Borrar
Si hay agua y están muy juntos, un eucalipto puede alcanzar los 45 metros de altura en busca de la luz con un diámetro de cuatro metros,| CASIMIRO MORENO
Eucalipto, el árbol condenado
EL NÚMERO DE HECTÁREAS VA DISMINUYENDO

Eucalipto, el árbol condenado

El número de hectareas de esta especie no autóctona va disminuyendo Expertos plantean usar su madera no sólo para carbón sino para hacer muebles o biomasa

J. LÓPEZ-LAGO

Lunes, 11 de mayo 2009, 15:57

Si hay un árbol que a cualquier extremeño le resulta familiar ése es el eucalipto. Reconocible por todos, incluso a cientos de metros desde la ventanilla de un coche, es probablemente la especie arbórea menos elogiada, la más denostada por su presunta inutilidad, un racismo botánico que no escapa incluso a asociaciones ideológicas por ser Franco quien los mandó traer a España. Presentes aún en cualquier tipo de paisaje ibérico, el eucaliptus es un género de árboles de la familia de las mirtáceas, originario de Australia, que llegó a través de Galicia. Pese a sus más de 700 especies descritas, en Extremadura prevalecen dos, el blanco o globulus y el rojo o rostrata. De hoja perenne y un porte que puede alcanzar los cuarenta metros, admite de media tres talas en su vida como madera aprovechable, una cada diez o quince años, por lo que no hay que hacer muchas cuentas para saber que, si llegó en los años sesenta, a esta especie le queda una década de vida desde un enfoque económico.

Para algunos puede parecer una buena noticia, pues no son pocas las acusaciones hacia el eucalipto de que deseca el terreno donde se asienta, un vicio o cualidad, según se mire, que a fin de cuentas, junto a su rápido crecimiento muy apropiado para reforestaciones, fue la razón de su exportación, ya que ha hecho desaparecer humedales atestados de mosquitos impidiendo la propagación de enfermedades como el paludismo o convertir zonas encharcadas en habitables, como ha ocurrido en la isla de Cerdeña.

Ni un sólo ejemplar más

El ingeniero de montes Adrián Montero habla de 71.000 hectáreas de eucalipto rojo y 8.000 de la especie blanca dentro de las fronteras extremeñas, situando a la comunidad autónoma como la cuarta del país en superficie de eucaliptales, sólo superada por Galicia, Andalucía o Castilla la Mancha. Según este experto, «no se ha plantado ni un solo ejemplar más desde los años 80, más bien su presencia se está reduciendo drásticamente, ya que desde 2001 hay 4.000 hectáreas menos». El destino de estas talas suele ser la madera de baja calidad para hacer carbón, palés o tableros de aglomerado, «utilizaciones humildes, poco interesantes y, en términos económicos, totalmente marginales», indica Miguel Elena, director del Instituto del Corcho, la Madera y el Carbón Vegetal (Iprocor), dependiente de la Consejería de Economía, Comercio e Innovación de la Junta de Extremadura.

Pero la pregunta es si la próxima generación de extremeños podrá ver de cerca un eucalipto. Este árbol sólo tiene dos salidas actualmente: la industria del mueble y la biomasa, ambas con perspectivas bastante inciertas.

Ensayos científicos realizados en la región han demostrado que su madera -en el caso de la variedad roja- puede servir para hacer muebles de calidad, aunque falta aplicar estos experimentos de modo industrial y confirmar que hay negocio detrás. Por otro lado, la biomasa como combustible alternativo es un campo en constante exploración actualmente y donde esta especie tiene mucho que aportar.

Hace tres años que en Iprocor diseñaron, con tecnología austríaca, un horno a escala para averiguar qué cualidades podía tener la madera del eucalipto rojo, el más abundante en Extremadura, «ya que hay evidencias científicas -explica Miguel Elena- de que la madera es más dura y más densa para trabajar con ella corrigiendo efectos estructurales como la torsión que adopta su fibra según su humedad y temperatura. Como árbol no pasa nada, pero aplicada a algún utensilio o mueble sí. De modo que hemos trabajado para estabilizar esta madera y nuestra hipótesis es que interviniendo en esa estructura durante el secado se puede conseguir. Se hace con saturación mediante vapor de agua, después disolvemos las sustancias que intervienen en esas torsiones y hacemos una extracciónmediante un secado en vacío».

