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NATALIA REIGADAS
Domingo, 27 de julio 2008, 11:11
Como buen escritor, Justo Vila observa con una mirada diferente las vacaciones. No sólo como un descanso del cuerpo, sino también del corazón. Así, el también director de la Biblioteca de Extremadura, confiesa que su destino habitual de descanso y su refugio es la literatura. Los escritores no sólo escriben, también leen y viajan. El literato extremeño desvela algunos de los viajes que más le han marcado.
-Ya estamos en verano, ¿le toca trabajar o podrá tomarse unas vacaciones?
-El verano es muy largo y da para mucho. La mayor parte del verano la pasaré trabajando, como cualquier hijo de vecino. Pero está claro que alguna vez hay que desconectar, ¿no le parece? Y no sólo porque haya que recargar pilas, que también.
-Normalmente, ¿en qué época del año puede tomarse un descanso?
-En verano, claro... El clima en esta parte del mundo es decisivo a la hora de darse una tregua, incluso a los que tenemos la suerte de darle a un botón y conectar el aire acondicionado. Imagínese usted a los albañiles en la obra a las cuatro de la tarde en pleno agosto... Es inhumano. Extremadura o Andalucía, no es Cantabria, pongamos por caso. Tenemos que adaptarnos a las peculiaridades climáticas.
-En sus vacaciones, ¿prefiere viajar u opta por quedarse en casa a descansar?
-Una forma de descansar es cambiar de actividad. Claro que no hay que confundir viajar con sólo pasar. Viajar es andar, pero es también estar. Quiero decir que, en la medida de lo posible, se debe abordar un lugar con renuncia expresa a las prisas y, a ser posible, sin férreos itinerarios establecidos de antemano. La mayoría de los sitios que uno visita no suelen abrir su corazón a los que confunden viajar con sólo pasar. Viajar no es ir de un lado a otro, picoteando como las abejas. Viajar es compartir. Viajar es más estar y menos andar.
-¿Cuál es su destino de vacaciones más habitual?
-A mi familia y a mí nos gusta cambiar, una semana en la playa, algún tiempo en el interior, España, Europa, viendo monumentos, museos, paisajes... Si se puede, claro... Pero, si tuviera que decir un destino, el más habitual, diría que ese destino es un lugar llamado Literatura. Eso sí que es un hábito en mí. Leer es tanto o más que viajar. Leyendo se conoce el mundo en el que vivimos.
-¿Su lugar favorito para escaparse?
-Para escapadas de fin de semana o un puente, sin duda Extremadura. Me gusta perderme entre las piedras de Mérida o Cáceres, pongamos por caso; en las callejas de Alburquerque, Coria o Jerez de los Caballeros; en parajes tan diversos y de un atractivo tan increíble como las sierras de San Pedro, Gata o Tentudía; el parque natural de Cornalvo y el parque nacional de Monfrague; los mares interiores de La Siberia y La Serena; las dehesas del Suroeste, el bosque de encinas más grande del mundo...
-¿Cuáles han sido las mejores vacaciones de su vida? ¿y las peores?
-De las peores ya no me acuerdo. No quiero acordarme... Las mejores, sin duda las que empiezan ahora... Del pasado, me acuerdo de los días en que mis hijos eran pequeños y mi mujer y yo intentábamos enseñarlos a nadar en las playas de Conil (Cádiz), en Perlora (Asturias), o en los ríos de Gredos. Antes aún, cuando el niño o el muchacho era yo, recuerdo con cariño las vacaciones en mi pueblo, Helechal, los chapuzones en el Zújar, las correrías durante la siesta en busca de nidos de tórtolas...
-Recomiende un lugar de vacaciones a los extremeños...
-Yo soy de la opinión de que hay que conocer lo propio, lo cercano, antes que lo otro. Ahora bien, suponiendo que conocemos ya lo nuestro (Extremadura, España), yo recomendaría Grecia e Italia, entre otras muchas cosas por aquello de las raíces culturales. Y al otro lado del charco: México y Perú, sobre todo por el legado azteca e inca.
-Dentro de España, según su opinión, ¿qué lugar nunca debe de ser olvidado?
-A mí me gustan especialmente, tal vez por aquello del contraste con los llanos extremeños, los Pirineos y los montes asturianos; el prerrománico ovetense y el románico catalono-aragonés...
-¿Y en Extremadura?
-En mi libro de viajes En cuanto amanezca ya escribí que en Extremadura se encuentran algunos de los lugares más bellos de la tierra. Escribí aquel libro después de andar y estar por sitios que no aparecen ni en los mapas, apartados rincones, casi perdidos, de una región que sorprende a cada paso, colocando a más de uno, por desconocimiento de lo propio, en la difícil posición de asombrarse con la admiración ajena. Cada comarca extremeña tiene su tiempo. Por ejemplo, en primavera, la Sierra Suroeste, Zafra-Río Bodión, el Valle del Jerte, La Vera y La Serena. En verano, Las Hurdes, la Sierra de Gata, el Ambroz, Tierra de Barros y las Vegas En otoño, los Llanos de Cáceres y de Olivenza, Tentudía, las Villuercas y La Siberia. Y en invierno, los Baldíos de Alburquerque y la Sierra de San Pedro, los Ibores, la Campiña...
-Por su trabajo, también le toca viajar, ¿se puede disfrutar de esas visitas?
-Es difícil porque no suelo parar en ningún sitio. Fuera de Extremadura, el sitio que más visito es Madrid, el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional... Generalmente vas a reuniónes relacionadas con tu trabajo. Llegas, después de cuatro horas de viaje, te reúnes durante tres o cuatro horas más y regresas a Badajoz, a veces sin tomar ni un café. Por circunstancias que no sé si vienen al caso, siempre intento pasar la noche en Badajoz.
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