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Se vende antiguo convento franciscano. Así se anuncia en la enorme lona que cuelga desde hace unos días en la fachada de la calle San Juan del antiguo conventual concepcionista. El inmueble de 5.000 metros cuadrados abarca la manzana entre las calles San Juan, Bravo Murillo y San Gabriel y lo completa La Concepción, que fue originalmente la iglesia del convento.
Desde 2003, el conventual está cerrado y sin uso en ninguna de sus dependencias. Fue ese año cuando lo compró una sociedad, cuya cabeza visible es Miguel Ortiz-Cañavate, empresario vasco afincado en Japón y vinculado al sector del juego. El proyecto para este inmueble del siglo XVIII era prometedor: reconvertirlo en un casino y hotel de cinco estrellas con restaurante panorámico al Casco Antiguo y spa.
Pero ese sueño, que llevaba el nombre de ‘Gran Casino Augusta’, se frustró porque no consiguió la licencia. En su lugar, el concurso para la construcción del casino de Extremadura se lo llevó el grupo Franco-Orenes-Río. Y desde entonces espera que lo rescaten del olvido.
Ahora, el conventual busca comprador o compradores, porque se ofrece su venta conjunta o segregada hasta en cinco dependencias. Fuentes consultadas por HOY aseguran que el inmueble está en venta desde que lo adquirió pero que el precio que pedía la sociedad de Ortiz-Cañavate por él era muy alto y lo ha movido entre grandes proyectos. El más interesante surgió en torno al año 2004, aunque tampoco vio la luz para convertirlo en un geriátrico.
Ahora, dicen las mismas fuentes, ha rebajado mucho sus pretensiones económicas porque no puede mantener más tiempo la inversión inmovilizada. La idea del empresario vasco es desprenderse del inmueble completo y aunque no se conoce el precio que pide por él, se sabe que penalizará la venta por partes.
El conventual concepcionista se vende y la actuación estrella de los fondos DUSI consiste en rehabilitar un edificio histórico que esté en el Casco Antiguo para convertirlo en sede administrativa donde se concentren servicios municipales de atención al público. El idilio pinta bien, aunque desde el Ayuntamiento dicen que, de momento, no se han planteado nada. Como candidato, el conventual reúne los tres requisitos que enumeró el alcalde cuando por diciembre del año pasado presentó las líneas maestras de los 18,7 millones de euros que vienen de Europa: que sea un edificio de valor patrimonial y de propiedad municipal –bien porque sea suyo o porque lo compre–, que esté en la zona alta del Casco Antiguo, entre el Ayuntamiento y la Plaza Alta, y que se ubique en el entorno del parking de Santa María.
Las distintas dependencias son un inmueble en la calle San Juan de 576 metros cuadrados, otro contiguo de 1.547 metros cuadrados, uno en San Gabriel de 136 metros cuadrados, uno en la calle Bravo Murillo de 1.726 metros cuadrados y otro en la misma vía de 1.031 metros cuadrados. Aunque el conventual goza de protección, su venta segregada es posible porque el inmueble está dividido en varias propiedades registrales.
Pese a los años cerrado, el conventual mantiene un buen estado de conservación, en buena parte gracias a la última obra que se realizó en él para proteger y consolidar las cubiertas, lo que ha frenado su degradación. El complejo conserva su estructura conventual con un claustro central –que tiene unos 400 metros cuadrados–, las bóvedas, galerías, sala capitular e incluso el antiguo huerto, que es el que da para la calle San Gabriel.
La historia del conventual arranca a finales del siglo XVIII cuando los franciscanos que hasta entonces ocupaban el convento de los Gabrieles en la zona de los Montitos –junto al polvorín– deciden mudarse a la ciudad cansados de sufrir ocupaciones cada vez que la ciudad era asediada. Entonces se asientan en lo que eran las antiguas carnicerías reales, en la actual manzana de San Juan, Bravo Murillo y San Gabriel. Como convento realmente funcionó muy poco tiempo, hasta 1835, cuando sucumbió a la exclaustración. Lo que sí sobrevivió fue la actual iglesia de la Concepción (cuya puerta principal, que da al interior del convento, está cegada desde entonces).
A partir de ahí empiezan las particiones del conventual para albergar principalmente viviendas privadas. Una de las familias propietarias de la zona de Bravo Murillo donó su parte y allí se hicieron las congregaciones –‘Las Congres’ como se las conocía en Badajoz. Posteriormente, se reconvirtió en la residencia de ancianos ‘Magnífica’. También hubo una zona ocupada por jesuitas. Los bajos de San Juan fueron en los 90 la tienda de moda Quercia y, al lado, El Barato.
A finales del siglo pasado, empezó la decadencia del Casco Antiguo. En torno al año 1994, el empresario pacense Ignacio Sánchez Rubio comenzó a adquirir los diferentes edificios del conventual, que logró reunir en el año 2000. Allí instaló su empresa Seta Consultores, que se encargó por entonces de la gestión del Plan Urban. A inicios de siglo, las dependencias de Bravo Murillo fueron alquiladas por la Junta de Extremadura para albergar las oficinas de Vivernet. Estos fueron sus últimos usos. La última en salir fue Seta Consultores, cuando su propietario vendió el conventual al empresario del juego.
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