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Cerro Gordo se enfrenta a los okupas para que no se instalen en las casas vacías

Cerro Gordo se enfrenta a los okupas para que no se instalen en las casas vacías

Hasta 60 residentes cercaron un chalet para pedir a los ocupantes que se marchasen y ahora se han organizado para vigilar su barrio y dar aviso a la policía

Natalia Reigadas

Martes, 9 de septiembre 2014, 00:36

En mi barrio no. Los vecinos del Mirador del Cerro Gordo se niegan a convivir con okupas. En sus calles hay numerosas viviendas, en especial chalets, que están vacías porque aún no han sido vendidas. Esto ha provocado que se produzcan varios intentos de familias por instalarse en las casas de forma ilegal, pero el resto de residentes ha opuesto resistencia y ha conseguido disuadirlos.

Los vecinos se han organizado para vigilar las viviendas desocupadas cuando pasean por el barrio. En cuanto detectan que han forzado una puerta o han subido una persiana, alertan al resto de residentes del Cerro Gordo a través de la redes sociales. Ellos mantienen vigilada la casa y si confirman que está siendo ocupada, avisan a la Policía Nacional. Estos pacenses han llegado incluso a protestar ante uno de los unifamiliares de la calle Baluarte de San Roque. Más de 60 vecinos cercaron la calle y lograron que una familia desalojase el chalet que pretendía ocupar.

María del Mar Gallardo, que vive en un unifamiliar de la calle Batalla de Betanzos, explica que la iniciativa vecinal surgió de forma espontánea ante el miedo de que varias familias ocupen una calle y se convierta en una zona conflictiva. Uno de los casos que se han producido en los últimos meses fue en su propia calle, pero los okupas se marcharon.

Poco después, añade Gallardo, se produjo otra situación complicada en una vía cercana, Batalla de Valencia. Allí varias personas entraron en un chalet y dio la casualidad de que la inmobiliaria propietaria guardaba dentro las llaves de las casas de toda la calle por lo que los okupas tuvieron acceso a numerosas viviendas. De nuevo la presión vecinal hizo que los que pretendían usar las casas se marchasen y los propios residentes de la zona recuperaron las llaves.

Movilización

Semanas después, a principios de agosto, tuvo lugar el enfrentamiento más grave entre vecinos y okupas. Fue en la calle Baluarte de San Roque. Según explica un residente cercano, Luis Trenado, dos vecinos pasaron por una casa y detectaron que había sido invalida ilegalmente. Los okupas, al ver que los observaban, les insultaron. Entonces decidieron dar la alarma y el barrio de movilizó. A las once de la noche más de 60 personas cercaron la calle para pedir a la familia que se marchase.

«Nosotros optamos por dialogar y ser sensatos», explica Trenado que añade, sin embargo, que los pacenses que viven en el Cerro Gordo sabían que no podían consentir la ocupación. «Al final vives con miedo. Es un barrio joven que está empezando y el problema es que una persona que ocupe atrae a otra y es de improviso».

«El mayor miedo es que se ocupen varias casas y esa calle siga así años. Imagina una vía así», teme este vecino. Por esa razón los interesados se concentraron hace un mes en Baluarte de San Roque, y es que los okupas avisaron que en los próximos días sus familiares vendrían a las casas cercanas.

Estas amenazas crisparon a los presentes y se vivieron los momentos de mayor tensión. «Nos amenazaron. Decían: cómo venga la gente de Los Colorines... Como diciendo que se iban a enfrentar a nosotros y los ánimos se caldearon», recuerda María del Mar Gallardo.

Finalmente llegó la Policía e intervino, pero fueron los propios vecinos los que lograron convencer a los ocupas de que se marchasen. Los agentes no pueden entrar en las casas sin un mandamientos judicial, pero la presión de los asistentes hizo que la familia se marchase.

«Les hicimos un escrache, como a los políticos», bromea Luis Trenado, que añade con seriedad que tuvieron que intervenir para evitar males mayores. «Nos dimos cuenta de que era ahora o nunca. O cortábamos eso de raíz o ocupaban toda la calle».

Actualmente los vecinos siguen realizando una vigilancia activa de las zonas desocupadas, según explica Gregorio Estévez, presidente de la Asociación de Vecinos del Cerro Gordo. «Y parece que funciona porque no hay nuevos casos. Se trata de un plan de acción para evitarlo». Además, a raíz del último incidente, se realizó una reunión entre vecinos, Policía Nacional y las inmobiliarias propietarias de casas desocupadas.

Reunión con la policía

En el encuentro los policías recomendaron a los vecinos no enfrentarse a los ocupas directamente, sino alertar a las autoridades. Eso sí, lo antes posible para poder intervenir antes de que tomen posesión de la vivienda. El problema, según relatan los vecinos, es que hay puertas abiertas y persianas subidas y ellos solo pueden vigilar desde fuera por lo que no es fácil saber si un chalet está ocupado. Por ello piden a los bancos y entidades propietarios que cierren de nuevo estas casas.

Según Gregorio Estévez en la reunión las inmobiliarias se comprometieron, incluso, a poner vigilancia privada en la zona. Sin embargo el presidente de la agrupación vecinal matiza que solo podrán hacerlo cuando se aclare la situación de estas propiedades, ya que algunas están en manos del banco malo y las gestoras no pueden intervenir hasta que se las cedan para venderlas.

La ausencia más comentada por los vecinos en esta reunión fue la de los responsables municipales que, según los residentes del Cerro Gordo, fueron invitados, pero aseguraron que no podían asistir por problemas de agenda. Esto ha generado cierto descontento en el barrio.

Por otra parte estas dificultades han tenido una vertiente positiva y es que muchos vecinos aseguran que, enfrentarse juntos a esta situación crítica, les ha reforzado el sentimiento de barrio. Así mismo creen que será disuasorio para los posibles okupas, ya que han dejado ver que tendrán que enfrentarse a la oposición de los vecinos. María del Mar Gallardo explica, por ejemplo, que salió corriendo a apoyar la última concentración aunque era en la otra punta del barrio. «Y la gente de los pisos son los más implicados, aunque afecta más a los que vivimos en unifamiliares».

«Es un orgullazo cómo ha reaccionado la gente. Este es un barrio tranquilo. No hay ningún problema y no queremos que los haya», concluye esta vecina.

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