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ANTONIO ASTORGA
Miércoles, 1 de octubre 2008, 03:07
Muy de niño José Luis Garci imaginó que aquel viejecito canario, con bigote blanco y lentes, que aparecía en los libros que le cogía a su padre de su alacena de Babel era el abuelo Benito (quizá por no haber conocido a sus abuelos paternos). Garci sentía a su abuelo Benito (Pérez Galdós) como un tipo tranquilo y bueno, machadianamente bueno, limpio, no muy hablador, humilde, dotado de imaginación, inteligencia, instinto. El abuelo Benito edificó una Comedia humana para otra Restauración sobre el fracaso de un pueblo y de un Reino, sobre la tragedia inextinguible de España logrando que «el conocimiento» prevaleciera sobre «la opinión».
Esa poliédrica tragedia humana es la que Garci filma en 'Sangre de Mayo', con la máquina del tiempo de la verdad. La épica y epopeya de las muy honorables clases bajas del pueblo de Madrid, que descabalgó a bocados, a alfilerazos, con aceite frito... al Ejército más poderoso del mundo un 2 de mayo de 1808...
-'Sangre de mayo' en este septiembre negro. La película emociona. Y el gesto y la heroicidad de aquella gente. Lo que nunca se borrará de nuestra memoria colectiva es que aquel valeroso pueblo de Madrid, sin Ejército, ni Rey, ni Dios que le protegiera, estaba repleto de héroes y víctimas.
-Y eso es lo terrible. Fueron héroes y víctimas las clases populares más bajas, no las medias. Talabarderos, hojalateros, merceros, floristas, chicas de mesón... Ellos dijeron: «¿Ya está bien de que me toque el culo esa gente y entren aquí y no paguen!». Y se levantaron con palos, piedras, sartenes.. Incluso a bocados.
- ¿Por qué o por quién luchaban aquellos héroes y heroínas?
- Por un jefe equivocado, que era Fernando VII, el rey felón, que fue el mayor error que ha ocurrido. Fueron héroes y víctimas de un Rey equivocado, que se carga la Constitución de Cádiz de 1812. Hubiera sido mejor cualquier otra posibilidad que Fernando VII. Él acabó con el mayor resquicio de civilización y cultura que podía haber en gente como Jovellanos y compañía. Napoleón quería entrar en España, con la excusa de que venía a Portugal, y quedarse. Una invasión. Pero lo bueno que traía para los afrancesados era la Ilustración, una nueva mirada al mundo, en la Judicatura, en la Cultura, una renovación del mundo. Pero metía sus fusiles también. Gran y grave contradicción. Y el problema es que el Ejército español no intervino.
- Salvo Daoíz, Velarde, el teniente Ruiz...
- Fueron héroes, junto a Manuela Malasaña y todo ese pueblo madrileño de las clases bajas. Dieron su vida por España. Por una idea en la que ellos creían. Por defender su dignidad y su independencia.
- «¿Qué tragedia siempre la de España!», comentan Isidoro Máiquez (Carlos Larrañaga) y el escritor Comella (Paco Algora)...
- Sí, España es una tragedia inextinguible. Eso está claro. Yo creo que es «Sangre de Mayo» es una película que recoge parte de lo que tendría que haber sido el Bicentenario del Dos de Mayo de 1808. A mí Esperanza Aguirre textualmente me preguntó: «¿Qué se te ocurre? ¿Qué podemos hacer?». Y yo le dije que Galdós. Yendo de la mano del abuelo Benito, sobre todo de los dos primeros Episodios Nacionales, se puede construir una película que esté muy bien. Pasó un año, se hicieron los guiones, los ensayos, la preparación, etc... Nunca pude imaginar el enorme regalo que me hizo al poder acercarme a Galdós, que era mi segunda experiencia después de 'El abuelo', un presupuesto enorme, una película épica. Una experiencia única e irrepetible como la vida. Entonces ¿cómo no voy a estar agradecido!
- ¿Siente que la escopeta nacional de la envidia le tiene apuntado entre ceja y ceja?
- Aquí cuando alcanzas una buena posición la gente no te dice: «¿Qué suerte!». No, te espetan: «Fulano tiene una posición envidiable». La única pena que me queda de la película es no haber podido sacar el asedio al Parque de Monteleón porque el presupuesto no dio. Tanto hablan de esos quince millones de euros... pero es la mitad de lo que se gastó mi admirado Milos Forman en «Los fantasmas de Goya». Cuando digo admirado lo digo de corazón porque le conozco y le tengo un gran cariño. Nosotros tuvimos que mutilar una parte del guión, probablemente la más épica, que es cuando Daoíz está en el Parque de Monteleón junto a treinta y tantos soldados y les dice mirando un papel: «¿Esta es una orden cobarde y no vamos a hacer caso de ella!». Y la rompe delante de todos. Rápidamente ordena que se abran las puertas, que pase la gente y que armen al pueblo. En ese momento les dan de todo, hasta estoques de torero. Pero ya bajan por lo que hoy sería la calle Ruiz los mamelucos y los cañones. Y ahí vendría la gran pelea tipo «El Álamo», que yo quería haber hecho.
- Por eso hablan de polémica. ¿Ladran luego usted cabalga?
- Aquí no hay más polémica que la que ha armado un periódico, y lo que ha querido sacar. En este país ha nacido un nuevo deporte nacional: tirar a Garci. Lo cual no lo entiendo porque nunca he visto que hubiera polémica ni que ese periódico sacara nada cuando a la Fura del Baus le dieron la inauguración de Barcelona 92. Tampoco creo que Ruiz-Gallardón hiciera ningún concurso para darle el Teatro Español a Gas. Es ridículo pensar que yo he tenido que pagar «¿un peaje?» por sacar las imágenes de Madrid a los que me han encargado la película. Y un halago. Porque creen que soy un chavalín de 18 añitos.
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