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J. R. Alonso de la Torre
Lunes, 30 de junio 2014, 08:25
Fátima es frutera de raza. «Tengo melocotones gordos, buenos y amarillos», pregona. Los dos primeros adjetivos son previsibles, el tercero es información. Los primeros melocotones de la temporada son los rojos. Luego llegan los buenos, los amarillos. Y Fátima, que ya hemos dicho que es frutera de raza, ha comprado con su marido, Raúl, nada menos que 22.000 kilos de esos melocotones en Lobón. Por la mañana los trajeron recién cortados, por la tarde los está vendiendo y por la madrugada llevarán un palé a Mercasalamanca.
Fátima es frutera de raza porque lleva 21 años en el negocio, porque es hija y esposa de frutero, porque tiene un camión y dos furgones rotulados con su mayor ilusión: «Frutas y verduras González Pulido», porque tiene tres fruterías y un almacén al por mayor y porque no solo vende, también explica.
Para empezar, desmonta en un momento el timo de la picota. Porque desde hace un mes, muchas fruterías cometen el dislate de anunciar en sus escaparates cajas de cerezas picota y resulta que hasta el pasado lunes no se empezaron a cosechar las primeras y hasta este lunes no se generalizarán en las fruterías extremeñas.
«La cereza que había últimamente era la lapins, que es muy gorda y muy buena, pero no es picota, aunque algunos le quiten el rabo y como no sangra, la vendan por picota», explica Fátima medio pedagógica, medio indignada ante tanta ignorancia cerecera. «La picota empieza a finales de junio y se recoge hasta principios de agosto, dependiendo de si viene el granizo y de otras condiciones climatológicas», marca Fátima las fechas de la cosecha.
Pausa. Entra un deportista a por cuatro plátanos. Entra una hija a por una caja de cerezas para su madre. Un caballero se lleva aguacates para el guacamole y un señor sediento solo quiere agua.
Proseguimos. En casa de Fátima, el calendario y la geografía vienen marcados por las cosechas. Es el caso del tomate: si es invierno cerrado, viene de Almería; si se asoma la primavera, llega de Málaga; al acercarse el verano, lo trae de Los Palacios, en Sevilla, y al entrar los calores, ya es el del terreno, o sea, de La Codosera, de Miajadas y de Montijo.
El calendario anuncia que ya está ahí julio y con él, el tiempo dorado de la fruta extremeña. Fátima la llama la fruta del terreno. No solo es la picota la que rompe ahora tersa y fresca en los paladares, sino también la ciruela, la nectarina, el melocotón, el albarillo, la paraguaya. Y enseguida, los melones y las sandías. del terreno.
Aunque la fruta que más llama la atención y más conversaciones protagoniza es la cereza. Hay una leyenda urbana que reza así: «Las cerezas gordas se las llevan a Madrid y en Extremadura se quedan las chicas». Fátima desmonta también esa creencia popular: «Eso no es verdad. Nosotros compramos toda la producción a un particular y también compramos en cooperativas y traemos la misma cereza que va a Madrid. La diferencia es que allí, una buena picota de calibre 28-30 sale a 10 euros el kilo y aquí la vendemos a 2,99». ¡El céntimo del frutero! Todo a 99, que al cliente le gusta lo que no llega a dos, ni a tres ni a cuatro, aunque sea por poco.
Otro comentario general versa sobre la cereza callejera, tan barata y, para quien la compra, tan buena. «Esa cereza es del estrío. Son más blandas o con hijos. Si echas dos kilos en una bolsa, llegan aplastadas y hechas líquido. Son las cerezas que sobran y las venden muy baratas en los almacenes y las cooperativas», detalla Fátima. Después acarrea cajas, coloca kiwis, dispone manzanas y pregona lo mejor: «Melocotones gordos, buenos y amarillos. Dos kilos: 1,99».
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