

Secciones
Servicios
Destacamos
LUCÍA CAMPÓN
Domingo, 13 de octubre 2013, 14:00
En los tiempos que corren se podría decir que, quien tiene un trabajo, tiene un tesoro. Casar de Cáceres es testigo en los últimos años, y con mayor frecuencia en los últimos meses, de cómo los jóvenes se van en busca de oportunidades, lejos de su país, de su tierra extremeña, prácticamente sin mirar para atrás. Jóvenes con formación que han visto cómo pasaban los días sin tener posibilidad de ejercer su profesión. Esta situación ha obligado a muchos casareños a hacer las maletas. A sacar un billete de ida, porque, en estos casos, la vuelta resulta ser una incógnita. Ni siquiera ellos saben cuándo podrán regresar a su tierra, donde se les ofrezca un futuro prometedor.
Es el caso de David Andrada y María José Dionisio, un joven matrimonio que decidió el pasado verano emigrar a Holanda. Él llevaba dos años en paro, y no tenía ninguna prestación. Ella se quedaba sin ayudas el mismo mes en que su marido decidió emprender esta nueva aventura. Ante esta tesitura, consideraron que la mejor opción era marcharse. Ella lo hizo un mes después. Un cambio de vida radical, pero así conseguirían lo que tanto deseaban. En Holanda tienen trabajo, al menos, por un año asegurado. El destino les ha regalado una jornada laboral que en su tierra no conseguían desde hacía tiempo. David trabaja en una cerrajería, y María José en el área de producción de una fábrica de papel. «Así no se podía vivir porque los pagos venían y la gente no vive del aire, no podíamos quedarnos en el pueblo parados viendo los días pasar y sin hacer nada», explica ella.
Saben que aunque su estancia será temporal, podría alargarse. «Estamos muy contentos, todo tiene su parte buena y su parte mala pero abunda más lo bueno. Hay que pensar que es algo temporal. España es nuestro país y siempre lo llevamos en el corazón pero Holanda nos está ayudando ahora mismo y eso tampoco lo olvidaremos jamás», cuenta María José.
Para Nazaret García, de 32 años, marcharse no ha sido una opción, sino una obligación. Así lo expresa ella, que tras ver cumplido su sueño de ser enfermera en 2005, está lejos de su país ejerciendo su verdadera vocación en el National Health Service (Sistema Nacional de Salud), en Preston, una pequeña ciudad norteña cercana a Manchester.
Pese a que no había parado de trabajar y enlazar contratos de Navidades y épocas de verano en España, Nazaret sintió que llegaba el momento de retomar algo que tenía pendiente. Marcharse al extranjero para terminar de aprender inglés. «Ya lo intenté en 2009 con Soledad Tovar, otra compañera casareña, esa vez sí era por experimentar cosas nuevas, pero no hubo suerte, nuestro inglés no era muy bueno», explica. Así que el año pasado decidió iniciar los trámites para colegiarse en Reino Unido, un proceso que se prolongó durante tres meses. Consiguió una entrevista para trabajar en el NHS. Hasta que lo logró se preparó a fondo el idioma. «Incluso me vine a Inglaterra para hacer un curso intensivo de inglés para enfermería, todo el esfuerzo dio sus frutos y de entre todas las personas presentadas fui seleccionada junto con otros 20 españoles para comenzar con un contrato», recuerda.
Adaptarse a un nuevo país tiene sus más y sus menos. «Hoy miro hacia atrás y todo parece fácil, pero no lo ha sido en absoluto, una experiencia que merece la pena pero con sus subidas y bajadas, las emociones positivas por lo desconocido en un primer momento también dieron paso a la frustración con el idioma y la rabia de no tener la opción de poder estar de vuelta y desarrollarte como profesional en tu tierra», cuenta.
Nuevas experiencias
Vivir en el extranjero aporta innumerables experiencias nuevas. Una de ellas es la oportunidad de aprender un nuevo idioma. Precisamente, los jóvenes casareños la destacan como la más importante. «Los sábados vamos a clases de inglés y los demás días estudiamos todo lo que podemos porque el idioma es imprescindible y sin inglés no vas a ningún sitio», relata María José, mientras responde la entrevista a través de Whatsapp. También quieren aprender holandés. «Queremos que los idiomas nos abran puertas a un buen trabajo cuando regresemos a España», dicen.
Conocer nuevas amistades es otro factor importante para quienes han decidido buscar trabajo en otro país. Por eso, no se arrepienten de haber hecho las maletas y cambiar de vida. «La experiencia está siendo maravillosa porque estamos conociendo a mucha gente de otros países, además de holandeses a polacos, brasileños, africanos, portugueses y checos», afirma este joven matrimonio.
Nazaret también saca todo lo positivo de esta experiencia. «No todo es trabajo, en mi tiempo libre viajo mucho, conociendo Reino Unido, los españoles nos juntamos para echarnos nuestras risas y lagrimillas y comer en condiciones, por supuesto, haciendo bandera, la Torta del Casar, la patatera y los dulces de Cipri y Teodoro ya están aquí en Preston» cuenta.
Jorge Barra no se marchó de España únicamente a consecuencia de la crisis. Es pedagogo, licenciado en la Universidad de Salamanca, y su marcha al extranjero ya la tenía en mente tras acabar sus estudios. Quería aprender un nuevo idioma y conocer mundo. «Estoy orgulloso de tener mi titulación pero tengo claro que en España no me vale para nada», sentencia.
