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Tatiana G. Rivas
Jueves, 4 de octubre 2012, 02:12
Nadie en Camarma de Esteruelas (Comunidad de Madrid) conocía a Soledad Hernández Rodríguez, una pacense de 78 años que falleció el pasado 2 de septiembre en Madrid, pero buena parte de los casi 7.000 habitantes de este pequeño municipio desfilan curiosos hasta el cementerio para visitar la sepultura donde yacen sus restos. Parte del motivo, el epitafio que destina buena dosis de rencor a su familia: «Dios hará justicia con los que te hicieron daño». Fue su hijo Honorio, quien al parecer estuvo con ella hasta el último momento, el encargado de mandarlo tallar, según informó el párroco de la localidad. Pero esta no es la única razón que ha puesto en boca de todos los habitantes a Soledad.
ABC publicó el pasado 1 de octubre una esquela que informaba del fallecimiento de esta mujer. El aviso de muerte ha tenido una desmesurada repercusión mediática desde entonces por los reproches que se sucedían bajo el mensaje de «Descanse En Paz (D.E.P)». Su hijo también solicitó publicar la esquela, en nombre de «su hijo y amigos». Según narró el mismo, Soledad «quiso en sus últimos momentos de vida dejar encargada la publicación» para «manifestar su perdón a los familiares que la abandonaron cuando más les necesitó, sus hermanos Juan Hernández Rodríguez y Manuel Hernández Rodríguez».
Reprimenda a su hija
Las recriminaciones también llegaron para su hija María Soledad García Hernández «por su absoluta falta de cariño y apoyo durante su larga y penosa enfermedad». ABC pudo hablar con uno de los hermanos mencionados en la esquela ayer, Juan, quien indicó que el mensaje «es un asunto totalmente absurdo. Todo es incierto». Juan aseguró que la relación con su hermana era buena. «No había ningún problema». «La persona que ha hecho eso ha actuado incorrectamente», añadió refiriéndose al sobrino que la mandó publicar.
Sepulcro sin flores frescas
El párroco de Camarma se sorprendió por las palabras que se recogieron en la tumba y la esquela. Este hombre se encargó del oficio de sepultura en el camposanto. «No los conocíamos. Al parecer vivieron en la zona nueva de la localidad hace 15 años». Al entierro acudieron varios familiares y amigos. No se celebró misa.
El cuerpo de Soledad descansa junto al de su marido, Honorio García Polo, un coronel que pereció en 1990. «Mi abuelo es teniente y no conocía a este señor», manifiesta un joven que junto a su pandilla se ha acercado al cementerio de Camarma en bicicleta y coche para contemplar el sepulcro de Soledad. «No tenemos nada mejor que hacer», confiesa uno de ellos. Tras varios minutos de búsqueda entre las lápidas y cruces verticales, otro advierte: «¡Está aquí!». Todos hacen corro junto a la tumba y leen atónitos el mensaje. No hay flores frescas que recuerden su memoria, tan solo tres ramos de plástico algo descoloridos.
«Me parece bien que haya puesto esas palabras si se portaron mal con ella»; «hay que saber perdonar»; «supongo que sus familiares estarán arrepentidos», dialogan entre sí tres lugareñas de avanzada edad en la plaza del pueblo tras preguntarles por el hecho.
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