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EVARISTO FERNÁNDEZ DE LA VEGA |
Domingo, 14 de junio 2009, 16:27
Julia del Viejo Escolar es una luchadora nata. Nacida en Oliva de Mérida, es la mayor de siete hermanos y después de probar distintos caminos -inició la carrera de Medicina, trabajó como peón en una conservera de tomate...- se inclinó por los estudios de Enfermería. En 1987 comenzó a trabajar en la UCI del Infanta Cristina y ese mismo año atendió a su primer donante de órganos. Desde entonces se ha convertido en la cara más visible de la Coordinación de Transplantes de Extremadura, una responsabilidad que la ha convertido en Extremeña de HOY 2009.
-¿Qué sintió la primera vez que se enfrentó a un donante?
-La verdad es que yo me sensibilicé enseguida, jamás dudé. El donante no aparece de golpe y porrazo, se va muriendo poco a poco.
-¿Cuándo se decide que una persona es apta para la donación?
-El donante suele entrar en la UVI con un diagnóstico brutal, su muerte se espera inmediata. El ejemplo claro es cuando llega alguien con la masa cerebral fuera: el médico hace todo lo posible para salvarle la vida, pero llega un momento en que la muerte cerebral ocurre y a partir de ese momento todos los esfuerzos se centran en que sus órganos sigan funcionando.
-Debe ser un momento terrible...
-Cuando se produce la muerte cerebral, el médico informa a la familia del fallecimiento, y es después cuando el coordinador hospitalario de trasplantes plantea la posibilidad de donación.
-¿En qué se basa la familia a la hora de tomar la decisión?
-La gente sana no suele hablar de esta cuestión en vida, y cuando se produce un fallecimiento inesperado sus familiares no saben cuál sería su deseo.
-¿Hay muchos rechazos?
-Yo he observado un cierto avance. Cada vez hay más familias en las que se ha hablado de esta posibilidad y las respuestas suelen ser positivas.
-¿Qué siente cuando le dicen no?
-Afortunadamente, ocurre pocas veces. Este año sólo ha sucedido en una ocasión en el Infanta Cristina. Mira, uno de los últimos donantes que hemos tenido pensaba que la donación de órganos debería ser obligatoria, nos lo dijo su familia, y yo pienso lo mismo que él. Nosotros recibimos mucho de la sanidad pública. ¿Quién podría costearse una quimioterapia o una diálisis? Pues igual que recibimos, deberíamos donar nuestros órganos cuando no nos hagan falta.
-Entre 1993 y 1998 fue la coordinadora de Trasplantes de Extremadura, y actualmente es adjunta a la Coordinación. ¿En qué consiste su trabajo?
-Ahora estoy en tareas de apoyo, llevo las listas de espera, facilito los recursos a las personas que tienen que salir fuera, estoy en relación con las familias de los posibles receptores...
-¿Quema un trabajo como el suyo?
-Una de las razones por las que dejé la Coordinación de Trasplantes está relacionada con la presión que produce. Cuando uno tiene que entrevistarse con las familias se viene un poco con el muerto a casa, yo sufría mucho.
-También debe dar satisfacciones.
-A mí me impresionó lo ocurrido con una familia que perdió a un chaval de 15 años. Pensaban que la abuela no entendería la donación y prefirieron no decírselo. Horas más tarde me senté junto a la anciana, que tenía 95 años, y jamás olvidaré lo que me dijo: 'Mi niño tan joven, ¿no ha podido ayudar a alguien dándoles sus órganos?'.
-La entrega que pone en su trabajo es aún más loable por su situación actual. ¿Cuándo le diagnosticaron el tumor?
-A mí me detectaron un cáncer de pulmón en el año 2004.
-¿Y qué la mantiene tan vital?
-Amén de que yo soy muy positiva, el primer año me lo pasé llorando.
-¿Qué le hizo cambiar su actitud?
-Después del impacto inicial, me di cuenta de que estaba muy atendida en mi hospital de siempre, y digo mi hospital porque yo no he querido moverme. Era la época en la que Rocío Jurado se fue a Houston y mis padres me ofrecieron todo lo que necesitaba para tratarme fuera. También mis compañeros de otros hospitales ofrecieron sus servicios, pero yo quise quedarme en Badajoz y estoy muy agradecida.
-Viendo su aspecto, nadie diría que ayer recibió un ciclo de quimio.
-Abatirse va en contra de la poca o la mucha salud que tenga uno. Hay días que no puedes tirar de tu cuerpo, pero es preciso levantarse. Yo podría haberme jubilado hace tres años, pero he querido seguir.
-¿Le cuesta llegar?
-Yo cojo el coche para moverme. Lo mismo voy a Cáceres que a Madrid, aunque últimamente viajo más en avión porque tengo mucha metástasis ósea y mi espalda sufre.
-¿Qué le diría a las personas que están atenazadas por una enfermedad?
-A mí me dieron muy mal pronóstico, pero es fundamental plantarle cara a la enfermedad. Una de las cosas que más cuestan es normalizar la enfermedad, que la gente entienda que yo tengo cáncer y que no puedo hacer ciertas cosas. Pero yo he tenido el apoyo de mi familia, mi marido ha sido fundamental en mi enfermedad y en mi vida, él es quien me cuida.
-Enfermera, impulsora de la donación y Extremeña de HOY. ¿Cómo se siente?
-Cuando me dieron la noticia me puse a llorar. Tenía un mal día y me lo alegrasteis. La verdad es que yo llevo muy dentro lo de ser extremeña.
-¿Qué le falta a Extremadura para llegar un poco más lejos?
-Los extremeños deberíamos dejar de ser conformistas, yo pienso que siempre se puede llegar un poquito más allá.
-Supongo que en el campo de las donaciones también cabe la mejora.
-Cuando yo comencé a trabajar en las donaciones era el año 1987 y sólo hubo dos donantes. En 1998, cuando dejé la Coordinación de Trasplantes de Extremadura, la cifra había subido a 26.
-¿Somos generosos los extremeños?
España es el número 1 del mundo en donaciones, por delante de Estados Unidos, y Extremadura está a la altura de Francia y Alemania. No somos los líderes y debemos seguir mejorando
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