Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 9 de marzo, en Extremadura?
DE TERTULIA. Dos veteranos belvisos charlan tranquilamente en un banco a las puertas del castillo medieval de Belvís de Monroy.|ESPERANZA RUBIO
Belvís, 12 apóstoles y un marqués
EL PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Belvís, 12 apóstoles y un marqués

Esta es la historia de un pueblo que son dos: Belvís de Monroy y Casas de Belvís. A veces se han llevado mal, pero ahora progresan juntos. También aparecen en esta historia 12 apóstoles, que partieron de Belvís para colonizar América protegiendo a los nativos, y no falta un marqués con un castillo que quiere comprar el pueblo.

POR J.R. ALONSO DE LA TORRE |

Domingo, 12 de abril 2009, 15:32

Un agradable camino peatonal, empedrado y arbolado, une Casas con Belvís. Atardece. A estas horas y con esta luz se ruedan las escenas bonitas de las películas. Es el mejor momento para descubrir lo insospechado. Porque de Belvís de Monroy casi todos los extremeños sabemos que tiene un castillo que atrae. Pero lo sabemos de lejos. Lo vemos desde la autovía y decimos: «Mira, ¡qué castillo más bonito!, un día tenemos que ir a verlo».

Pues bien, ha llegado ese día y, buscando un castillo, se nos aparecerá san Francisco y recorreremos un camino idílico y místico que transcurre entre berrocales y une una ermita singular del siglo XIII con un convento espectacular del XVI. Después sí, después nos vamos al castillo y tras la visita, tertulia.

La fortaleza tiene dos partes, una más militar y pétrea, que se conserva bastante bien, y otra de trazas palaciegas, edificada ya en el Renacimiento con materiales menos sólidos y que hoy se encuentra casi en ruinas. Un aviso deja claro al turista que si se cae por las piedras y almenas, la culpa es suya y no del dueño de la fortaleza. ¿Y quién es el dueño?

«Este castillo es de los sobrinos del marqués, pero no se han entendido con el ayuntamiento y no lo venden». La información no es oficial, pero tiene la garantía de la veteranía. A las puertas del castillo, entre un banco y un tapial, varias ancianas y ancianos sabios sientan cátedra.

¿Pero qué será eso de que no se entienden los sobrinos y el alcalde? «A saber», apunta un sabio. «Cosas de perras», tercia otro. La precisión llega de la boca de un tercero: «El ayuntamiento y el marqués ya estaban de acuerdo para vender, pero se murió el marqués, heredaron los sobrinos y ya no lo quieren vender».

Así que tenenos un marqués. ¿Pero qué marqués? Sonia García Gómez es historiadora y tiene un trabajo sencillo, documentado y riguroso donde se resume la historia de Belvís. En él descubrimos que se trata del marqués de la Romana, que aprovechó la desamortización para comprar baratitas unas miles de hectáreas. Un antecesor suyo libró victoriosas batallas en la comarca contra los franceses y recibió como premio otras hectáreas. Al final, el marquesado se hizo con 27.000 hectáreas cacereñas y este castillo.

El marqués y las sardinas

En el sanedrín de la fortaleza gustan mucho estos temas nobiliarios. «Fíjese usted, otro que tenía por aquí muchas tierras era el marqués de Comillas, que solo le faltaba una finca para ir por sus posesiones desde aquí hasta Madrid», expone un experto. Las opiniones empiezan a despeñarse por maravillosos precipicios imaginativos: «La madre del de Comillas vendía sardinas, pero se fue a América, trajo dinero, le dio 25 millones al rey para que echara a los moros cuando la guerra y el rey le dio todo».

¿Qué moros, qué guerra, qué todo...? Las preguntas quedan en el aire porque tercia otro divertido tertuliano que quiere quedar por encima. «Yo conocí al marqués de la Romana», anuncia solemne. «Tú no has conocido a nadie porque el marqués murió hace 500 años», replica una señora demasiado realista. Discuten, se enfadan, el amigo del marqués se indigna, se levanta, da un golpe terrible con su bastón en el suelo.

Pero antes de que los muros se llenen de sangre, surge de nuevo la leyenda y se aplacan los ánimos. «En unas excavaciones que han hecho aquí, han salido esqueletos de mozas y eso era porque los curas antiguos cogían a las muchachas del pueblo y las mataban», relata un señor con boina y un silencio baja de la almena, suspende los sentidos y remata el cuadro: Belvís de Monroy no es un pueblo cualquiera. Su historia está llena de conventos, esqueletos de mozas, marqueses, apóstoles...

Sí, apóstoles. Nos alejamos del castillo y nos acercamos a un paisaje espectacular de canchos y monumentos. Dejamos el coche en un aparcamiento y nos encaminamos hacia el convento de San Francisco y la ermita del Berrocal. Una senda los une hoy y la historia los juntó hace 500 años, cuando dos frailes franciscanos decidieron abrazar la vida de eremitas en este paraje. Habían sido expulsados del convento de Guadalupe acusados de iluminados.

El caso es que consiguieron licencia episcopal y apoyo de los señores de Belvís para fundar en este lugar un convento de franciscanos descalzos, austeros, idealistas y cultos. Andando el tiempo, uno de ellos entabló amistad con Hernán Cortés, que enseguida entendió que aquellos monjes especiales eran los idóneos para evangelizar en Nuevo Mundo. Solicitó esa gracia a Carlos I, que accedió, y de Belvís partieron camino de Méjico quienes han pasado a la historia como los 12 apóstoles.

Era el año de 1523 y su labor fue encomiable: escribieron la historia de los indios, respetaron su mitología y sus rituales, protestaron por su esclavitud, fundaron escuelas, conventos y ciudades y, al unir ambas culturas, suavizaron la crueldad de la conquista. Al final, acabando el siglo XVI, fueron marginados y perseguidos por defender a los nativos y oponerse a que los españoles, laicos y religiosos, arrebataran sus riquezas a los indios.

A este convento de Belvís llegaron durante años decenas de franciscanos a prepararse para ser misioneros en América. Hoy se puede visitar el convento, pasear por sus inmediaciones (ver más fotos del viaje en hoy.es), acercarse a la ermita, sorprenderse ante una estatua de San Francisco asomándose tras unas peñas. Todo esto en un lugar tranquilo y silencioso al que peregrinan los vecinos de Belvís y Las Casas haciendo su particular ruta ascética del colesterol.

Nos hemos referido a los vecinos de Las Casas, que es el nombre de la otra parte de Belvís, o sea, la pedanía de Casas de Belvís. Estas dos localidades tienen más o menos la misma población: unas veces gana Belvís y otras, Las Casas. A lo largo de la historia, Casas ha querido independizarse en varias ocasiones.

En 1769, reinando Carlos III, los vecinos de Las Casas consiguieron que, cada tres años, el juez fuera caseño y no belviso y lograron un alcalde pedáneo. En 1931, había más caseños que belvisos y también más concejales, así que Las Casas se declaró independiente, pero Belvís no entregó ni los libros, ni el pósito ni la mitad de la dehesa boyal.

Como no les dieron la independencia efectiva, los caseños no votaron ni en las municipales de 1933 ni en las generales de 1936. En 1937, en plena Guerra Civil, se eliminó el ayuntamiento de Las Casas. Hoy, progresan juntos y una piscina a medio camino simboliza el entendimiento.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Belvís, 12 apóstoles y un marqués