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CELIA HERRERA
Domingo, 13 de julio 2008, 16:30
Perdidos. Sudorosos y ya morenos por el sol, caminan por la vieja vía con sus chalecos amarillos. Unos jóvenes topógrafos buscaban esta semana un punto exacto en mitad de la sierra de San Pedro para realizar unas mediciones del terreno, y aunque la belleza del paisaje que les rodea era arrebatadora, hacía mucho calor, y ellos no estaban para poesía.
La zona es muy visitada por turistas y amantes de la naturaleza que quieren disfrutar del paisaje o hacerse con alguna de las mejores piezas de caza que abundan por la sierra, pero ellos tenían que medir los desniveles del terreno en la línea ferroviaria Madrid y Lisboa, en el tramo entre Herreruela-San Vicente de Alcántara, y aún les quedaba mucho trabajo por delante. Todo el verano, como mínimo.
La línea está ahora cortada. Desde el último descarrilamiento del 'Lusitania' (Madrid-Lisboa) que ocurrió en la zona, el 19 de enero de este año, ningún tren ha vuelto vuelto a circular por la vía.
Pero el silencio impuesto se ha roto esta semana al comenzar las obras de renovación de la línea entre las estaciones de Herreruela y Valencia de Alcántara.
El proyecto no prevé un simple arreglo ni una reparación de la vía, como se ha hecho en ocasiones anteriores, sino que se trata de una sustitución completa de todos los elementos por otros más modernos y resistentes, e implica la retirada de todos los carriles de hierro, de las viejas traviesas de madera y hasta del balasto (las piedras de las vías).
Llega el futuro
El comienzo de las obras significa la apertura de una puerta a la esperanza para San Vicente de Alcántara, donde está situada una de las estaciones de tren que más movimiento de mercancías soportó en el pasado Extremadura.
«Nunca en la historia de esta línea había experimentado la vía un arreglo tan importante, y ello la dotará de una capacidad mayor de circulación», destaca su alcalde, Andrés Hernáiz.
«En el futuro podremos enlazar con el talgo Badajoz-Madrid, recuperar los trenes regionales e incluso enlazar con el AVE», comenta animado, sobre todo porque en esa dirección parecen estar encaminados los futuros proyectos del Gobierno, según le han confirmado algunos responsables con los que se ha entrevistado.
«Hay que tener en cuenta que en San Vicente se lo debemos todo al ferrocarril. Si no hubiera sido por este medio de transporte, que permitió exportar el corcho, en vez de un pueblo industrial con 75 fábricas, algunas de ellas de hasta 300 empleados, seríamos ahora un pueblo agrícola, situado en mitad del campo», destaca.
En su opinión, la construcción de una nueva línea, más moderna y adaptada a las nuevas necesidades del transporte ferroviario, permitirá a sus empresarios locales viajar con mucha más comodidad y rapidez a sus lugares naturales de negocio de Madrid y Barcelona, y los vecinos podrán llegar a Badajoz, Cáceres y Madrid con mucha más comodidad. Muchos dejarán de ir en coche hasta la capital pacense para coger el tren. «Esta obra debe representar el futuro para el pueblo, aunque no sabemos cuándo comenzará éste», anuncia.
Obra difícil
El proyecto de sustitución de la línea también incluye la ampliación de las trincheras, y el trabajo resulta muy complicado y penoso por las dificultades del terreno y la imposibilidad de acceder con vehículos convencionales a la mayor parte del trazado.
En algunas zonas de la Sierra de San Pedro, donde las trincheras son pura roca, tendrán que emplear hasta dinamita para abrirse camino, advierte Antonio Hernández, responsable de organizar estas tareas.
Los obreros, aunque cuentan con maquinaria especial, sufren las altas temperaturas del verano extremeño, y tragan mucho polvo durante los movimientos de tierras. Sus jornadas comienzan cuando sale el sol, a las siete de la mañana, y no terminan hasta 12 horas después, con un descanso de 60 minutos para comer.
«Lo peor es el calor», comenta Felipe Cordero, un extremeño nacido en Cilleros, pero que emigró hace 10 años a Zaragoza. Aunque tiene casa en su pueblo natal, no planea regresar a Extremadura. Zaragoza le dio las oportunidades que buscaba, y allí ha instalado su vida y sus expectativas.
La obra de sustitución de la línea ferroviaria a la altura de San Vicente le ha permitido recalar de nuevo, aunque de forma temporal, en su tierra, donde trabaja codo con codo con otros obreros y técnicos de Zaragoza y numerosos trabajadores extremeños, seis de ellos oriundos del propio pueblo de San Vicente de Alcántara.
Pero los obreros contratados en el pueblo serán más en breve porque la plantilla aumentará según vaya avanzando la obra, anuncia César González, encargado de la misma.
La multitud de trabajos diferentes se llevan a cabo en varios tramos de la vía a la vez a lo largo de 12 kilómetros. Mientras unos miden los desniveles, otros van revisando y limpiando las alcantarillas que jalonan el trazado; las máquinas amplían trincheras y hacen desmontes; y en algunos tramos ya se ha empezado a levantar la vieja vía.
En la primera semana ya se han retirado casi ocho kilómetros en la zona de Herreruela, y va llegando a la estación de San Vicente el nuevo material con el que se irá tendiendo la nueva línea.
Los trabajadores que participan en la obra, expertos en su mayoría en este tipo de labores, destacan el mal estado de la vía que van retirando.
«Hace falta renovarlo todo. Está todo muy viejo, y en algunas zonas los carriles están hasta torcidos ¿no lo ves?» indica con acento mañico uno de los operarios.
Toda la obra se desarrollará de igual modo, y a la vez, en el tramo existente entre San Vicente de Alcántara-Valencia de Alcántara, cuya ejecución se ha encargado a la empresa Confesa. Esta parte del proyecto costará 2,5 millones de euros.
Ritmo frenético
El ritmo ahora es frenético, pero se prevé que lo sea mucho más. El tiempo corre en su contra, ya que la obra debe estar terminada en los próximos tres meses. El 30 de septiembre está previsto que vuelva a circular el primer tren que recorrerá la línea entre Madrid y Valencia de Alcántara.
A pesar del esfuerzo general, pocos trabajadores creen que las obras terminarán a tiempo. «Es demasiado difícil», reconocen mirando a su alrededor, por donde vuelan nubarrones de arena. «Se hará lo que se pueda», advierten con resignación.
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