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ANTONIO J. ARMERO
Sábado, 2 de enero 2010, 18:08
La Nochevieja dejó en el restaurante pub Aires (en el centro comercial El Perú) un paisaje como para preocuparse. Sillas con dos patas, mesas amontonadas en una esquina, la puerta del local con varios cristales rotos, el suelo repleto de perchas de colores dobladas, y en el centro, una mesa con una pila de abrigos, la pista fundamental para empezar a entender qué fue lo que sucedió, por qué una madrugada feliz derivó en un suceso con intervención policial incluida.
La primera noche de 2010 en el pub Aires, un local amplio con una vistosa terraza, transcurrió con normalidad hasta las siete y media de la mañana. Los jóvenes que habían pagado 55 euros por la barra libre formaron una cola grandiosa para entrar, a pesar de que un grupo de asistentes había difundido por el Tuenti (una de las principales redes sociales de Internet, al estilo del Facebook) el mensaje de que convenía llegar pronto porque se habían vendido más entradas de las que permite el aforo del establecimiento. «Caben mil personas y vendimos novecientas», aseguró ayer Juanjo Sánchez, el propietario del negocio.
Al margen de la aglomeración -y de lo mucho que había que esperar para conseguir que el camarero te sirviera, según varios asistentes-, la madrugada transcurrió con normalidad hasta que llegó la hora de la retirada. Ahí empezó a cambiar el escenario. A las siete y media surgió una cola nueva, no tan larga como la que había a la una pero mucho menos paciente. A las once de la mañana de ayer, con la denuncia que acababan de presentar ante la Policía Nacional en la mano, Guadalupe y Beatriz lo recordaban bien. «Un camarero -relata una de ellas- nos dijo que fuéramos a recoger los abrigos si no queríamos perderlos, porque ya se estaba montando el follón». Y las dos amigas llegaron tarde. «Todo estaba tirado en el suelo y había una pelea», relatan.
Según el responsable de la seguridad de la fiesta, lo que pasó fue inaudito. «Yo no lo había visto en mi vida, y mira que llevo años en esto...», dice. Su testimonio coincide con el de Juanjo Sánchez y el de otros responsables de la fiesta, que culpan a un grupo reducido de asistentes que comenzó a impacientarse. Querían coger su abrigo y marcharse. Visto que el ambiente empezó a calentarse, «decidimos que a las dos chicas que atendían el ropero les ayudaran cuatro hombres», explica el gerente. Y de poco sirvió, porque según su relato, varios jóvenes empezaron a empujar a quienes tenían al lado, e hicieron lo mismo con quienes atendían el ropero. A partir de ahí, el desorden fue generalizado. Volaron sillas, se rompieron cristales, hubo conatos de pelea y robo de botellas. Como testimonio, una que se salvó, y que ayer reposaba en la mesa de los abrigos perdidos: un Vega Sicilia Único (a partir de 179 euros la pieza).
En ese ambiente desmadrado, apareció la policía. Varias dotaciones de la Local y de la Nacional, que tuvieron que acudir al Aires tres veces consecutivas. Su presencia casi conseguía apaciguar los ánimos, pero sólo momentáneamente. Al poco volvían los incidentes, lo que motivó que al final, los agentes acabaran desalojando el local. Aún así, todavía permanecieron a las puertas varios asistentes, en tono amenazante, esperando la salida de los responsables de la fiesta, que finalmente, abandonaron el lugar acompañados por guardias de seguridad.
Extintores rotos
A las ocho de la mañana, la tormenta se había apagado. Pero su rastro permanecía ayer tarde, y no se limitaba al interior del pub. A las puertas, lo común en una Nochevieja; restos de vómitos, profusión de vasos de plástico, varias botellas de ginebra y güisqui esparcidas por las esquinas, antifaces, bolsas de cotillón, suciedad en definitiva. Y no sólo en la antesa del Aires. Los efectos de la fiesta convertida en noticia se esparcieron por algunas zonas comunes del centro comercial El Perú. Junto a las pistas deportivas, más botellas, un cristal convertido en diana de algún objeto lo suficientemente contundente como para fracturarlo, varias cajas de extintores rotas, un ascensor averiado...
La queja de los organizadores es que un grupo de vándalos les ha destrozado el negocio. La de un buen número de asistentes es diferente: fueron a una fiesta con su abrigo y se volvieron a casa sin él porque algó falló en la organización. A todos ellos, Juanjo Sánchez les tranquiliza. «Ofrecí a la gente la posibilidad de que rellenaran una hoja de reclamación, pero casi nadie quiso -asegura mientras muestra varias de ellas-, y de todas formas, el seguro se encargará de todo», adelanta el propietario de Aires, que ayer tarde, ante la visión de su negocio convertido en un cuadro de desorden y suciedad, se esforzaba en mantener el tipo.
Por allí pasaron también dos agentes de la Policía Nacional, que se llevaron cuatro bolsas -del tamaño de las que utilizan en la hostelería para los contenedores de basura grandes- llenas de abrigos, jerseys, zapatos y carnés de identidad. Todo ese material acabó en la comisaría, que desde primera hora de la mañana vio desfilar a jóvenes que habían pasado la primera noche del año 2010 en el Aires. A las siete de la tarde ayer ya iban 51 denuncias. Unos porque perdieron su abrigo. Otros porque no han vuelto a saber nada de su cartera o de sus llaves. Y alguno que ni denunció ni denunciará, porque salió de la fiesta mejor vestido de lo que entró, a decir de los organizadores. «Ha habido chavales que han arramplado con tres o cuatro abrigos, y eso lo demostrarán las cámaras de seguridad del centro comercial», asegura Juanjo Sánchez.
Entre las perjudicadas, la hija de una mujer que ayer, al mediodía, se acercó hasta la puerta principal de El Perú, a ver si podía entrar al pub para buscar el abrigo de su hija. «Tiene 18 años -contaba la madre-, y era la primera vez que iba de fiesta en Nochevieja. No sé si el año que viene le apetecerá volver a salir...».
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