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La traición en minúsculas de 'Coriolano' no defrauda al público emeritense

La traición en minúsculas de 'Coriolano' no defrauda al público emeritense

El montaje de Eugenio Amaya con la versión de Fermín Cabal convence, pero no provoca la emoción propia de la tragedia

MARTA PÉREZ GUILLÉN

Viernes, 15 de agosto 2014, 09:12

Alboroto en el graderío minutos antes de que comenzara la obra el día del estreno. Alboroto e incluso algún que otro atrevido iniciando una ola humana sin mucho éxito. Los 2.095 asistentes que no quisieron perderse la cita con la primera obra de denominación de origen extremeña mostraban síntomas claros de estar entregados. Incluso antes de que los actores invadieran el escenario. Las luces se apagan, y la risa nerviosa resuena. Se palpan las ganas de teatro. Se siente el entusiasmo de los presentes por presenciar una de romanos como hace años no sucede en el suelo emeritense. 'Coriolano' de William Shakespeare, pasada por la pluma de Fermín Cabal, y bajo la batuta de Eugenio Amaya, prometía un espectáculo atrevido, lleno de acción y diferente. Prometía eso, una de romanos con batallas y soldados.

Las luces iluminan el gran escenario. Las voces resuenan, y de repente en escena, más de treinta ciudadanos, entre actores y miembros de la Asociación de Emerita Antiqua. La energía del pueblo romano que reclama justicia y que se salden sus deudas, capta la atención de los presentes. Una atención que resulta más que necesaria para poder digerir las dos horas de texto Shakesperiano, de por sí complicado.

La aparición del protagonista no se hace esperar. El Coriolano de Elías González encarna a la perfección el sentimiento clasista del que se cree superior por el mero hecho de pertenecer a una clase adinerada. Pero el personaje que Shakespeare muestra en esta tragedia no es sólo eso. También es la cólera, la cabezonería sin límite. El que se cree con la razón universal, y desprecia todo lo que no le baila el agua. Un malo malísimo, con aire chulesco, que a medida que avanza la función va decayendo, y se va humanizando.

La trama se centra en la lucha, que sabe a actualidad, de los plebeyos por poder subsistir. La de los ricos por cómo ser más ricos. Y la de los guerreros, por cómo conquistar al pueblo volsco, que a duras penas aguanta por conservar sus raíces. La traición también está presente. No en mayúsculas como en el Julio César, también de Shakespeare. Pero sí la suficiente como para que 'Coriolano' sea desterrado de Roma, después de ser laureado y recibido como solo se reciben a los grandes que se visten de héroes. Todo ello aderezado con una música que recuerda a Quo Vadis, y los aplausos del público entre escena y escena.

Muerte y tragedia. Tragedia y muerte, siempre van de la mano. Y 'Coriolano' no iba a ser menos. La sed de sangre llama a la puerta del Teatro Romano, y se cobra la vida de algún que otro personaje. La sed de sangre empujada por la traición también se lleva por delante al gran Coriolano, que muere sin pena ni gloria. Que muere para mantener viva su leyenda.

Mientras, a los asistentes se les hielan los pensamientos. No por la emoción que debe asomarse por el público, sino por el descenso de las temperaturas. El frío se ha convertido en una constante que sin querer acaba siendo la comidilla encubierta de la mayoría de las funciones. La obra finaliza y las luces se apagan. El público aplaude. No faltan los que se levantan, pero los aplausos poco o nada tienen que ver con la acogida en obras anteriores. Y más después de la resaca de 'El Eunuco', de esa que deja la borrachera del éxito y aún se mantiene viva.

Lo bueno y lo malo

Cuando un texto de Shakespeare se lleva a escena, uno sabe a lo que se enfrenta. Ya en la presentación de la obra, Eugenio Amaya realizaba un llamamiento para que los que acudieran a la obra pusieran sus cinco sentidos, por no decir seis, en la representación, y evitar de esa manera, la posible dispersión. Fermín Cabal consigue acercar el texto a la perfección. Lo hace comprensible, y digerible. La pega quizás tenga que ver con el ritmo. Un ritmo que al comienzo de la obra promete, entusiasma y brilla pero no se mantiene. Viene y va, dejando la miel en los labios de los asistentes.

En cuanto a la interpretación de los actores, sucede como con el ritmo. Los hay que suman, y los hay que restan. María Luisa Borruel, que se mete en la piel de Volumnia, la madre de Coriolano, está estupenda. Lo mismo que el Menenio de Quino Díez, y el Apio Claudio de Francisco Blanco, auténticos romanos con togas incluidas. Ni los gestos ni sus voces tienen desperdicio. Los tribunos, Bruto de Francis Lucas y Sicinio de Pedro Montero, gustan en escena. El Coriolano de Elías González, tampoco defrauda, pero se echa en falta algo más de garra. Y precisamente es lo que le sobra al joven emeritense Fernando Nieto, en su papel de Junio, que cuya trayectoria profesional sin duda promete. Que los actores extremeños son conocedores al dedillo del escenario, se presupone, se sabe y se palpa en esta obra. Se mueven como peces en el agua, haciendo uso al completo del escenario.

En cuanto a las batallas, las hay. No tantas como quizás se espera, pero las hay. Destacable la colaboración de la Asociación de Emerita Antiqua, que seguro no será la última.

La gran escalera, elemento protagonista de la escenografía del montaje, pasa inadvertida, fundiéndose a la perfección con el escenario emeritense. Sin duda un acierto producto de los que conocen el Teatro Romano, testigo de honor en 'Coriolano' que brilla como en ninguna otra función de esta edición. En eso tiene mucho que ver el diseño de luces de Kiko Planas, uno de los más acertados de este verano.

A María José Ledesma, de Salamanca, le gustaron las luces, la música y los actores. En resumen, todo. «Vengo todos los años, y me ha entusiasmado la obra», indica. Oportuna y con mucho sentido por la realidad del momento. Así opina María Neuma de Granada. «He venido recomendada por gente, y la verdad es que es una experiencia para repetir todos los años», recalca la granadina. No tan positiva es la conclusión de Quini Acosta de Mérida. Para la emeritense, «la obra me ha resultado algo lenta, pero en conjunto me ha gustado».

El montaje de 'Coriolano' no defrauda, pero tampoco consigue provocar esa emoción que nace de dentro con la tragedia. La calidad del texto acerca Shakespeare a los espectadores, pero no consigue transportarlos en ese viaje de sensaciones profundas. 'Coriolano' prometía acción, batallas y tragedia. También emoción y espectáculo. Pero a veces sucede que las promesas en la práctica se quedan a medias.

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