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MARTA PÉREZ GUILLÉN
Viernes, 25 de julio 2014, 09:20
La noche llegó, y con ella, las 1.829 personas que no quisieron perderse el estreno de la primera comedia de esta edición del Festival de Mérida. 'Las Ranas' de Aristófanes, dirigida por Juan Dolores Caballero. Mientras el gentío se ubicaba en sus asientos, minutos antes de que la atmósfera del Teatro Romano los trasladara al Inframundo, los Kenedy, la banda encargada de la música en vivo, decidieron amenizar el ambiente, por aquello de hacer más cómoda y amena la espera.
La canción de pronto se desvanece, y en mitad del escenario romano, aparece Pepe Viyuela. Emocionado decide dedicar unas palabras en nombre de la compañía y de la organización al fallecido actor, Álex Ángulo. «Con el recuerdo, la inmortalidad de los humanos, de alguna manera es posible», expresa Viyuela, quien finaliza el sentido homenaje apuntando que «la mejor forma de hacerlo es con la risa».
Con las emociones aún fluyendo en el aire del romano, las luces se apagan. El estilo pop rock indie de la banda comienza a resonar. La rana Beth canta a la vez que narra el comienzo de la historia para situar a los presentes en una obra de estreno absoluto.
La primera en subirse al escenario es una irreconocible Miriam Díaz Aroca, enfundada en cuerpo de hombre, cubierta de harapos y con joroba. Los andares y la risa de Jantias, personaje que da vida la actriz, contagian a los presentes, quienes no dudan en corresponderle con carcajadas. Pepe Viyuela, que se mete en la piel de un miedoso dios Baco, no tarda en salir a escena y rematar la situación cómica. El público parece rendirse al encanto de la comedia. Las situaciones que provocan la risa se dejan ver poco a poco con las vicisitudes con las que se topan Jantias y Baco, en ese afán por llegar a las puertas del hades y salvar de esta forma el teatro. Un teatro y estado que entran en crisis por la muerte de los grandes dramaturgos de la época. El dios Baco, ve en Eurípides al gran salvador.
La primera parte de la obra, que se centra en el viaje de ambos personajes al infierno, mantiene a los espectadores enganchados a la trama. Entretenidos, y lo que importa, sonriendo. El viaje en barco de Baco, para cruzar la laguna estigia, con el peculiar Caronte, interpretado por Alfonso Rodríguez, es quizás una de las situaciones más cómicas. Gusta por el humor reconocible con marca de Viyuela, y el personaje que crea Rodríguez.
En la comedia a veces sucede que la situación más surrealista y absurda se convierte en la más divertida. Aunque esa situación tenga que ver con algo tan místico y sagrado como un entierro. El resultado de esta escena no es otro que verdaderas carcajadas que resuenan entre las columnas del Teatro Romano. Pocas resonaron con tanta fuerza.
Decaimiento
De una primera parte llena de energía, y situaciones vario pintas, donde la risa se asegura, a una segunda demasiado densa.
El juicio entre los dos dramaturgos que se encuentran en el Inframundo, Eurípides y Esquilo, para decidir quién de los dos era mejor, no llegó a cuajar del todo. Algo lento y pesado, parecía que Baco, que actúa a modo de juez, no se iba a decidir nunca. Que si una batalla de prólogos, de versos en balanza y por último consejos a la ciudad. El agón parece eterno.
Y eso, que durante unos minutos, la magia del teatro se rompe, y el propio público se convierte en parte de la representación, en apoyo a Esquilo. «Perdió su frasquito», frase con la que Selu Nieto, metido en la piel del dramaturgo, anima a los asistentes para que repitan y poner en solfa de esta forma al gran Eurípides.
Tras las pruebas, Baco, muy a su pesar, rechaza a Eurípides y escoge a Esquilo, quien regresa al mundo de los mortales para salvar la escena del teatro. El aguijón de Aristófanes para su archienemigo Eurípides va más allá. No se conforma con derrotarlo sino que además, lo destrona en el Inframundo.
Los actores se marchan del escenario, las luces se apagan y el público aplaude. La ovación aumenta cuando regresan al calor de los presentes, y mucho más cuando Miriam Díaz Aroca y Pepe Viyuela salen a recibir su recompensa. Una levantada masiva. La comedia de Juan Dolores Caballero aprueba en el escenario romano.
Cal y arena
Aunque el debate resulta algo flojo, que la obra parece que se deshincha, lo cierto e indudable es que el público pasa una velada divertida, con un humor comedido, escatológico en mínimas dosis y personajes que recuerdan, salvando las distancias, al estilo de los Monty Python, a través de actores de primera.
Sobresaliente la intervención de Miriam Díaz Aroca, que se mete a los asistentes en el bolsillo en los primeros segundos de obra y no vuelven a salir de él en toda la representación. Su Jantias gustó, como también el dios Baco de Viyuela.
Lo mismo sucede con el resto del reparto. Carlos Moreu con su Hércules algo afeminado, engancha. También lo consigue Alfonso Rodríguez y su Caronte. Impecable la intervención de Selu Nieto como Esquilo, que se bautiza en el Teatro Romano, y al que no dudaría en volver de nuevo, como afirmaba tras el estreno. Susana Hernández completa el reparto con la Muerta, causante del momento con más chispa de toda la obra.
En cuanto a la escenografía, no por mucha parafernalia que se ubique en el escenario romano, se causa mayor un impacto en el espectador y en el sentido de la obra. El montaje del arquitecto Juan Ruesga de Theather Lab, aunque simple, tiene su sentido.
El velo a modo de tienda de campaña de grandes dimensiones, cobra significado cuando se abren las puertas al hades. La obra no requiere más. Suficiente resulta aprovechar el esplendor del Teatro Romano, con el que resulta fácil viajar a través de los diálogos de los actores.
Sobre el vestuario, muy acorde con la época del momento en el que surgió la obra. Todos, incluso los figurantes, menos Beth que vestida de verde con esmoquin representaba a la rana cisne. De entre todos, como no podía ser de otra manera, destaca la caracterización de Miriam Díaz Aroca como Jantias, que lucía un aspecto irreconocible.
Mención aparte merece la música de la banda sevillana Kenedy y las intervenciones de Beth. Una vez más se demuestra que los acordes actuales, como la fusión del rock, pop e indie, en juego con los clásicos saben a gloria. Un contraste interesante que gustó a los presentes. Así al menos opinan algunos.
Es el caso de Ricardo Ramos, de Madrid, que cada vez que puede, se escapa con su familia a la capital autonómica para ver una obra. «Me ha gustado que se respetara la esencia del clásico, que se adapte lo justo y necesario para ser divertido con la mentalidad de hoy», explica. Ramos señala también que la música le parece un acierto, y una manera de rememorar al antiguo coro griego.
José Preciado de Mérida destaca lo innovador de la propuesta por esa fusión con la música actual. «Me parece un montaje muy fresco, y divertido», recalca, compartiendo opinión con Nines Guerrero, también de Mérida. «Me parece un acierto la banda, quizás porque los conozco de antes», explica Guerrero, quien además añade que la obra en sí le ha parecido que está muy bien adaptada a la realidad del momento.
La primera comedia no defrauda, pero tampoco llega al clímax. Entretenida y agradable, aunque con la chispa desequilibrada en sus partes. 'Las Ranas' consigue el aprobado del escenario romano, quedándose a medio camino de la gloria que se pinta en mayúsculas.
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