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E. G. R.
Viernes, 5 de junio 2015, 09:47
Marco Antonio santos siempre ha tenido un contacto muy estrecho con el mundo agropecuario. Natural de Guijo de Santa Bárbara e hijo de ganaderos, tras decidir ser sacerdote eligió el medio rural para seguir en contacto con un modo de vida muy distinto al de la gran ciudad, para lo bueno y lo malo. A través de sus feligreses es consciente de los cambios que ha ido experimentando el campo y como sus vecinos se adaptan a los nuevos tiempos, sin renunciar a la agricultura.
Comenta que es usted hijo de ganadero...
Sí. Mis padres lo eran de toda la vida. Yo soy el mayor de los hermanos, recuerdo que estábamos en Casa Nueva, una finca que hay entre Viandar y Losar de la Vera. Allí teníamos las vacas, yo era muy pequeñito y son los primeros recuerdos que tengo del mundo del campo, con las vacas suizas. Luego nos trasladamos a Guijo de Santa Bárbara.
¿Cuando tuvo claro que quería dedicarse al sacerdocio?
Pues muy pronto. Desde pequeño ya empecé a tener contacto con el sacerdote de Guijo. Y ya entonces tuve claro que mi vocación era ser cura, pero cura de pueblo, del mundo rural, que es nuestro carisma.
Prefiere el pueblo a la gran ciudad... ¿por qué?
Por que es lo que siempre me ha gustado. Desde pequeño siempre he vivido este estilo de vida, mucho más cercano, el trato con las personas,... Además creo que la vida en los pueblos es más sana a pesar de que ya está todo globalizado y los chicos de los pueblos puedan ser iguales que los de la ciudad. Aun así seguimos conservando un estilo propio, algo que lo hace todo más cercano y más fácil a la hora de ayudar a los demás.
¿En qué municipios ha sido sacerdote?
Los primeros seis años estuve en Sorihuela (Salamanca), por la zona de Béjar. Y durante los últimos seis soy cura de Torremenga y Garganta la Olla.
En su contacto diario con los feligreses... ¿le trasladan los problemas por los que atraviesa la agricultura y ganadería?
Claro. Y también lo notamos, pues es una cosa que hemos vivido en casa desde pequeños y por tanto lo llevamos dentro. En los últimos años todo ha cambiado mucho. En Garganta, por ejemplo, la gente se va adaptando. Ahora hay mucho invernadero para hacer lo que llaman cultivo intensivo, sacando mucha producción de poco terreno. Tienen cerezas, frambuesas... En este caso al tratarse de una zona de más montaña, no de llanuras, abundan las pequeñas propiedades que van adaptando para poner invernaderos. De esta forma, además del turismo, es como la gente va saliendo adelante. También con ganado, principalmente vacuno, que parece ha quedado relegado a zonas de sierra.
¿Considera que el desarrollo de la zona sería sostenible sin el cultivo del tabaco?
Creo que se puede mantener, de hecho la gente ahora está haciendo justo eso, adaptar su agricultura al terreno y los medios disponibles. Por otro lado no hay que olvidar que Garganta es uno de los primeros pueblos de Extremadura donde empezó el turismo rural, allá por los años cincuenta y sesenta. Pero creo que también tiene capacidad para mejorar, pues todo es mejorable.
¿Cómo se podría mejorar?
De hecho ya lo están haciendo. Por ejemplo a través de las cooperativas. Creo que son muy importantes ya que tutelan al agricultor para que produzca aquello de lo que más demanda hay, garantizando que van a tener mercado para la venta. En esta zona funcionan muy bien, siempre tienen alguna campaña en activo. Comienzan con las cerezas, luego las castañas, aceitunas, vuelven con las cerezas...
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