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ESTEFANÍA ZARALLO
Domingo, 13 de septiembre 2009, 13:19
Cada vez que iba a una tienda a comprar o tenía que arreglar algún documento oficial se me caía la cara de vergüenza, tenía que dar muchas explicaciones y en una ocasión llamaron a la Policía en una tienda de moda de Badajoz porque decían que había robado mi propia tarjeta de crédito. Fue todo un chasco». Éstas son las palabras de María José López, una joven de Guareña que se ha convertido en una de las pocas personas de la región en acogerse a la Ley de Identidad de Género. En total han sido cinco los extremeños que se han beneficiado de esta ley, aprobada hace ya dos años y medio.
Gracias a ella, los transexuales pueden cambiar su nombre de manera oficial sin necesidad de estar operados de genitales. Una cuestión muy importante ya que ser mujer y tener aspecto físico femenino pero nombre de hombre es una situación que genera muchos problemas. En el caso de María José, la situación era tan violenta que optó por no usar las tarjetas de crédito y llevar siempre grandes sumas de dinero en efectivo.
Pero esta situación terminó y hace unos meses, esta joven de 28 años recibió su nuevo carnet de identidad. Sin embargo, hasta que el documento ha llegado a sus manos ha tenido que pasar un complicado trámite legal ya que, acogerse a la ley no es tan fácil como puede parecer en un principio.
Informe psicológico
«Estuve dos años en tratamiento psicológico, pasé por muchas pruebas e incluso entrevistaron a mis padres y a mis amigos. Tienes que demostrar lo que verdaderamente eres. Se debe adjuntar también el informe de un endocrino que certifica que estás en tratamiento hormonal y que tu cuerpo está sufriendo los cambios físicos. Pero todo esto no es instantáneo, primero tienen que verificar que eres transexual», comenta esta joven que tuvo que desplazarse hasta Málaga para recibir el tratamiento que fue transformando su cuerpo en el de lo que es, una mujer.
En un primer momento, María José estuvo en tratamiento psicológico en Mérida y de ahí fue derivada hasta Andalucía ya que aquí no se podía hormonar. «Deberían poner una unidad aquí en Extremadura, porque yo estuve dos años esperando que me mandasen para Málaga porque perdían mis papeles una y otra vez hasta que puse una denuncia al defensor del usuario», se lamenta.
Ya en la ciudad andaluza, inició su tratamiento hormonal. «Cuando tienes las hormonas en tus manos y sabes que se van a producir cambios irreversibles en tu cuerpo y que vas a cambiar sientes un poco de miedo, pero una vez que va pasando el tiempo y te vas viendo cada vez más femenina, te maquillas, te peinas, te vistes a tu gusto te vas sintiendo más feliz. Acaba por gustarte ser transexual, ser mujer y sentirte guapa», comenta ilusionada, mientras recuerda algunos detalles de su cambio, como la eliminación del vello facial con láser. En los próximos meses aprovechará para operarse el pecho y ya está en trámites para completar el proceso con la operación de genitales.
«La cubre la sanidad pública y yo ya he visto al cirujano que me lo ha explicado pero creo que no lo voy a hacer en España», comenta la joven. Los motivos están relacionados con el tipo de operación. Según cuenta, se trata de una intervención conocida como 'pene invertido' que suele ser problemática en algunas personas. «Conozco chicas que han tenido que volver a operarse porque queda una vagina muy pequeña, tienen molestias y no sienten nada», apunta. Cuando llegue el momento de la operación, María José lo tiene claro. «Quiero ir a Tailandia».
«En España la operación se puede hacer en Barcelona pero cuesta entre 18.000 y 20.000 euros. Sin embargo, en Tailandia tan sólo cuesta unos 10.000 euros incluye el avión, el alojamiento y la manutención en el hotel para dos personas. Aquello es el paraíso transexual y es el país donde se hacen las mejores operaciones de cambio de sexo», destaca.
Una vida normal
Mientras llega ese momento, María José sigue trabajando en la peluquería que posee en Guareña, su pueblo, donde reconoce que no ha tenido ningún problema ni se ha sentido rechazada. «Aquí me respetan y nadie habla mal de mi, llevo una vida totalmente normal. De hecho he tenido más problemas conmigo misma que con la gente. Considero que según cómo te comportes, así te tratan y yo me comporto como cualquier otra chica», subraya.
En este sentido, comenta que nunca se ha sentido rechazada a pesar de vivir en una localidad de 8.500 habitantes. «Llevo mucho tiempo como peluquera y siempre he trabajado en eso. No por ser transexual tienes que acabar metida a prostituta, aunque parece que sólo salen estas personas hablando de rechazo», puntualiza mientras recuerda que nunca ha salido de su pueblo ni ha tenido que emigrar, aunque estuvo a punto de hacerlo cuando contaba con 16 años. «Mis padres me pararon los pies», sentencia.
En este sentido, destaca la importancia de recibir apoyo de la familia y aconseja a todos los jóvenes que estén atravesando una situación similar que siempre confíen en sus familiares y que no sientan miedo a afrontar la situación. «Y a los padres les digo que les ayuden, que no les echen de casa ni les riñan, que tiren siempre para adelante», destaca.
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