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M. A. M.
Domingo, 17 de mayo 2009, 03:25
De poco más de 300 participantes, a superar los 900. Ese es el salto que ha dado en solo un año la Ruta de los Ingleses, que en su quinta edición superó las previsiones de los organizadores, los ayuntamientos de Casas de Miravete y Romangordo, que se vieron sorprendidos ante tal avalancha de senderistas, pero que supieron responder al reto que eso iba a plantear.
Ya desde primera hora se pudo comprobar que no iba a ser una ruta como las cuatro anteriores. Por ejemplo el desayuno que se sirve en Casas de Miravete empezó a las ocho de la mañana para terminar cerca de las nueve y media, y eso que se hizo a buen ritmo a pesar de las colas. También en el número de autobuses aparcados tanto en las calles del pequeño municipio como posteriormente en el estacionamiento de la Ventilla del Camionero II, al otro lado del puerto de Miravete, en cuyas inmediaciones arranca la marcha.
De toda la provincia
Solo de Cáceres, y de un único club, acudieron cerca de 200 socios. Más que en la primera edición de la ruta celebrada en 2005, lo que quiere decir que el boca a boca ha sido bueno en estos años y que la publicidad que se hace es efectiva. Quizá demasiado, a tenor de los comentarios de algunos de los presentes, que esperaban disfrutar de una jornada de campo menos concurrida. A los cacereños se sumaron senderistas de Plasencia, Almoharín o Navalmoral entre numerosos puntos de la provincia y otros llegados de Mérida o Almendralejo.
Todos dispuestos a recorrer el camino que siguieron las tropas inglesas, al mando del general Hill, cuando el 19 de mayo de 1812 se aventuraron a tomar las instalaciones militares que tenía el ejército francés en Lugar Nuevo, a orillas del río Tajo. Tanto al comienzo, junto a la Ventilla, como en el transcurso de la ruta y en las calles de Romangordo vecinos de ambas poblaciones, transformados en soldados británicos y franceses, recreaban algunos de los momentos que debieron vivirse entonces, hasta culminar con una representación de la toma en las ruinas de Fort Napoleón.
Eran más de las tres de la tarde y el calor apretaba lo suyo, a lo que hay que unir el esfuerzo que requieren los 16 kilómetros anteriores y la exigente cuesta final. De ahí que se agradezcan los autobuses que esperaban junto a la carretera para trasladar a los participantes al merendero de Romangordo, donde se sirvió la tradicional comida de convivencia, más concurrida que nunca.
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