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En esta cruz de San Sebastián se detenía San Pedro de Alcántara al ir a ver a Santa Teresa. :: E.R.
Subiendo la calle Cojona
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Subiendo la calle Cojona

Torrejoncillo, nombres sensatos y más footing que industria

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 15 de mayo 2014, 07:53

De Torrejoncillo se habla con respeto. Uno menta esta localidad ante personas mayores y las caras se iluminan tanto como si a uno de 40 le mencionan 'El Corte Inglés'. En Extremadura, Torrejoncillo y 'El Corte Inglés' evocan el tiempo de la felicidad, cuando uno era joven e iba a comprarse los primeros zapatos, las joyas de la boda, un equipo de alta fidelidad o unas zapatillas con airbag. Comprar siempre ha sido divertido y en ese punto, estos dos nombres trascienden lo real y significan más que un lugar, más que un comercio.

Hace 60 años, en Torrejoncillo había 500 zapateros, 30 orfebres, una legión de pañeros e infinidad de alfareros. Hoy queda un zapatero, Alejandro, tres orfebres (Marce, César y Antage), un pañero llamado Pedro y tres alfareros: los tres se llaman Antonio y los tres se apellidan Moreno.

El padre de una de esas sagas de alfareros, los Moreno León, inventó un horno llamado el Fogón de Daniel. Es conocido por doquier, se exporta con éxito y hasta Imanol Arias y Juan Echanove lo alabaron en aquel programa en el que iban por España comiendo y conociendo. Además, Cándido, Arroyo y Leandra elaboran dulces. Hay dos secaderos de jamones (Rodilla y Ángel Gil) y lo que ya no quedan son jaboneras ni fábricas de gaseosa.

En los tiempos en que Torrejoncillo tenía 5.500 habitantes (hoy son 3.200), había en el pueblo cuatro cines. Donde hoy está muebles Galán, había un teatro de estilo neoclásico con mil butacas por el que pasaron Antonio Molina, Rafael Farina y Lola Flores. Se llamaba Lasi en honor a su dueño, Laureano Simón, uno de los terratenientes más fuertes de Extremadura. De aquellos tiempos se conserva el cine España, aunque en estado ruinoso.

Pero dejemos a un lado ese esplendor pasado que obliga a decir Torrejoncillo con respeto. Entremos en el pueblo y asombrémonos con el presente. Destacan a primera vista dos detalles: uno es el entramado urbano de judería, el otro, las cuestas suaves, pero continuas, que han formado una legión de corredores en esta localidad donde el cross urbano es afición primera. En esa trama de calles y callejas, hay muchas casas marcadas. Unas tienen las señales de la masonería, otras, la estrella de David de los judíos. Luego están los nombres sensatos de las calles. Una en cuesta se llama calle Cojona. Dos calles de tamaño pequeño reciben el nombre de Chica y Corta y otra, donde hay un caño para refrescar el gaznate, tiene el sabio nombre de calle de la Fuente de Beber.

En Torrejoncillo no se andan con zarandajas ni complicaciones a la hora de bautizar. Será por eso que dos de los tres alcaldes de la democracia tienen nombres inolvidables: don Moisés Leví Paniagua, actual alcalde del PP, y don Críspulo Manibardo, que lo fue del PSOE.

En el centro del entramado medieval y hebreo, una cruz de lata señala el punto donde nació Torrejoncillo. A partir de ahí, se expandió el pueblo y si se mira a los tejados, enseguida se repara en dos particularidades que caracterizan las casas: unas chimeneas descomunales y unos formidables depósitos de agua.

En el barrio de San Sebastián, hay un rincón rústico, tradicional y legendario. Se trata de la cruz de San Sebastián, donde, reza la leyenda, se sentaba San Pedro de Alcántara a descansar cuando caminaba desde El Palancar hasta Ávila con la intención de visitar a Santa Teresa de Jesús. Pero hay más cruces, una en cada entrada del pueblo. Dicen en Torrejoncillo que los atletas entrenan pasando por las cuatro cruces y subiendo por las barreras y cuestas. Y aseguran que hay tanto corredor como antes había industriales. A cientos.

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