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JAVI PÉREZ
Domingo, 26 de julio 2009, 02:11
Si todavía permaneciera en activo, seguro que Florentino Pérez le tendría en su agenda. En una Liga endiosada por 'Galácticos', 'cuatro fantásticos', 'jugones', 'Dream team'..., la camiseta con el número '9' de Rafael Pozo Reinoso (Barcelona, 1967) tendría un lugar de honor entre las más solicitadas. En la época actual sería un futbolista mediático. Nadie ha conseguido conectar tanto con la grada de El Vivero como este delantero de raza criado en Huévar (Sevilla). La afición siempre salía entusiasmada, aunque su equipo perdiera. Y es que sólo por verle en acción merecía la pena pagar la entrada. No tenía precio. El público le adoptó y Pozo se quedó en Badajoz para siempre. Una muestra del cariño recibido y de un compromiso vital no firmado. Se siente en casa. Un trocito de este legendario campo le pertenece. Regresar al santuario blanquinegro con el héroe del 92 impone respeto. El eco de su grito de guerra todavía resuena entre sus desolados muros e irrumpe entre la melancolía silenciosa en la que poco a poco se va consumiendo. Se apagan los focos, pero el 'Illa, illa, illa, Pozito maravilla' es imposible de callar.
-¿Qué sensaciones le produce pisar de nuevo el césped de El Vivero?
-En primer lugar mucha nostalgia y a la vez pena por haber vivido aquí lo que hemos vivido y por otra parte también por cómo está el campo. Porque la verdad es que el campo está el pobre muy mal. Pero sobre todo me trae muchos recuerdos.
-Entre esos recuerdos, ¿cuál es el más señalado, el que más grabado se le ha quedado?
-Evidentemente el del ascenso. Pero también he vivido partidos muy bonitos como el día que metí cinco goles al Figueras o en el que marqué mi gol 500. Son tres días bastante bonitos.
-Cinco goles en un partido. Pocas veces El Vivero habrá disfrutado de tan ilustre registro goleador.
-Que yo sepa no. No lo sé. De hecho, soy de los pocos jugadores que han conseguido meter cinco goles en un partido y lograrlo vistiendo los colores del Badajoz ya es demasiado maravilloso.
-¿Se llevó algún recuerdo de aquella tarde?
-Antes no se daban balones, es más quien se lo llevara lo pagaba. No es como ahora. Lo único que conservo de recuerdo, aparte de la cantidad de trofeos que tengo en mi casa, es la camiseta de mi último partido que jugué aquí y la tengo guardada para mi hijo.
-¿Cómo fue ese adiós? ¿Cómo le despidió El Vivero?
-Fue el año de Maceda y la verdad es que creo que me sacó por compromiso porque la gente no paraba de corear mi nombre. Salí un rato, que por cierto me anularon un gol en aquella portería -señala la del Fondo Poniente-.
-Casi una vida que queda enterrada con la demolición del estadio.
-Cuando entren las máquinas todo desaparecerá. Lo que todo el mundo vivimos y soñamos en este campo desaparecerá. Pero bueno, también hay que estar contentos porque va a servir para hacer un proyecto bonito y así todos los chavales, que en definitiva son el futuro, puedan desarrollarse y llegar a ser alguien en algún deporte.
-Aunque era esperado desde el traslado al nuevo campo, ¿se está preparado para ese adiós alguien que lo vivió tanto?
-Tarde o temprano se veía venir. Aunque la gente siempre somos reacia y como pasaba el tiempo siempre te quedaba la cosilla de que a lo mejor lo arreglarían. Pero pienso que es la mejor solución que se le puede dar.
-¿Qué final le hubiese gustado para el viejo Vivero?
-Me habría gustado que este campo lo hubieran remodelado y el Badajoz hubiese ascendido a Primera. Eso es un sueño para todo jugador de nuestra época y para toda la ciudad en sí. Este campo tenía magia. Era muy difícil que nos ganaran aquí. La afición siempre estaba muy encima y era muy bonito ver el ambiente que se vivía antes de los partidos alrededor del campo. Eso nos hacía estar más motivados.
-Tras cien años en pie y ahora con su desaparición se lleva consigo esa espina, la única por otra parte después de tantas tardes de gloria.
-Es lo que le ha faltado a este campo. Pero también hay que saber que el fútbol tiene estas cosas. Teníamos un gran equipo y por muy poquito no conseguimos ascender. De todas maneras, se vivieron momentos gloriosos en Segunda.
-Imagínese la escena. Paco Herrera dando la charla en el vestuario, Rodri sin parar de animar a los compañeros y el equipo saliendo del túnel. ¿Qué le viene a su cabeza?
