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Cerrado por defunción

No nos queda tiempo para debates ideológicos, si en 10 años en Extremadura no hay una profunda apuesta industrialque pueda crear en torno a 25.000 puestos de trabajo será muy difícil volver a ver la Extremadura próspera que hemos conocido la gente de mi generación, y por primera vez en la historia reciente de nuestra tierra, empezaremos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor

Rafael Lemus Rubiales

Martes, 27 de febrero 2018, 00:20

Creemos que el estado de bienestar es eterno, sin pararnos a pensar que para que eso ocurra se necesita un esfuerzo diario y planes sólidos de futuro. Extremadura ha vivido la época más maravillosa de su historia, donde sus ciudadanos han sido capaces de vivir y convivir en paz con las mismas obligaciones y los mismos derechos.

Se cumplen 35 años de la creación de la autonomía extremeña y, quizá, sea el momento idóneo para reflexionar sobre nuestro presente y aún más necesario, sobre nuestro futuro. La Extremadura de principios de los años 80 era una Extremadura que se había desangrado por una emigración terrible, no solo nos privó de generaciones de extremeños, sino que como consecuencia perdimos el espíritu emprendedor que gran parte de esos extremeños tenían y no pudieron desarrollar en nuestra tierra, lo hicieron en otras comunidades autónomas.

35 años después, y tras haber vivido recientemente una crisis económica terrible para nuestra tierra, nos encontramos con una situación preocupante que de no ponerle remedio se convertirá en alarmante.

La despoblación en Extremadura no solo es el resultado del envejecimiento de la población, la crisis económica se convirtió, también, en la gran aceleradora de la despoblación. Y en una región fundamentalmente rural, esa es la mayor amenaza a la que nos enfrentamos.

Basta con varios datos para comprobar que el envejecimiento de la población y la despoblación se ciernen sobre nuestro futuro como si fuera las siete plagas. En el 2016 descendió la población en más de 8.000 personas, cifra más que preocupante si tenemos en cuenta que desde que empezó la crisis económica hasta junio del año 2017 la población en Extremadura ha descendido en 18.624 habitantes.

Extremadura se ha convertido en una tierra donde implantar una industria puede llegar a ser una quimera, una utopía quizás. No hay proyecto industrial que no lleve implícito la oposición frontal de diversos sectores de la población, unos porque quieren una tierra muy protegida medioambientalmente y libre de industrias, otros, porque su visión provinciana y acomodada, incluso frívola, les incomoda tener que convivir con una industria a pocos kilómetros de su casa, sin ni siquiera esperar la viabilidad medioambiental del proyecto.

El caso del proyecto de la Azucarera en Mérida aporta una visión de la situación. Un proyecto que podría generar en torno a 1.000 puestos de trabajo, beneficios a las arcas públicas y potenciar multitud de empresas auxiliares está siendo atacada de manera frontal por la Asociación Ecologistas en Acción, sin tan siquiera saber si el proyecto podría ser viable medioambientalmente. Esas asociaciones se están convirtiendo en una seria amenaza para nuestro futuro más inmediato, generan alarmismo y convierten una noble causa como es la protección de la naturaleza en un comportamiento sectario y amenazante para nuestro desarrollo como región.

En Extremadura se dan dos circunstancias: una, el Medio Ambiente está bien protegido, el 30 % del territorio cuenta con alguna protección. Otra, tenemos una región poco industrializada, es decir, hay un claro desequilibrio que únicamente perjudica a los extremeños, a los de hoy y a los de mañana. Sin industria no habrá empleo, y sin empleo, no hay futuro.

En los pueblos extremeños hay un clamor generalizado contra muchas de las restricciones medioambientales, no se entiende que sea tan difícil poder emprender un proyecto que genere riqueza sin tener que pasar por un riguroso y restrictivo filtro medioambiental. Ese choque de criterios entre zonas rurales y zonas urbanas genera una controversia de difícil solución si no es con el bendito equilibrio, el que vive en el campo quiere tener oportunidades de prosperar en su pueblo. Y esa debería ser nuestra clave de bóveda a futuro, la de permitir desarrollar las iniciativas industriales sin menoscabar la naturaleza.

No nos queda tiempo para debates ideológicos, si en 10 años en Extremadura no hay una profunda apuesta industrial que pueda crear en torno a 25.000 puestos de trabajo será muy difícil volver a ver la Extremadura próspera que hemos conocido la gente de mi generación, y por primera vez en la historia reciente de nuestra tierra, empezaremos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que por lo tanto, fracasaremos como protagonistas de nuestro tiempo, nuestros padres nos entregaron una tierra con la ilusión de crecer y nosotros a nuestros hijos le heredaremos una tierra sin futuro.

Estamos a tiempo de revertir la dirección que ha tomado nuestro destino, de no ser así, muchos pueblos, tristemente, deberán colgar el cartel, cerrado por defunción.

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