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¿Qué ha pasado hoy, 17 de abril, en Extremadura?
Plato con ración de gambas blancas de Huelva servido a orillas del río Ardila. :: E.R.
Las gambas del Ardila
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Las gambas del Ardila

En una antigua hacienda cercana a Jerez dan de comer con gracia

J. R. Alonso de la Torre

Sábado, 12 de julio 2014, 09:29

Saben a yodo, a mar, a bahía... Son blancas y de lo mejor que he probado en gambas. Llegan a la mesa en abundancia, te cobran por ellas 12 euros y reposan sobre lechuga y medio limón. Son las gambas del Ardila, sí, del río Ardila, que pasa cerca de Jerez de los Caballeros y se dirige después camino de Portugal para hacer frontera por la zona de Barrancos.

En realidad, son crustáceos de Huelva de toda la vida, pero los sirven a las orillas del río Ardila, en la cafetería restaurante de la Hacienda Arroyo La Plata, un hotel rural y situado entre Jerez y La Bazana.

El lugar merece la pena por aislado, por silencioso, por verde, por el río y por las gambas. El Arroyo La Plata tiene una terraza al aire libre, bajo una carpa, donde se disfruta mucho en las noches de verano. Tiene cosas de restaurante castizo: las sillas y las mesas son publicitarias, te encienden la televisión, hasta entonces apagada, nada más sentarte y todos los postres llegan a la mesa rodeados de una buena dosis de sucedáneo de nata, no vaya a ser que alguien se ofenda por escatimar.

Eso sí, también disfrutas de las ventajas de los lugares básicos, sin bobadas, como que los camareros no te estén mareando todo el tiempo con preguntas retóricas del tipo: "¿Está todo a gusto de los señores... Les gusta lo que están comiendo...?". Aquí, los camareros son simpáticos porque lo son, te preguntan lo importante, reaccionan inmediatamente ante tus respuestas y son infalibles con los trucos como colocar una chapa bajo la pata de una mesa que cojea.

También cojea la literatura en las servilletas del Arroyo La Plata, "un lugar para ser y estar", y en la frase que encabeza su tríptico publicitario: "En un marco incomparable...". Pero caramba, ¿a qué hemos venido hasta aquí, a hacer académicos comentarios de texto o a comer? ¿A comer, no...? ¡Pues comamos!

En la carta de raciones, aparece un pan de bodega de salmorejo con bacalao, carne mechada o salmón con crema de queso que, en principio, mosquea. Porque eso del pan de bodega suena a cuento chino. ¡Pero... sorpresa, no lo es! Desconozco si el pan es de bodega, de tahona centenaria o de horno de leña, lo único que puedo asegurar es que nunca he comido unas "tostas" (sin tostar) tan ricas.

Se trata, en fin, de unas rebanadas de hogaza de 25 por 10 centímetros bien untadas de salmorejo y coronadas por lascas de carne riquísima o láminas generosas de salmón ahumado (5.50 euros). Lo dicho, una delicia imprescindible.

Pero sigamos comiendo porque la ración de jamón ibérico de Jerez (12) es abundante y de primera, con un regusto casi dulce que impresiona. Sirven unas bandejas soberbias de puntillitas, cazón adobado y langostinos (10.50) con las que cenan tres y hay carne a la brasa con picadillo (8), solomillo (11), pluma (11) o presa (12), todo ibérico, todo a la plancha. El bacalao lo preparan rebozado (9), dorado (8) o sobre pisto templado (7.5) y tienen croquetas caseras (8) y unas patatas "aliñás" (5.5) con salmorejo y huevo duro, presentadas en forma de flan, que entran bien si completas su aliño con aceite de oliva virgen.

Las raciones son espectaculares y conviene no emocionarse e ir pidiendo según se va comiendo. Las tartas caseras, de galleta, de manzana, etcétera, tienen la mejor relación calidad precio de la Península Ibérica: 1.50 euros e incluyen la generosa alegría del chantilly. Las cañas, las infusiones y el café a un euro mantienen los precios anticrisis y si sumas las vistas sobre la vega del Ardila y la brisa que llega de los campos de maíz, ¿para qué quieres más?

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