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A. GILGADO
Jueves, 8 de junio 2017, 07:50
Luis Costillo (Badajoz, 1956) pasó hace pocos meses por una enfermedad oncológica y desde entonces su producción artística se ha multiplicado. En casa, cuenta, puede tener más de quince libros-objetos ilustrados, todos terminados en este 2017. Reflexiona sobre la enfermedad en el idioma que mejor conoce: construir imágenes abstractas a partir de la realidad.
El pintor y diseñador gráfico se sirve de la terminología médica, de las siglas que manejan los oncólogos o de las expresiones con las que uno se familiariza cuando tropieza con una patología de este tipo para crear su obra.
El punto de partida es llamar la atención sobre el desconocimiento propio. «El médico que me ha abierto y me ha operado me conoce mejor que yo mismo». Como suele ser habitual en su forma de trabajo, el texto acaba convirtiéndose también en figura.
Hace tiempo que dejó atrás los lienzos para centrarse en los libros de gran formato. «Con los libros te realizas más, me parecen más míos, terminas la obra y la coses página a página». El principal problema es que no son tan vendibles. Una lámina suelta tiene más salida que un conjunto de ilustraciones de más de un metro cosidas. Editar facsímiles de pequeño formato le vale como solución para que sus obras puedan llegar al público interesado. «Yo en las exposiciones los dejo abiertos para que la gente los maneje. Son para verlos».
Relación con el espectador
Como artista le reconforta la implicación que tiene el espectador con este tipo de obras. En una exposición de poesía visual que organizó la Biblioteca de Extremadura se percató de que muchos visitantes se pasaban mucho tiempo mirando y remirando cada libro que dejó allí. La relación con el público, explica, es muy intensa.
En las creaciones que presentó ayer cuenta varias historias paralelas, cada una sigue su propio relato por el tipo de papel o de tipografía que emplea. «Me gusta que cada libro tenga varios mensajes distintos y muy diferente entre sí».
Tras este periodo tan productivo, ahora toca descansar y ordenar ideas para las exposiciones que le esperan en otoño. Tiene previsto volver de nuevo a la Biblioteca de Extremadura a la Alcazaba y varias escuelas de arte que han reclamado algunas de sus ilustraciones. Costillo defiende que lo verdaderamente importante sigue siendo la obra final, que el artista debe permanecer en un segundo plano. Ni tan siquiera firma sus dibujos con su nombre. A todos les pone el término Fahrenheit, en referencia al libro de Ray Bradbury, que le fascinó el mensaje de cómo un bombero podía acabar dedicándose a quemar libros. «Ahora mucha gente se dedica a la ilustración y eso no es ni mejor ni peor, pero resulta necesario destacar la obra por encima del autor. No es quién firma, sino lo que se firma».
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