

Secciones
Servicios
Destacamos
ARACELY R. ROBUSTILLO
Domingo, 20 de febrero 2011, 10:50
«No me dais pena», les contesta Jorge Gozalo a sus alumnos cuando estos se quejan de la fecha de un examen o de las tareas que les deja en el tablón de Tuenti. Utiliza la red social como una especie de agenda de trabajo en la que cuelga, entre otras cosas, conceptos en los que tienen que trabajar, la dirección de una página web que quiere que consulten para ampliar algún tema o el enlace de un vídeo en el que una persona habla sobre una determinada cuestión o explica, por ejemplo, el clima de la Antártida.
El joven profesor empezó a ver la potencialidad de las redes sociales para comunicarse con sus pupilos hace tres años. «Llegué a una clase de primero de Bachillerato y me di cuenta de que la mayoría de los chavales tenían una cuenta en Tuenti. Yo, por mi edad, usaba más el correo, mi blog o el Facebook, pero pensé que podía ser importante para mi labor de docente llegar a un espacio tan importante en sus vidas. Así que todos ellos me invitaron a ser su 'amigo' y así entré en este mundo», explica el profesor de Geografía e Historia del instituto Santa Eulalia de Mérida.
Los alumnos valoran la iniciativa de forma positiva y explican que en ocasiones les ha servido para recibir información muy útil. «Nos enteramos que se adelantaba un examen, por ejemplo, y en ese momento tienes la oportunidad de preguntarle al profesor y asegurarte de la fecha», recuerda Guillermo Fernández, de 16 años.
«Me parece que es una buena idea porque pasamos mucho tiempo conectados y cuando lo abres ves ahí los deberes. Es mucho más práctico que tomar notas o hacer fotocopias de textos que hay que leer y que siempre terminan perdiéndose», opina Miguel Ossorio, que tiene 17 años y es de Mérida.
Casi tres años después, Jorge conoce mejor las ventajas e inconvenientes de esta herramienta. «Tiene 'peros' como que está fuera de la posibilidad de supervisión de los padres, por eso decidí mantener abierto mi blog y poner también allí la tarea. Porque esa es una herramienta pública y los padres pueden controlar que lo que miran sus hijos en el Tuenti se lo había mandado yo. Porque también existe el peligro de que utilicen este tema como excusa para entrar en la Red», valora Gozalo.
Eso sí, el espacio compartido entre alumnos y profesor estaba pensado para existir solo fuera del horario de clase. «Está prohibido utilizar Tuenti en el aula, de hecho está 'capado' en los ordenadores. Esto estaba pensado para cuando llegaran a casa. Aunque, en realidad, es difícil comprobar cuándo entran porque se las saben todas», explica Gozalo.
Poder de seducción
Ahí radica uno de los problemas de esta red social: su 'poder de seducción'. La mayoría de los chicos reconocen que pasan varias horas al día metidos en la Red, incluso cuando no deben.
Los chicos admiten que el tiempo que dedican a ver los deberes que les manda Jorge es mucho menor del que pasan charlando con sus amigos. Carlos Martín, un emeritense que está a punto de cumplir los 18 años, cuenta que su madre le ha llegado a limitar el tiempo que pasa en la Red. «Me conectaba después de comer y me tiraba tres o cuatro horas 'enganchado', así que mi madre decidió cortar por lo sano», admite.
Se trata de una generación para la que este tipo de comunicación es más habitual que el teléfono. La mayoría de ellos tiene cuenta desde hace dos o tres años y tienen cientos de amigos. «A mis padres les ha servido para ahorrar mucho dinero y me sirve para estar siempre en contacto con mi gente», explica Miriam Caballero, que reconoce que tiene más de 500 amigos.
Sus padres «intentan» seguir el ritmo vertiginoso de estos jóvenes en la Red y muchos de ellos son sus 'amigos' en Tuenti. Para Jorge, es importante separar conceptos en este sentido. «Yo no soy su colega, soy su profesor y es bueno separar. De hecho es recomendable crearse una cuenta especialmente para ello y no compartir información fuera de lo estrictamente académico. Al principio, había gente incluso recelosa de añadirme como amigo porque pensaban que me iba a meter en su perfil a curiosear y para nada. A mí no me interesa su vida personal», opina Jorge y sus alumnos comparten su punto de vista.
La experiencia, no muy extendida en los institutos de la región, finalizó cuando Jorge dejó de dar clase de Historia en el instituto Santa Eulalia. Ahora trabaja como asesor de Educación Secundaria en el Centro de Profesores y Recursos de Mérida y prepara charlas para informar a sus compañeros de las posibilidades de las redes sociales. «Alguno se lo plantea, pero otros lo ven como una forma de complicarse la vida. Creen que es una fuente de conflictos y no quieren ni oír hablar de ello», resume. Él está convencido de su potencial.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.