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MARTA PÉREZ GUILLÉN
Viernes, 28 de agosto 2015, 07:39
La pregunta que el mundo de las artes escénicas se hacía ya tiene respuesta. El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, a su llegada a la gala de los premios Ceres aseguró: «El año que viene nos vemos aquí». Esa fue la primera de las sorpresas de una noche que si por algo se caracteriza, además de por la expectación que causa, tanto en los que están a favor como en los que están en contra, y por la alfombra naranja de caras conocidas que no se dejan ver mucho por la ciudad, es por la espectacularidad de la ceremonia.
La cuarta edición de los galardones castúos tuvo altas dosis de eso y más. Ambientada en lo futurible que encuentra su lugar también en el pasado, contó con un 'mapping' que reflejó la belleza del yacimiento emeritense, a la vez que desplegó todo un espectáculo de luz láser que volvió a dejar a más de uno con la boca abierta, y a la mayoría de los presentes cegados por la magia visual del teatro.
Una magia que además hizo posible que Carlos Sobera, maestro de ceremonias de los Ceres, pudiera intercambiar palabras con su 'yo del futuro'. Con el Carlos del año 4015. Eso sí, con un look de pinceladas plateadas, que invitaba más a la risa y distensión que a la reflexión de sus palabras. Porque en esta gala también hay lugar para la comedia. Y la buena música. Emocionantes y brillantes las actuaciones de Luz Casal y José Mercé, los encargados de aliviar la emoción y sumar en fluidez.
Una fluidez que tenía como mejor aliado los efectos especiales, tanto de luces como de uno de los elementos que pocas veces se deja ver en el escenario romano, el fuego. Desde la mitad del graderío el público podía sentir el calor de sus llamas.
Tampoco faltó el homenaje esperado a las Siete Sillas, el inicio del Teatro Romano que acoge los premios desde hace cuatro años y que ha sido el escenario de 61 ediciones del Festival de Teatro Clásico. Ni un sentido memorial a los que este año han dejado el mundo de los vivos para alcanzar la eternidad, con una clara protagonista por su reciente fallecimiento, Lina Morgan.
Premiados y entregadores
Una gala atractiva, divertida, entretenida y que reúne a lo mejor del panorama nacional cuando lo que se mide, dentro del mundo de las artes escénicas, es el teatro. Y aunque tanto entregadores como premiados son reconocibles por cualquier espectador que guste y apueste por las representaciones teatrales como alimento cultural, e igual de relevantes, lo cierto es que el culmen de emoción en la gala siempre se alcanza con el premio Emérita Augusta, por el significado que arrastra el galardón. Este año llevaba grabado el nombre de José Sacristán.
«Hay que reinventarse», señalaba Jesús Cimarro en la presentación de la gala, sin dar mucho más detalle. Una frase que quedaba en el aire y que anoche cobró más que sentido en la capital autonómica. Y seguro, si hay, en la siguiente.
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