Su estancia en el extranjero podría prolongarse más de lo que en un primer momento había planeado. «Al principio pensé que estaría un tiempo fuera y volvería a España, pero cada vez tengo más claro que tardaré en volver», apunta. Se fue en octubre del pasado año. «No me costó mucho encontrar trabajo, evidentemente no era el mejor trabajo del mundo, pero me ayudó a empezar la vida aquí. El primer trabajo fue fregando platos en un restaurante», confiesa. Él mismo dice que quien algo quiere, algo le cuesta. Luego consiguió que le pusieran de camarero, y pasado unos meses decidió buscar otro trabajo. Hizo varias entrevistas más, y finalmente se quedó con un puesto de barman en el restaurante en el que trabaja hoy. «Londres te da muchas oportunidades, para mí es como una segunda universidad, en la que estoy aprendiendo cosas para el futuro», afirma.
Quiere llegar lejos y reconoce que su país ahora no le da esa oportunidad para hacerlo. «No me apetece estar allí sin trabajar y pidiendo dinero continuamente a mis padres, me gusta ser independiente y animo a toda la gente que no tiene trabajo a ir más allá, existe mundo fuera de nuestro pueblo y de Extremadura, solo hay que tener ganas y motivaciones, si no tienes ninguna motivación nunca llegarás a nada», expresa.
Conquistando París
Teresa Pérez es otra joven protagonista de esta historia. Estudió Formación Profesional de Imagen en Mérida y consiguió un contrato de nueve meses en un laboratorio de imagen. Pero la crisis irrumpió en su empresa y le redujeron las condiciones laborales. Tanto, que con el salario que le quedaría no tendría ni tan siquiera para vivir en Mérida. «Me sentí obligada a dejar el trabajo», cuenta. Así que tras regresar a casa de sus padres buscó en Cáceres, pero no tuvo suerte. «Veía que ni a corto ni a largo plazo iba a encontrar nada, y así fue como decidí irme a otro país aprender otra lengua y buscarme la vida», detalla.
En septiembre de 2012 decidió irse a París. Tenía, según cuenta ella misma, muchas ganas de trabajar y de comerse el mundo. Allí consiguió un trabajo, en casa de una familia acomodada, como cuidadora de los cinco hijos que tenían edades entre los 3 y los 15 años. «Me trtaron como una más de la familia, ayudada a los mayores con sus clases en español y buscaba a los pequeños en el colegio», afirma. En esos diez meses aprendió a hablar francés, al tiempo que lo compaginaba con la academia. Luego la familia le ayudó a buscar otro trabajo. «Ahora con novio francés trabajo en una tienda de productos bio y dietética con contrato indefinido, tengo esta estabilidad que necesitaba, no creo que mi futuro esté en España a no ser que cambie mucho la situación, pero eso no implica que una parte de mí no esté en Extremadura, en mi pueblo», dice. Cada día se acuerda de su familia y de sus amigos de la peña Los bellotos.
Miguel Méndez tiene 22 años. Tras regresar no hace mucho a España, procedente de Londres, ha decidido volver al país anglosajón. Estudió Formación Profesional Superior de Diseño y Producción Editorial. Realizó prácticas en una empresa pero ni siquiera tuvo oportunidad de quedarse en plantilla. «Aquí hay más oportunidades de trabajo incluso sin un alto nivel de inglés, y para trabajar en la hostelería en España prefiero trabajar en Londres porque al menos conoces más cosas y aprendes inglés», resalta este joven.
Sabe que su estancia en este país volverá a ser temporal. Ahora trabaja de ayudante de camarero en un restaurante y cumple su jornada sirviendo comidas y ayudando a los camareros. «Aquí hay trabajo, pero así de primeras, lógicamente no vas a trabajar de lo tuyo», apunta. Su intención, como la de muchos jóvenes, es regresar a España. «Quiero volver al año que viene porque tengo otras ideas en mente, pero de momento, quiero disfrutar de esta experiencia», dice.
Otro joven casareño prefiere mantenerse en el anonimato. Se ha ido este mes a Londres. Estaba parado y eligió este país por la proximidad con España. «En casa no se consigue nada, mi propósito sería volver a España con un inglés fluido y poder optar a un buen trabajo». Sabe que, por el momento, y sin dominar mucho la lengua inglesa, la opción más probable para encontrar un empleo será en la hostelería. «A lo mejor no es la más agradable pero hasta que no controle el idioma será en los lugares en los que podré trabajar», reconoce.
El cambio de vida no resulta fácil a quienes se van de sus casas. Existen nuevas costumbres, una cultura diferente, y lo más importante para ellos, es que se separan de la familia y amigos. «Lo más duro es sin duda, estar lejos de los tuyos, tu familia, tus amigas, mi pueblo, los que me conocéis sabéis que mi Casar va conmigo siempre en mi boca, haya trabajado en Madrid, Asturias o Inglaterra, perderme como va creciendo mi sobrino Fernando, perderme cosas cotidianas del día a día, no poder abrazar a los míos cuando lo necesito o peor aún, cuando me necesitan», añade Nazaret. «Los padres quedan en el pueblo impotentes al ver que sus hijos se van lejos para trabajar, en mi familia toca de lleno porque mi hermano vive en Noruega», lamenta Teresa. «Para mí ha sido muy importante el apoyo de mis padres y hermano», añade Jorge.
Como ellos, hay otros jóvenes casareños viviendo experiencias similares por numerosos países de Europa, e incluso, de América Latina. Además, Holanda, Inglaterra, Francia, Noruega, Eslovenia, Portugal o Chile son otros de los lugares escogidos por los casareños. Muchos de ellos esperan en un futuro no muy lejano volver a casa, con sus familiares y amigos. Pero de momento disfrutan de esta experiencia. Desde Holanda María José y David envían un mensaje a sus paisanos: «Que la gente no se quede estancada, que siempre hay solución para todo y ánimo que hay que ser valientes», dicen.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.