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Siete días

Amigos a escondidas

ANTONIO CID DE RIVERA |

Domingo, 15 de febrero 2009, 11:11

Monago y Vara son como esa pareja bien avenida que en privado se entienden, pero en público tienen que mostrar un papel completamente diferente, casi de enemigos. Pareciera que estuvieran actuando en un teatro con espadas en lo alto, y luego, entre bastidores, se dieran abrazos. Y es que Vara es muy de besos y abrazos y, claro, el cuerpo a cuerpo no le sale como debiera. Monago, en cambio, es todo lo contrario, pasa del diálogo al cabreo en un segundo, y escatima más en cariños, al menos públicamente.

El presidente extremeño y el líder de la oposición confiesan por separado, y en privado, que hablan frecuentemente y hasta que se entienden. Cada uno en papel, claro está, pero se entienden en definitiva, lo cual hasta hace sólo un año y medio era pecado mortal en esta región. Recuerdo que el anterior presidente del PP, Carlos Floriano, le reprochaba siempre a Ibarra que no le llamara por teléfono, que no le contara nada, que en 24 años de gobierno sólo hubiera recibido al líder de la oposición tres veces, a él en concreto sólo una en ocho años.

El propio Ibarra tuvo ocasión de señalar en un artículo de HOY, nunca a Floriano directamente, que él creía en el modelo de hacer política anglosajón en el que el presidente y el líder de la oposición se ven las caras en el Parlamento, con luz y taquígrafos, y sin ocultarle nada a los ciudadanos; que lo otro era una política de despachos que a él no le gustaba nada.

Lejos de echar por tierra su ideología, creo más bien que el ex presidente Ibarra nunca tomó en serio a Floriano, lo menospreció políticamente hablando, dando por sentado que no le llegaba ni a la suela de los zapatos. Y como las urnas le acompañaban, todos a callar.

El caso es que ahora las cosas parecen haber cambiado. A Vara le ha tocado gobernar y a Monago intentar llegar a hacerlo algún día, estando en medio de ambos la responsabilidad de que Extremadura progrese.

El viernes se le escapó a Vara en la Asamblea que si les siguieran a él y a Monago con una cámara de televisión les pillarían en más ocasiones de los que algunos piensan. Monago guardó silencio porque sabe que es verdad, que se ven en privado. Por eso optó por poner cara de póquer. Habrá que avisar a los paparazzis porque aquí hay tomate, político se entiende, y la puesta en escena difiere mucho de lo que ocurre en privado.

Odiar al enemigo

Para un gobernante reconocer que le cae bien quien le persigue desde la oposición es muy duro, sobre todo en un partido como el PSOE acostumbrado a todo lo contrario, a casi odiar al enemigo; pero para un líder de la oposición en Extremadura que se sepa que es león en público y cordero en privado resulta aún peor. Aunque el talante dialogante esté de moda, cuando no se está en el poder la militancia quiere sangre, máxime si se comprueba que, a pesar de la que está cayendo con la crisis, quien gobierna goza de buena imagen y, en consecuencia, tiene toda la pinta de perpetuarse en el sillón.

Hay asuntos en Extremadura en los que PSOE y PP, gobierno y oposición, tienen que estar de acuerdo, y para eso una cita en privado o una llamada de teléfono nunca vienen mal. Vara sabe de la eficacia de este método pues lo ha practicado desde siempre, incluso durante su etapa de consejero de Sanidad. Monago también, ha tenido responsabilidades de gobierno en el Ayuntamiento de Badajoz y conoce los entresijos a la hora de entenderse con el contrario. Está por ver que el clima de diálogo perdure y que las dos caras, la de colaboración cuando toque y la de guerrilla cuando no, se puedan mantener a pesar de todo, y a pesar de todos.

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