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Jóvenes gimnastas, en la plaza de España de Mérida.
El único vegetariano

El único vegetariano

La capital extremeña es una ciudad donde pasan muchas cosas, pero se disimulan

J. R. Alonso de la Torre

Miércoles, 11 de junio 2014, 08:26

No patinar, no montar en bici y no jugar a la pelota. No lo canta Serrat, lo avisa un cartel muy feo situado en una esquina de la plaza de España de Mérida. Como no uso pelota, bici ni patines, me atreví a entrar, me senté un velador y me tomé un café con hielo. Enseguida, los ojos se me fueron hacia un lateral de la plaza. Un grupo de chicas burlaban las prohibiciones practicando una disciplina legal: gimnasia rítmica. Dibujaban escorzos en el aire, lanzaban mazas, componían figuras en grupo Nunca había visto nada tan bello en ninguna plaza y el descubrimiento confirmó lo que vengo sosteniendo desde hace tiempo: Mérida tiene una vida oculta de la que no presume.

En Mérida pasan cosas, pero se disimulan. Me lo explicaba una noche Ceferino López, fotógrafo y galerista, en su sala-ruina-aventura Chapatondo: «En Mérida no queremos deslumbrar, no somos glamurosos, sobrevivimos sin darnos importancia. En Mérida, vamos de normales». Pero no es normal tomar café en una plaza mecido por la gracilidad de doce gimnastas.

La plaza de España de Mérida no es la más bonita de Extremadura, pero tiene una ventaja sobre las demás: todo el mundo pasa por allí. Ha sufrido el cambio natural que se ha dado en casi todas las plazas mayores extremeñas: antes era comercial y ahora es una gran terraza de bar. Desde la mía, sin levantarme, que no estaba la sobremesa para muchos esfuerzos, conté, a ojo, 14 cafés, pubs y pizzerías.

En el cartel avisador no prohibía comer bocadillos, pero una vez me tomé uno de chorizo en un banco de la plaza y por poco me echan de la ciudad. Fue hace once años, en Semana Santa. Cada atardecer, de domingo a domingo, me iba a ver una procesión y luego lo contaba en el periódico. O cenabas bocatas o te arruinabas. Mientras esperaba el cortejo de nazarenos, pasó un matrimonio y se escandalizó a voces: «¡Vaya turista de pacotilla, comiendo bocadillos. Así ya se puede viajar, pero no dejan en Mérida ni un duro!». Me miró la gente, casi todos chasquearon la lengua y muchos menearon la cabeza perdonándome la vida. Acabé la cena al estilo pavo: engullendo el pan y el chorizo sin masticar.

Desde ese bocata, siempre que como en Mérida voy de mantel. No quiero pasar más vergüenza. La tarde de la gimnasia rítmica acababa de comer en el que, según su dueño, es el único restaurante vegetariano de Extremadura. Se llama Shangri-La y está en Sagasta, una de esas calles de Mérida que van del teatro a la plaza y de la plaza al teatro.

Últimamente tiro mucho hacia lo vegetariano. No es por ideología, sino por placer: me divierten más los vegetales que las carnes. Las verduras tienen más matices, más sabores. La carne es más aburrida. El problema es que en Extremadura solo hay este restaurante vegetariano. Aquí parece que la verdura y la ecología solo son para hippies solidarios. Y ya sea comprando ecológico o comiendo vegetariano, la oferta es mínima y no suele cuidarse mucho el envoltorio. No puede ser así: el entorno, el servicio y el producto deben tener la misma calidad y cuidado ya sea un kilo de eco-rabanitos que un kilo de manzanas gigantes sulfatadas y enceradas, ya sea un seitán con verduras que un solomillo de retinto con salsa de trufas.

Esta vez, no hubo fallo. En el único vegetariano de Extremadura comí de maravilla. Tomé una lasaña de pisto para chuparse los dedos y unos burritos deliciosos. Ismael, el jefe, es un maitre honrado, de esos que te recomiendan pedir menos platos porque no vas a poder con tanto. Con la bebida, dos personas: 23 euros.

El único restaurante vegetariano de la región lo abrió hace cuatro años una chica catalana, pero se ennovió con un gallego y se fue a abrir otro vegetariano en Ourense. Ismael se quedó con el negocio y le va bien. Otros restaurantes semejantes cerraron en otras ciudades extremeñas. En Mérida, no. Ya digo, en Mérida pasan cosas, pero se disimulan.

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