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¿Qué ha pasado hoy, 16 de abril, en Extremadura?
En el Multiusos de Cáceres siempre se sigue gritando «Negro, negro, negro, maricón». :: HOY
Vivir en la avenida Marica
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Vivir en la avenida Marica

El lenguaje coloquial está lleno de expresiones homofóbicas

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 1 de julio 2014, 08:35

Se ha montado un gran escándalo porque un funcionario ha escrito en un formulario que un profesor vivía en la avenida Marica. Como el profesor es homosexual, el caso se ha presentado como un flagrante caso de homofobia. ¡Ah!, ¿pero no sabían ustedes que esa homofobia es lo habitual? En Cáceres, y supongo que en Almendralejo, en Botija y en Helechosa de los Montes, el lenguaje coloquial está lleno de expresiones homofóbicas y los chistes y gracietas sobre el tema, o sea, sobre maricas, son muy comunes. Hemos cambiado un poco en la superficie, pero el fondo de armario casposo, grosero y machorro es difícil de borrar.

Esta temporada no lo sé porque he ido solo a un partido, pero en las anteriores, en el pabellón Multiusos de Cáceres se seguía escuchando lo de: «Negro, negro, negro, maricón» como canto favorito de una parte de la afición para despreciar al pívot americano del equipo contrario. Se trata de un grito histórico cacereño. Data de cuando subimos a la ACB y éramos quizás el único equipo sin jugadores negros. Nuestro pívot, Jiri Okac, era rubio y muy blanco.

¿Se imaginan qué sucedería si en el Palau o el Bernabéu se gritara lo de negro, negro, negro, maricón? Temblarían los cimientos del deporte. Aquí se grita y parece normal. Es más, se considera un eslogan tradicional e histórico que a nadie debería ofender.

Los domingos voy a ver al Cacereño y en las gradas del Príncipe Felipe hay aficionados que siguen manteniendo la clásica gradación de insultos al árbitro: es cabrón si no pita una falta y maricón si deja de señalar un penalti a favor. Si nos anula un gol, entonces ya es hijo de puta.

En Cáceres y en Badajoz, en las capitales y en la provincia, las fruslerías son mariconadas y los flojos son mariquitas. Recuerdo que una vez me comentaron que se decía de mí que era marica porque escribía con metáforas (sic). Me pareció fascinante esa relación entre retórica y sexualidad.

Cuando alguien metafórico entra en un bar o en una oficina, aún vuelan sonrisas de esquina a esquina y en voz baja se hacen chistes y se manejan desprecios. En algo hemos avanzado: se hace en voz baja lo que antes se voceaba para humillar y dejar claro quién era más hombre. Lo que tiene de particular lo de la avenida Marica es que ha supuesto un viaje al pasado, es decir, no se ha disimulado la homofobia, ya sea como broma estúpida, ya sea como vejación consciente.

Nadie en público defenderá este caso. Pero en privado se sigue manteniendo la teoría de que la mafia gay va a acabar con la libertad, que ya no se puede ni hacer un chiste y que a este paso no se va a poder hablar de nada.

Tampoco nos vamos a rasgar las vestiduras. En algunas cosas hemos evolucionado. No hace mucho, en Cáceres, teníamos un bar conocido por todos como el bar del Marica o, directamente, El Marica. Ahora esos bares son de ambiente. Pero falta normalidad. Es difícil encontrar a quien no sonría componiendo un rictus de «tú ya sabes» tras referirse a un bar de música, estética y clientela gay. Algo que nunca se hará tras referirse a un bar de futboleros, de funcionarios o de ganaderos, que los hay y todos tienen un estilo, una estética y una parroquia muy particular y muy poco metafórica.

Supongo que si el funcionario ocurrente es sancionado, perderán fuelle los valentones que aún presumen de ser homófobos a voces porque a ellos «no los calla nadie, y menos la internacional rosa». Pero no se trata de ser respetuosos por miedo, sino por convicción. Solo así llegará un día en que la normalidad sea tan evidente que lo de la avenida Marica podrá ser considerado una broma. Hoy es una humillación.

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