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Elías Moro (Madrid, 1959) llegó a Mérida en el 85. Aficionado a los poesía desde joven, colmaba su apetito con recitales y presentaciones que se programaban en su nuevo destino. Entre los habituales, le llamó la atención un poeta muy activo. Intervenciones brillantes casi siempre. Elías le llevó una libreta con sus trabajos. Dos semanas después le citó. «Esto está muy bien -le dijo- pero mejor lo tiramos a la basura y empezamos de nuevo».
Resetearon y le recomendó un libro. 'Estampas de ultramar', de Aníbal Núñez. De aquello han pasado ya treinta años. El exigente poeta que llamó la atención de Elías era Ángel Campos Pámpano. Con el tiempo se convirtió en el más importante literato contemporáneo de Extremadura. Impulsor de mucho de lo que se hace hoy en política cultural como la Díaz Canedo o el intercambio con Portugal. Murió en 2008 y Elías todavía se emociona cuando lo recuerda. Fue su maestro.
Aunque solo se llevaban dos años, Ángel Campos ejerció de padre literario. Si no lo hubiera conocido, el libro que hoy presenta Elías en Badajoz -en el gastrobar Carmen a las ocho de la tarde- nunca lo hubiera escrito. «Fue determinante para mí», sentencia. El poemario de mañana en el Carmen se titula 'De nómadas y guerreros' y tiene mucho de aquel 'Estampas de Ultramar' que le recomendó su mentor hace tres décadas. Escéptico por naturaleza, muchos de los temas que aborda lo hace de forma combativa. En 'De nómadas y guerreros' se fija en pueblos como los masáis, los tuareg o los tártaros que sobreviven amenazados por la forma de vida de occidente. «Me interesa dejar constancia de que llevan miles de años y ahora están en riesgo. Hay formas de vida distintas a la nuestra». Es un libro también muy cinematográfico. Con una fotografía muy potente.
Con el paso de los años y acumulando experimentos literarios, Moro se ha convertido en un escritor ecléctico. Se atreve con los textos breves, los aforismos, las greguerías o los dietarios. La literatura fragmentaria es su campo. La novela, cuenta, nunca le ha interesado. «Según me voy haciendo mayor, lo que más me cuesta es la poesía. Le voy cogiendo más respeto del que siempre le he tenido». Su mensaje es muy claro. Hay que leer y escribir. Más que escritor se considera un lector exigente. El resto, como el reconocimiento del público o las editoriales, ya vendrá. Durante años fue esclavo de la literatura sudamericana. Desde García Márquez hasta Tito Monterroso, el maestro de los textos breves en español. «El lector que eres se ve reflejado en la forma de escribir».
Sus poemas salen más de la reflexión que de los impulsos. Escribir es reescribir. Caza en su inseparable libreta las ideas que le vienen a la cabeza, pero después toca regar para que germinen en la mesa de trabajo. Es el momento de borrar, cortar, corregir, borrar, corregir de nuevo... El resultado puede acabar en la papelera o en la impresora de la editorial. Pecado capital que llegue al lector algo que no se pueda mejorar. «Eso no es ser honesto y cuando tienes intención de publicar algo hay que ser honesto con el lector». Hablando en términos prosaicos. Llevar el mejor producto al mercado, y para eso, lo sabe por experiencia propia, solo hay un camino: muchas horas, mucha lectura y mucha reescritura. La poesía es muy traicionera. Un adjetivo de más te arruina un poema. Un signo de puntuación mal colocado te cambia el sentido. Las palabras son las mismas, pero todo puede cambiar. «A eso me refiero cuando digo que cada vez le tengo más respeto».
Al lector le pide que ejerza la última reescritura. Igual que muchos espectadores pueden recordar una misma película por escenas diferentes, en los poemarios siempre debe haber asideros a los que agarrarse. «Quiero que el lector sepa que no le estoy dando gato por liebre, que vea un trabajo honesto». No esconde la rabia por lo orfandad de público a la que parecen predestinados los poetas. «Mucha gente cercana me dice que no leen poesía porque es complicada o difícil. Yo lo veo tan complicado como escuchar música o cocinar. Es una actividad humana más». Otra causa a combatir. Nada de hermana menor. Condensa todo el alma de la literatura. Los clásicos no escribían novelas, lo hacían en hexámetros. Los juglares, los romances, la Edad Media... Todo eso era en poesía. «Siempre ha estado ahí. Y seguirá permaneciendo. No hay que obsesionarse por buscar un 'bestseller'. No hay que correr detrás del lector». 'De nómadas y guerreros' ya se presentó en Mérida y pasará también por la Feria del Libro de Plasencia y Moro busca cuadrar la agenda para llevarlo a Cáceres. Esta tarde llega al gastrobar Carmen de Badajoz. «Soy muy de bares. Son espacios en los que siempre ha habido literatura. Solo hay que recordar la época de las vanguardias».
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