Borrar
Los extractores de pringue y sangre actuaban siempre a la hora de la siesta. :: HOY
La mítica leona de los 70
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

La mítica leona de los 70

Hace 40 años, sacapringues y serpientes habrían llenado esta página

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 21 de julio 2014, 08:06

¿Se acuerdan de la leona? Si tienen más de 40 años, seguro que sí. En Extremadura, si hablamos de leones, tigres o guepardos, uno piensa en tierras remotas, pero si mencionamos a la leona, no nos vamos tan lejos y nos viene a la cabeza un felino misterioso que aparecía cada verano por Extremadura. Quizás fuera un mito, pero si repasan ustedes las hemerotecas de finales de los 60, principios de los 70, verán cómo los periódicos de la región se hacían eco de aquella leona, que tenía el don de la ubicuidad: un día se aparecía en Torrejoncillo y al otro, en Zahínos.

La leona era una serpiente de verano que salvaba los suplementos estivales de los periódicos. Después estaba la serpiente auténtica, que también daba sustos solo durante el verano, y, si sumabas todas las descripciones hechas por quienes la veían, debía de ser el monstruo más completos de la historia del terror: mitrad dragón, mitad salamanquesa; mitad cobra, mitad víbora; un poco lagartija y un mucho tiranosarius rex. Como comprenderán, aquellas sí que eran serpientes informativas de verano y no la coleta de Pablo Iglesias. En caso de duda, hagamos una prueba: titulemos «La leona ha sido vista en Aceuchal» y «La coleta de Pablo Iglesias ha sido vista en Aceuchal» y a ver qué es más visto, comentado y compartido en hoy.es.

Qué pena no haber escrito estas contraportadas en los años 70. Me veo acechando en las curvas de las carreteras locales y en los cruces de caminos de las dehesas a la espera de la gran exclusiva universal, que haría reventar las redes sociales y los trending topic: «Descubrimos a la leona yendo de Cachorrilla a Pescueza».

Si me hubiera tocado escribir últimas en los años 60-70, no habría tenido más remedio que echarme a la calle a buscar sacapringues y chupasangres. Los primeros mataban a los niños y les sacaban la manteca con no se sabe bien qué fines. La única pista para buscarlos era que llevaban una maleta. Lo de los chupasangres estaba más elaborado. También llevaban una maleta, se supone que hermética, donde guardaban la sangre y los ojos que les extraían a los niños. Se entiende que la sangre era para hacer transfusiones, ¿pero para qué querrían los ojos? La búsqueda de los chupasangres era más sencilla porque las madres nos proporcionaban una pista definitiva: eran hombres disfrazados de monja, viajaban con la maleta y, al montar en el autobús, se les subía el hábito y los delataban los pantalones.

Resulta significativo, 50 años después porque entonces no nos llamaba la atención, que los extractores de pringue y sangre actuaran siempre a la hora de la siesta. A esa hora, atacaban también unos piojinos que caían del sol y horadaban las cabezas de los niños hasta comérselas por entero.

Todos estos monstruos diabólicos eran retratados por nuestras madres durante el postre. Si ese día estaban relajadas y dramatizaban bien, conseguían que durmiéramos la siesta. Otras veces, pasábamos de los monstruos y las madres, expeditivas ellas, aparcaban la literatura y recurrían directamente a la tortura: nos ataban a una silla con la tabla de multiplicar delante para así poder descansar ellas tranquilamente.

Sorprende comprobar cómo los niños extremeños de los 60-70 hemos crecido sin traumas graves. Crecer en un entorno veraniego de leonas, serpientes, sacapringues, chupasangres, piojinos perforadores y torturas maternales debería habernos destrozado psicológicamente para los restos. Pero no, ya ven, en vez de sufrir psicopatologías, lamentamos que todo eso se haya acabado. Porque sean sinceros, qué prefieren: leer sobre Kiko Rivera o sobre un chupasangre vestido de monja.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy La mítica leona de los 70