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¿Qué ha pasado hoy, 30 de marzo, en Extremadura?
Aficionados colombianos en el Manhattan 13 de Cáceres. :: m.n.
Nos queda Colombia
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Nos queda Colombia

La hinchada amarilla festeja sus goles en un bar ecuatoriano

J. R. Alonso de la Torre

Viernes, 27 de junio 2014, 08:06

¡Goooooool! El grito sonó como un disparo y me pilló por sorpresa: esa tarde no jugaba España. Salí a la calle y debajo de casa, en un bar escondido en una especie de túnel, distinguí a medio centenar de jóvenes vestidos con camisetas amarillas. Me acerqué y descubrí la razón de aquel grito inesperado: Colombia acababa de marcar un gol. Aquel día, España aún podía clasificarse para la siguiente ronda del mundial y la fiesta colombiana me pareció una curiosidad más del planeta fútbol. Hoy, con mi selección natural de vuelta en casa, me he aferrado a las fiestas futbolísticas del bar de abajo. Solo me queda Colombia.

Vivo en un barrio muy sudamericano, que dedica sus calles a caudillos de la conquista como Cuauhtemoc, Atahualpa o Caupolicán. Cuando tengo que explicar dónde vivo, simplifico: «Por el indio». Me refiero así a la estatua de Moctezuma que da nombre a mi barrio. Cerca de casa, hay 14 calles dedicadas a otros tantos países hispanoamericanos. Una de ellas se llama Colombia y es tan cacereña que tiene dos churrerías. Es natural que sea este barrio el escogido por la hinchada amarilla para ver los partidos de su selección.

Se reúne en un bar llamado Manhattan 13, que tiene la gracia de que su propietario, Luis, es ecuatoriano. El martes, al poco de que la selección española aterrizara en Barajas, bajé al Manhattan dispuesto a ver cómo Colombia aplastaba a Japón y se coronaba primera de grupo. Llegué media hora antes para coger sitio y pillé el último taburete.

«Llevábamos 16 años sin ir al Mundial. En otra ocasión pasamos a octavos. Pero nunca habíamos sido primeros de grupo», resume Óscar la historia futbolística colombiana. Óscar parece un muchacho de 18, pero las apariencias engañan. Tiene 27 años, es de Cali, es licenciado en Medicina y hace el MIR, especializándose como anestesista en el hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. Agarra a una chica de la mano: es Diana, 26 años, también de Cali, también médico, aunque ella se especializa en Radiología. «Venimos siempre a ver los partidos aquí porque nos juntamos con los colombianos de Cáceres y ponen comida de nuestra tierra», explican.

Ya ha comenzado el partido y lamento no haberme puesto algo amarillo. Desentono, pero me aceptan. Colombia es un equipo muy práctico. No domina ni brilla, pero es eficaz. Una llegada al área y penalti. «Que le pegue Cuadrado, vamos Cuadrado», ruega la grada del Manhattan. Y va Cuadrado, le pega y marca.

¡Gooooool! Suenan bocinas, pitos y sirenas. Tremola una bandera multiusos: la agita Luis, el dueño del bar. Es una bandera ecuatoriana, pero da la casualidad de que las banderas de Ecuador y Colombia son iguales, solo las diferencia el escudo y Luis la utiliza para festejar los goles de su país y también los de Colombia.

El pueblo de Luis tiene nombre de añoranza: Portoviejo. «Me fui de allí hace 14 años porque la situación era complicada. Mi mujer, Laly, encontró un empleo en Cáceres. Yo empecé trabajando de camarero en el Womad, después llevé varios bares, puse quioscos de helados y de pizzas y ahora me he quedado con el Manhattan 13», relata su peripecia.

Tienen cinco hijos, de los que cuatro ayudan en el bar. Laly sale de la cocina y nos invita a empanadas colombianas con ají picante. Mañana juega Ecuador y las preparará ecuatorianas. Las de Colombia son de harina de maíz, las de su país, de harina de trigo. Las que me sirve llevan patata y carne de ternera. Las ecuatorianas, carne de cerdo y plátano macho. «También preparo cebiche y los domingos, paella, que me sale muy buena», detalla animada.

En este ambiente de fiesta, goles y empanadas, es fácil «torcer» por Colombia. Pero no soy el único «chaquetero». Esther, una octogenaria del barrio, no se pierde un partido de los amarillos. Grita: «¡Colombia!» entusiasmada mientras los «nuestros» ganan ya 4 a 1. Mañana sábado, a las diez, jugamos contra Uruguay. Me vestiré de amarillo y probaré el cebiche.

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