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Natalia Reigadas
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 08:39
Hace algo más de 100 años conseguir agua no era tan fácil como abrir un grifo. Algunas casas tenían aljibes, pero la mayor parte de los vecinos debían utilizar pozos o fuentes. Había algunas dentro del casco urbano, pero las más cotizadas, por la calidad del agua, estaban en las afueras. Allí se desplazaban los aguadores para recoger su cotizado botín. Muchas desaparecieron, pero algunas se conservan, al menos por el momento. Son las fuentes olvidadas.
Más allá de la importancia que tuvieron para la vida diaria de los pacenses, estas fuentes tienen valor patrimonial, ya que se trata de edificios muy cuidados con más de cuatro siglos de historia. No se han conservado y presentan un importante riesgo de derrumbe.
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