Secciones
Servicios
Destacamos
J. R. ALONSO DE LA TORRE
Sábado, 25 de abril 2009, 10:47
El miércoles estuve en Zafra. El departamento de Portugués de la Escuela de Idiomas celebraba unas jornadas sobre el 25 de abril y los ecos de aquella lejana primavera. El miércoles intervenía Ligia Borges, lectora del Instituto Camôes en Cáceres. Es amiga, me interesa lo que cuenta y estuve escuchándola. El título de su conferencia era: «Impacto de una revolución cultural». Asistían a su charla unas 50 personas. Desgranó diferentes ideas y analizó el reflejo en la sociedad y en las costumbres de la Revolución de los Claveles. Pero me llamó la atención una curiosidad que paso a relatarles. Como saben, un lugar común muy socorrido es afirmar, con más o menos ironía, que las mujeres portuguesas son bigotudas y tienen pelos en las piernas. A mi siempre me pareció la típica estupidez xenófoba entre vecinos. Sin embargo, según explicó Ligia, esa creencia tiene su razón de ser. Resulta que, al dejar las colonias tras el 25 de abril, miles de portugueses regresaron a la metrópoli desde Angola, Mozambique y Cabo Verde. Allí, los negros, como es sabido, no tenían vello en las manos ni en las piernas y las portuguesas blancas, para demostrar que no tenían ni un mililitro de sangre negra, se dejaban crecer el bigote y el vello en las piernas e incluso se ponían medias transparentes para que se les vieran bien los pelos. Al volver, esas mujeres llamaron mucho la atención y a partir de su anecdótico caso particular, los españoles categorizaron: las portuguesas tienen bigote. Esa reafirmación racial es historia, pero el tópico sigue, aunque las portuguesas se depilen tanto o más que las españolas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.