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A.J.A.
Viernes, 30 de octubre 2009, 09:40
De nuestras manos al cubo de la basura. Del cubo de la basura al contenedor. Del contenedor al camión. ¿Y después del camión? El viaje de la basura cacereña tiene desde ayer un nuevo destino oficial. En aburrido lenguaje adminsitrativo, esa meta, ese final de trayecto se llama planta de reciclaje, compostaje, valorización de residuos sólidos urbanos y tratamiento de lixiviados. Si optamos por las palabras llanas, la cuestión se simplifica: Ecoparque.
Así, de hecho, es como se refirieron a él todos -políticos, autoridades varias, técnicos y profanos en la materia- durante el acto de inauguración de esa nueva infraestructura. Lo de ayer fue un bautizo, una puesta de largo oficial, porque el Ecoparque lleva funcionando desde mediados de agosto. Y no hace falta saberlo de antemano, porque se descifra nada más llegar. O incluso antes.
El trasiego de camiones de basura por el camino de tierra compactada que lleva hasta el lugar es continuo. Y al llegar al sitio y bajarse del coche, lo que saluda, de súbito, es un olor que no hace falta describir porque cualquiera lo ha sufrido alguna vez. Acompañado, claro está, del cercano vuelo de alegres grupos de moscas. Es lo lógico. Estamos en la versión más moderna de los basureros de toda la vida. La propia mención de la palabra indignará a los técnicos en la materia y a todo el que tenga algo que ver con el proyecto. Y no les faltará razón, porque la planta inaugurada ayer no tiene nada que ver con el concepto tradicional de basurero.
Se parece únicamente en que, como aquellos, su materia prima, su razón de ser, es la basura, ese conjunto de materiales que el ser humano no quiere para nada. Y este desprecio total afecta a una cantidad de objetos, productos, sustancias, que a más de uno sorprenderá. Sólo en Cáceres capital, durante el año pasado se generaron casi 52 millones de kilogramos de residuos. O lo que es lo mismo, cada habitante de la ciudad produce al cabo de los doce meses 560 kilos de basura. O sea, 46 al mes. O 10,5 por semana. O un kilo y medio diario.
Toneladas y toneladas de desperdicios que van a parar a un recinto moderno, una sucesión de naves, grúas, carretillas, camiones y cintas por las que van subiendo los restos de nuestra rutina.
A 17 kilómetros
Todo eso está a 17 kilómetros de la ciudad. De ellos, 12 se hacen por la carretera de Badajoz (la EX-100), y algo menos de cinco por un camino de tierra que sale a la derecha (entre los puntos kilométricos 12 y 13). El Ecoparque ocupa una parcela de sesenta hectáreas en el paraje conocido como 'Campos del Salor', en concreto en la finca 'Dehesa Torre Juan de la Peña'.
Está, efectivamente, en medio del campo, una circunstancia a la que ayer aludió el presidente de la Junta. «Sería bueno que la gente viera estos sitios -dijo Guillermo Fernández Vara-, para que fuéramos conscientes de lo que supone la basura que generamos». Tal como él advirtió, la cantidad de residuos que producimos crece más que las cifras de población.
En el caso de Cáceres, los datos dejan poco lugar a la duda. De 2007 a 2008, el número de habitantes creció un 1,5 por ciento, mientras que la cantidad de basura recogida lo hizo en un 15 por ciento. O sea, diez veces más. Aunque no de una forma tan abultada, la comparación entre una cifra y otra en en los años precedentes es igualmente favorable a los desechos.
Una realidad que unida a las reformas legales surgidas en los últimos años en lo relativo al cuidado del medioambiente, ha obligado a todas las administraciones a cambiar la forma de tratar la basura. A grandes rasgos, lo que se hace en el Ecoparque es reciclar todo aquello susceptible de ser aprovechado -que es gran parte de lo que tiramos al contenedor- y el resto, destruirlo minimizando el daño a la Naturaleza.
Para conseguir esto, la planta tiene tres líneas de tratamiento: una para los residuos urbanos (los que provienen de los contenedores amarillos), otra para los llamados 'todo uno' (contenedores marrones, verdes o grises, según el municipio) y una tercera dedicada a los voluminosos. A lo largo de la cadena de trabajo, hay innovaciones como los lectores ópticos, que permiten analizar los colores de cada trozo de plástico y separarlos, o los electroimanes, que van haciendo un barrido por donde cae la basura y atrapan los restos que contienen hierro.
La modernidad puesta al servicio del tratamiento de los desperdicios, en una instalación compleja que prevé gestionar unas 120.000 toneladas de residuos no selectivos y en torno a 2.500 de envases cada año.
No sólo para la capital
La planta dará servicio a la capital, pero también a Malpartida, Casar y Arroyo de la Luz. Por eso había ayer tantas autoridades en la inauguración.
Estuvo Vara, y el subdelegado del Gobierno Fernando Solís, y Jan Andrés Tovar, presidente de la Diputación Provincial de Cáceres, y la alcaldesa Carmen Heras y también José Luis Navarro, consejero de Industria, Energía y Medioambiente. Todos recorrieron las instalaciones cubiertos sus trajes con una bata blanca poco favorecedora. Después, ellos, y los periodistas, y los trabajadores, todos, se fueron a casa. A trabajar, o quizás a comer. A producir basura, en cualquier caso.
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