-Las sensaciones son muchas. Tenía la costumbre de coger un balón y golpearlo con la cabeza contra la pared para ir mentalizándome. Uno siempre recuerda los ánimos de su capitán como en este caso Rodri, un grandísimo futbolista. El trabajo de Paco (Herrera) no estaba tanto antes del partido, sino durante la semana en la que nos mentalizaba entrenamiento tras entrenamiento para saltar al campo de la manera en la que salíamos. No sólo Paco, también Rogelio (Palomo) tuvo una implicación bastante grande en el ascenso, aunque al final lo culminara Paco. Son dos grandísimos entrenadores.
-Hablaba antes de la magia de El Vivero, ¿cómo eran esos partidos?
-Cuando recordamos esos partidos con Fael, Expósito o Rodri, quienes seguimos teniendo contacto, los comentarios siempre son los mismos. Creo que había tanta magia por la unidad que existía entre los jugadores, directiva, afición y la familia, me refiero a las mujeres de los jugadores. Luchábamos todos por lo mismo. Por hacer un equipo cada vez más grande y eso la gente lo percibió.
-¿Ayudó a esa identificación que coincidiera una generación de jugadores de la casa?
-Siempre lo he defendido. La cantera es el tesoro más grande que puede tener un club. A los chavales les tienes que mimar hasta no poder más. Son los jugadores que te van a sacar del atolladero, los que viven el club, el escudo y en definitiva son a quienes les sacas rendimiento a la hora de venderlos. Ese año coincidieron muchos jugadores de la cantera y además llegamos refuerzos que procedíamos de cantera. Eso fue fundamental.
-Esa conexión que tuvo la ciudad con el equipo no se ha vuelto a repetir. Fue el momento cúlmen.
-El año anterior que no ascendimos con el Compostela, que creo que lloró hasta el apuntador, la gente ya estuvo bastante implicada. Sobre todo a partir de la segunda vuelta en la que vio que el equipo de verdad quería. Por eso siempre he defendido que aquí no es que no haya afición, que sí que la hay y muy grande, lo que pasa, y es evidente, es que para que alguien te apoye se necesita un pequeño empujoncito. Es lo que le falta a la afición de esta ciudad. Si se captara eso se produciría un movimiento igual que en esos años.
-¿Recuerda una ilusión parecida y El Vivero tan entregado como en ese partido ante el Cartagena?
-Fue la hostia, algo maravilloso. La semana entera lo fue. Todo el mundo te daba ánimos por la calle. La ciudad nos hizo sentirnos importantes, saber la responsabilidad que teníamos con ella y nos llevó en volandas al ascenso.
-¿Se conocería todos los secretos de césped?
-Aquella portería en concreto -se vuelve otra vez hacia la misma del principio- tenía una serie de hoyos y muchas veces cuando tirábamos era muy difícil que el portero la cogiera porque no botaba bien. Esa zona era muy complicada para los porteros. También sabíamos que cuando pasaran veinte minutos la hierba se secaba completamente y pasabas de jugar rápido a hacerlo lento. Conocíamos los botes del balón, los agujeros que tapaba Julián para no meter el pie. Conocíamos cada palmo del campo. Incluso cuando las rejas estaban quitadas para no caernos, que por cierto Milosevic se cayó una vez en un entrenamiento al sacar un córner.
-Por cierto, ¿tenía preferencia por alguna portería?
-Aquella -de nuevo apunta a la del Fondo Poniente-. Es en la que he metido más goles.
-¿Quién le ha dado más, El Vivero a Pozo o Pozo a El Vivero?
-A mí me han dado mucho. De hecho, la afición de Badajoz ha provocado que me quede aquí a vivir. Le estaré siempre muy agradecido tanto mi familia como yo. He dado todo lo que tenía dentro para corresponder a esa afición. Ellos a mí me lo han dado todo.
-¿Había vuelto al campo?
-Sí en alguna ocasión he vuelto a ver algún partido. Me he sentado en la grada para recordar y ver la evolución del campo. Pero por trabajo o la familia he venido menos de lo que desearía. Lo que sí está claro es que cada vez venía a este campo he sentido lo mismo que sentía cuando iba a jugar aquí.
-¿Qué le gustaría que quedara como legado para futuras generaciones?
-A mí me gustaría que se conservaran las porterías porque es donde he metido los goles. Considero que algún recuerdo debería quedar en memoria de toda la gran familia del Badajoz que hizo esto posible, todos los jugadores, utilleros, médicos, directivos y aficionados.
-¿Con qué se queda de su paso por El Vivero?
-Con la afición. Siempre me ha tratado muy bien. Jamás he escuchado un silbido en El Vivero. Todo lo contrario. Desde luego, me hizo más futbolista.
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