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C.N.N.
Lunes, 8 de junio 2009, 10:31
Las energías renovables son sinónimo de futuro. Se inauguran huertos solares y los molinillos van dominando los horizontes de muchos campos. Sin embargo es sólo un mínimo porcentaje de los hogares los que ya se aprovechan de algún tipo de energía limpia. Según algunos expertos consultados es culpa del desconocimiento, otros apuntan a que las ayudas públicas están trabadas por una férrea burocracia que evita un facil acceso.
Ambas cosas hacen que el mundo de la ecología en el ámbito doméstico sea aún una utopía, algo reservado a los civilizadísimos habitantes del norte de Europa. Desde la consejería de Industria y Medio Ambiente no proporcionan ningún dato sobre el número de hogares que gozan ya de alguna de estas energías, aunque los empresarios del sector creen que no más de un 2% de los hogares de la ciudad disponen de ellos. Y eso que las nuevas edificaciones tienen, desde el 2006, la obligación de contar con unos mínimos de energía solar térmica para calentar el agua. No parece suficiente, aunque las ayudas a este tipo de instalaciones y el boca a boca hacen presagiar que en una década el porcentaje aumente.
Manuel Jesús Muñoz es el gerente de Renove, una empresa de energías renovables que abrió sus puertas hace algo más de dos años en Cáceres. Abarcan un amplio abanico de opciones, desde la energía solar fotovoltaica (que transforma la luz solar en energía eléctrica), la energía térmica (que transforma la energía solar en en agua caliente) y la biomasa, que transforma restos vegetales en combustible a través de los pellets, una especie de cápsulas fabricadas con desechos que provienen, fundamentalmente, de las podas, aunque elementos como los huesos de aceitunas también son útiles. Para no perdernos, empecemos por definir qué se entiende por energías renovables, que son, básicamente, todas aquellas que no se agotan.
En Cáceres lleva funcionando apenas unos meses, desde diciembre, el primer edificio en la región en el que calefacción y el agua caliente surgen de la biomasa. Se trata de un céntrico inmueble en la Avenida de España número 25, en el que viven 60 vecinos. Es un edificio antiguo, promovido por la cooperativa de vivienda de la enseñanza, Covisen. Todo fue un poco por casualidad relata un vecino de este edificio que prefiere no dar su nombre, pero que explica cómo fue todo el proceso de transformación de un sistema de gasóleo a uno de biomasa. Al estropearse el sistema central de gasóleo no tuvieron más remedio que cambiarlo. Fue entonces cuando alguien propuso esta opción, y se iniciaron los contactos con la empresa instaladora.
El grupo Nova Energía ha sido el que ha suministrado las calderas de biomasa. La instalación de está controlada por un sistema central, que reparte el trabajo de las mismas entre las ocho calderas.
Como depósito de combustible se cuenta con un silo de biomasa, con capacidad de 52 metros cúbicos, lo que permite una autonomía de pellets de varios meses.
Hay varias cuestiones que hacen interesante este sistema: es más barato, es más ecológico y es más seguro, aunque sin duda el primer argumento es el que puede resultar más atractivo a una comunidad de vecinos. En ésta de Avenida de España, además, han contado con una subvención de 30.000 euros por parte de la Consejería de Industria. El precio total de la instalación ha ascendido a 190.000. En total, el coste que ha supuesto esta instalación ha rozado los 160.000 euros, una cantidad que no difiere mucho a lo que hubiera costado reponer la caldera de gasóleo. Pero, y aquí hay un dato realmente interesante, el consumo en cinco semanas de invierno en biomasa ha ascendido a 3.000 euros. El anterior sistema consumía 9.000 euros en 15 días invernales. Según el vecino que aporta el testimonio para este reportaje aún tienen que esperar a que pase el año para poder hacer la comparativa exacta.
Después de algunos problemas típicos de cualquier cosa que empieza el sistema parece satisfacer a la mayor parte de los vecinos. Una de las cualidades que tiene el combustible es que no se producen picos de calor, sino un calor mucho más estable.
El combustible
Los pellets son la unidad básica en la biomasa. Son pequeñas unidades de material aglomerado y comprimido, que empresas como Biomex, de Valdelacalzada, ponen a dispoisición de los usuarios de esta energía. Las ventajas para el medioambiente es que no se necesitan talar árboles, ya que se emplean desperdicios de podas o talas o de carpinterías. Es más barato porque es un material reutilizado. Su tamaño permite la dosificación exacta en función de la demanda. La biomasa produce mucho menos monóxido de carbono.
Manuel Jesús Muñoz, de Renove, insiste en la falta de información de la que disponen los usuarios. Él asegura que hay una fórmula que puede ser interesante para los consumidores, y que consiste en invertir en una instalación de energía solar fotovoltaica para volcado a la red. Se trata de instalar placas solares en tejados o en cubiertas para después vender esta energía. Según Muñoz, se puede conseguir una rentabilidad de entre el 10 y el 12%, con un inversión que no supera los 12.000 euros, con una amortización relativamente rápida.
Entre el grupo de los empresarios de las energías renovables hay sectores críticos como el que encarna Luz Alder, responsable del grupo Enerpal en Cáceres, asegura que hay demasiado papeleo que ralentiza la obtención de ayudas por parte de la administración para optar a sistemas de energía renovables en el ámbito doméstico. «En Andalucía, por ejemplo, la situación es completamente distinta, esán mucho más adelantados». Asegura Alder que el sector carece aún de recursos como profesionales bien formados y colegiación técnica. El camino es largo, vaticina.
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