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ÁNGEL ORTIZ
Jueves, 27 de noviembre 2008, 03:02
No se lo cuente a nadie, pero me han dicho que los Taways no salen en el concurso de murgas del próximo Carnaval, que La Caidita se ha dividido en dos, que Ad Libitum pasa del concurso y sólo actuará fuera del López; que vuelven al teatro los Mirinda y regresan Los últimos de la cantina; que en las reuniones para sentar las bases del concurso se ha discutido la posibilidad de nombrar 'cabezas de serie', como en los campeonatos de fútbol internacionales. ¿Ah!, y que sobre el escenario se verán disfraces de músicos de los sesenta, ninjas, basureros y otras especies en peligro de extinción. Además leo que Localia cierra a final de año, por lo que no está muy claro que vaya a haber emisión televisada en directo de las preliminares del certamen. Pero esa es otra historia. Lo importante es que los polígonos de Badajoz ya se han llenado de tambores, que hay modistas cosiendo pespuntes como posesas y cientos de comparseros pegando lentejuelas con litros de superglú. El Carnaval de Badajoz da mucho trabajo, quebraderos de cabeza y cosas de qué hablar. Y para los que, de calle o con antifaz, disfrutamos de esta fiesta, enterarse del chinchorreo es como calentar motores. De hecho, una buena manera de calibrar la importancia social de un acontecimiento es el tiempo previo a su celebración, más o menos largo, en el que van surgiendo rumores, noticias, especulaciones, etc... En este sentido, el Carnaval de Badajoz es, de las celebraciones pacenses, la que más calienta. La que más calienta motores, quiero decir. Pero además, ¿qué otra cosa tiene esta ciudad que se ame o se odie como se ama y se odia el Carnaval?
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