Hace unos meses fueron presentados en Mérida los primeros muebles realizados a partir del eucalipto en forma de aparador y los expertos concluyeron que, afinando el sistema de fabricación, esta madera socialmente condenada «podría ponerse a la altura de una madera noble como la caoba», según Elena. La diferencia -añade el director de Iprocor- es que el precio es mucho más atractivo, sólo hace falta que, desarrollada la tecnología, algún inversor dé el paso para aprovecharse de ella y convertir los ensayos en un proyecto empresarial.

Pero el principal obstáculo que encuentra el eucalipto para su supervivencia es que esta información llegue a los propietarios de las fincas. «Para que esta investigación sea objeto de estudios de mercado es necesario que existan operadores intermedios que indiquen este destino superior». Hornos específicos como el de Iprocor, que sólo tiene tres metros cúbicos de capacidad y por tanto no está diseñado para procesos industriales sí existen en Australia o Portugal, pero no en Extremadura, donde la sensación de los estudiosos en la materia es que se está desaprovechando un recurso natural con gran potencial.

Para invertir esta tendencia las energías renovables tienen mucho que decir. Actualmente afectan al eucalipto en un sentido y en el contrario. La conversión de terrenos poblados con este árbol en superficies llanas y clareadas dispuestas acoger plantas fotovoltaicas y termosolares juegan en su contra. Tampoco hay que olvidar que el destino mayoritario de su madera, el carbón, libera cantidades ingentes de CO2, una agresión al medioambiente injusta teniendo en cuenta el oxígeno que han estado liberando sus hojas durante la vida del árbol, apunta Miguel Elena.

Sin embargo, convertir en biomasa su tronco y ramas puede ser un fin más saludable que permita mantener e incluso extender su presencia en la región, «ya que se conoce la tecnología de esta fuente de energía y ya cuenta con un camino trazado y líneas de apoyo, dando un enfoque económico nuevo a grandes espacios de Extremadura», señalan desde Iprocor.

En esta dirección le gustaría que avanzase la negativa biografía de esta especie vegetal a Ángel Martín, gerente de Explotaciones Forestales Marles S.L., una empresa afincada en la pedanía pacense de Gévora que lleva 13 años funcionando y que prácticamente la totalidad de encargos que recibe consiste en talar eucaliptos para la posterior venta de su madera, casi siempre para convertirla en carbón. Cuando no queden eucaliptos, calcula que «en no más de 10 o 15 años», su actividad empresarial habrá muerto «y tanto yo como mis 30 trabajadores -dice sin dudar- tendremos que buscar otra ocupación, igual que los carboneros o muchos aserraderos».

A no ser que se tomen decisiones políticas al respecto, «ahora mismo se considera la biomasa como dos categorías: restos forestales y cultivos energéticos específicos. Y el eucalipto está en el primer grupo. Si pasase al segundo significaría que a la empresa que explota esas superficies le pagarían más y por tanto el propietario cobraría más».

Pero la realidad hoy día es que incluso la Junta de Extremadura subvenciona puntualmente el destoconado de eucaliptales, última fase en la vida del árbol después del tercer corte y la más cara de ejecutar porque se requiere maquinaria específica que arranque de la tierra la raíz, por lo que la ayuda económica está justificada, ya que el coste de este proceso supera el valor que alcanza la madera. En cualquier caso, la administración no abusa de esta eliminación definitiva, sólo lo hace en ZEPAS para reforestarlas con especies autóctonas como encinas o alcornocales o en actuaciones concretas para prevenir incendios.

Debido a la cercanía del agua, la otra gran masa de eucaliptales en la geografía extremeña se localiza en las márgenes de los ríos. Son por tanto propiedad de las confederaciones hidrográficas del Tajo y del Guadiana. En este caso, explica Ángel Martín, sólo se talan cuando se prevé alguna actuación de adecuación de las orillas, sustituyéndoles por éspecies más apropiadas al entorno, como chopos o fresnos.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Eucalipto, el árbol condenado