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JAVIER SÁNCHEZ PABLOS
Domingo, 22 de mayo 2016, 19:19
C onfiada en lo que hace y por qué lo hace, así se muestra la agricultora Carmen Ibáñez. Posee una explotación ecológica llamada 'El rincón de los cerezos', en Berzocana, en pleno corazón de la comarca cacereña de las Villuercas.
Esta ingeniera agrónoma ha tenido varios trabajos. Antes de dedicarse directamente al campo, estuvo en Granadilla con un empleo estable para la Administración relacionado con la formación y la recuperación de espacios. Pero en 2000 dio un cambio a su vida. Abandonó esa 'estabilidad' y decidió dedicarse a trabajar la tierra. «Estaba harta de hablar y que me pagaran por contar las cosas, y pensé que la única forma de cambiar lo que nos rodea era hacerlo yo y no contarlo», explica.
Junto a su pareja y a su hijo compró el terreno que tienen ahora y se incorporó a la empresa agraria como joven agricultora. Comenzó con frutales, sobre todo cerezos, además de ovejas, vacas y cabras, junto a colmenas. «Se trata de una finca con una producción diversificada, apostando por la autosuficiencia». A pesar de ese vuelco en su vida, no era un mundo desconocido para ella. Desde que llegó a Extremadura de Madrid en los años 90, ha contado con vacas. «Siempre he disfrutado del ganado».
Recuerda que cuando apostó por esa nueva vida el propósito era tener una finca que les permitiera vivir sin hacer grandes inversiones y que fuera un modelo sostenible, que pudieran abordar. De aquello ya hace 16 años y siguen con la misma filosofía. Al principio fueron algo ambiciosos, porque tenían más ganado, ya que para la primera instalación de jóvenes agricultores hay que cumplir unos requisitos y contar con un número mínimo de animales, de frutales o de colmenas. Una vez cumplidos los plazos, se ha ido ajustando al trabajo y a la capacidad productiva que pueden abordar. «He ido recortando hasta tener un trabajo que me permite vivir y que no me permite estar dependiendo de ayudas, bancos e insumos. Se trata de tener lo que puedo abarcar. Así estoy muy a gusto».
La producción de esta explotación está centrada sobre todo en el cerezo, así como en otros frutales. También cuenta con miel, gracias a las colmenas. No falta la ganadería, especialmente para el consumo doméstico. La finca igualmente posee robles y forraje para los animales. Dando un paseo con Carmen Ibáñez por su terreno se pueden ver además otros productos, algunos silvestres y otros no, que ayudan a mantener el campo fértil. «Aquí se puede comer todo», explica. Toda la gestión de la finca es ecológica, intentan que no haya nada de insumos químicos y que la producción sea sostenible. «Casi todo lo que manejamos tiene criterios ecológicos. A lo mejor no están descritos en la ley, pero sé que lo son, porque trabajo e investigo y me gusta apostar por este modelo».
Estrategias nuevas
Ibáñez apunta que en Extremadura no puede haber otro tipo de agricultura que no sea la ecológica. La otra fórmula es la industrial, que «está abocada a que todo lo que viene detrás desaparezca». Su tendencia es ser autosuficiente con su explotación. A pesar de ello, reconoce que eso por ahora es casi imposible. Ya solo con el cambio climático es difícil tener un control. Ejemplo de ello -asegura- son sus cerezos ecológicos, que están al límite de la producción. Este hecho le obliga a tener estrategias nuevas.
Rechaza que las grandes empresas dicten lo que se debe producir. Apuesta por la sabiduría y el conocimiento que da la tierra y la agricultura. «Se lleva produciendo durante siglos». Tiene claro que el hombre que conoce el campo, sabe lo que se puede producir, en qué momento y los procesos que debe seguir, además de tener un conocimiento perfecto de sus animales.
Opina que uno de los problemas es que muchas personas han abandonado el campo o lo dirigen desde fuera. Además, se depende de unas ayudas de Bruselas que dicen lo que se debe producir. «Hay que utilizar el sentido común».
Esta mujer conoce su finca como la palma de su mano. Sabe en cada lugar lo que tiene plantado o en cada momento donde están sus animales. Para ella y su marido cada jornada es diferente. «No somos nada disciplinados». Asegura que el horario laboral lo marca la naturaleza. A partir de ahí, se actúa. Matiza que se ha hecho una gestión de cerrar los animales en los establos porque es una finca pequeña, y además el estiércol es muy valioso. «Es imprescindible para la huerta y la fruta». Sostiene que lo importante es tender a un equilibrio. En el campo siempre hay que estar pendiente, dice. Cada día observa el comportamiento de cualquier animal o producto. Detalla que muchos elementos que se necesitan se pueden obtener de la misma explotación, como hierbas o semillas.
Esta mujer también apuesta por un modelo de mercado diferente con sus distintas posibilidades. Una de las vías es que el producto tenga la identificación del registro ecológico. Otra de las alternativas es que se establezcan tratos preferentes entre productor y consumidor, que se refuercen visitando y conociendo el sitio. «Es una persona que está pagando por un kilo de cerezas lo mismo que otra que la compra en el mercado, pero en el primer caso todo el dinero va al agricultor. Creo que ese el modelo». Se trata de una forma de apoyar este trabajo y la producción ecológica. Otro aspecto importante de esta explotación es el estudio. Para ello, en una pequeña parte de cada una de sus plantaciones prueba e investiga diferentes comportamientos. Esa recogida de información, tanto propia como de otros agricultores, es importante para el desarrollo de su cultivo.
Tiene variedades de frutales que se han ido recogiendo desde la zona de Villuercas hasta Gata. La intención es saber cómo se comporta cada variedad, si entra en producción y cuándo, o si florece más o menos que otra. «Se trata de tener una estrategia». También investiga con especies forrajeras para el ganado, además de con otras plantaciones en pequeñas dimensiones. Todo ello se une al intercambio de experiencias de modelos de trabajo con terceras personas. De este modo, se consigue un conocimiento muy valioso que puede repercutir en la tierra.
Carmen Ibáñez es un referentemente en el cultivo ecológico. Lo demuestra en charlas y cursos. Ejemplo de ello son las actividades complementarias sobre el terreno que lleva a cabo. «Yo no es que sepa mucho, pero estoy cerca del campo, lo veo día a día y lo puedo transmitir». Mediante estas propuestas, da a conocer su experiencia.
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