. Pero ¿quién aporta algo nuevo a la sociedad en estos momentos? ¿Quién enriquece con su obra a la sociedad? Yo me he dejado guiar por el tema espiritual. Es difícil hacer algo nuevo. Hay muchos que se meten en el canon de la moda porque es lo que vende. Yo soy un autodidacta, no lo concibo de otra manera.
¿Qué pretende transmitir a la sociedad actual con su obra?
No busco nada. Quizás haya una inquietud en mi de experimentar en lo nuevo, pero siempre sin un propósito concreto. Simplemente vivo mi vida a través de mi mundo, de lo que siento, y que considero que tengo que hacer en ese momento. Para comer hay que estar haciendo mesas, cabeceros, sillas, pero mis catálogos siempre han sido diferentes. Si tenía que hacer sillas, no me fijaba en lo que hacen otros, sino en lo que yo sentía y no en lo que tengo que hacer supuestamente para que se venda.
Y tampoco le ha ido tan mal... ¿no?
Pues no. Me ha ido de maravilla. Con baches como todo el mundo. Baches importantes en la empresa, pero a rasgos generales muy bien. Ahora estoy llevando a cabo una reestructuración de la empresa, adaptándome a los nuevos cambios. Tener muchos puestos de trabajo ahora mismo no me compensa porque no hay tantos pedidos, antes sí, pero ahora no. He optado por decantarme por otro modelo basado en subcontratar, y llevarlo todo sin intermediarios. Antes me dedicaba más a la fabricacón de mobiliario, y ahora me dedico más al arte y a la escultura.
¿De ahí deriva su propósito de instalarse en Madrid?
En Madrid se mueve todo y quiero instalar la sede aquí, e iniciar una nueva andadura con el estilo de Miguel Sansón. Miro atrás y me parece impresionante lo que he movido desde mi pueblo, y la obra que he hecho. Voy caminando por Gran Vía, o por el Paseo de la Castellana y me sorprendo cuando veo cosas mías. Me tratan como algo diferente. Pretendo crear aquí en mi casa una tienda-estudio alejándome de los cánones artísticos imperantes hoy en día. Nunca he trabajado con ninguna galería de arte, y tampoco lo pretendo.
¿Vive a caballo entre Madrid y Almoharín?
Tengo en venta todo aquello en Almoharín para hacer la reestructuración, no obstante me quedaré con un taller más pequeño. Es el punto y seguido en mi carrera profesional y en mi vida. No hay que aferrarse a nada. Aquello fue un trampolín maravilloso. Yo lo comparo con el agua que debe fluir, hay que dejar que la vida nos lleve. Madrid siempre te aporta trabajo y en Almoharín está la realización del trabajo, allí está tu casa: amigos, familia. Pero Madrid ahora también es mi casa (sonríe).
El año pasado presentó en Nueva York la colección Ángeles y maestros y el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg elogió su obra, ¿cómo vivió la experiencia?
De aquella experiencia aprendí mucho, fue maravillosa. La colección estuvo todo el mes de junio en el West Side neoyorquino, presenté 25 lienzos, dos esculturas, dos sillas-esculturas pertenecientes a la colección Sent-Arte y 20 estudios preliminares de la pintura. Las críticas fueron buenas. A la gente le gustó. Nueva York es una ciudad donde se mueve el arte de todo el mundo y eso te ayuda a verte a ti mismo. A evaluarte a ti mismo y ver si realmente eres bueno o no.
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