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¿Qué ha pasado hoy, 1 de abril, en Extremadura?
Medio millón de extremeños consultaron la guía en 2013.
El teléfono de la Patro Putina

El teléfono de la Patro Putina

Los extremeños consultamos siete millones de veces la guía

J. R. Alonso de la Torre

Viernes, 24 de octubre 2014, 08:36

Medio millón de extremeños usaron la guía telefónica durante el año 2013. Así lo recoge una encuesta de la empresa GFK. La guía, ese libraco grande, que antes era tan consustancial con los hogares decentes como la Biblia y la enciclopedia, parecía un residuo de otros tiempos, pero no: el 44% de los españoles mayores de 15 años la utilizamos el año pasado. Los extremeños superamos ese porcentaje: llegamos al 60%. Lo cual no sé si es bueno o malo para la guía por esa tendencia que tenemos por aquí a destacar en lo anticuado y renquear en lo moderno.

Si miro a mi izquierda, descubro en una estantería varias guías telefónicas. Son como un fetiche. Me cuesta tirarlas. He de reconocer que no las uso nunca, pero si no las tuviera, me sentiría tan desnudo como si saliera de casa sin el pañuelo de hilo, que tampoco uso jamás.

La primera guía telefónica que recuerdo era una artesanal que hacía mi abuelo Pedro en Ceclavín. Entre él y mi tía Consuelo llevaban la central telefónica del pueblo. Entonces no se marcaban los números y nadie se los sabía. Los abonados llamaban a la central, mi abuelo los atendía, ellos le pedían que los pusiera con El Pelillo, con Clavija, con Félix Ranchero o con la Patro Putina y mi abuelo, que se sabía los números de memoria, conectaba a unos con otros.

Los fines de semana que íbamos a verlo, me dejaba atender el teléfono mientras él se iba a la cocina a tomarse un chato de pitarra mojando pan en el vino. Si alguien llamaba y me pedía conexión con Juan Canchalá o con Perico el Tomate, yo tenía que buscar el mote en la guía de mi abuelo por la C o por la T y enganchaba la clavija pareada en el agujero pertinente.

Aquella guía de apodos estaba escrita en unos folios color limón. Por eso presumo a veces de que mi abuelo inventó las páginas amarillas. Hubo, posteriormente, otra guía telefónica de motes que tenían los vecinos de Cedillo. Fue muy famosa. Llegó a salir en Interviú y en el Telediario. Pero el honor de hacer la primera guía extremeña de motes es de mi abuelo Pedro.

Las guías canónicas, las de letra menuda, me fueron muy útiles cuando empecé a escribir en los periódicos. En Galicia tenía las de las cuatro provincias de la región y, cuando estaba huérfano de reportajes, echaba mano de las guías y me montaba historias como entrevistar a todos los Fraga de Vilalba, descubrir a los carteros que aún repartían el correo a caballo o buscar los bares con nombres más curiosos. Aquellos reportajes-guía llegaron a tener cierta fama hasta el punto de que el decano de Xornalismo de Santiago de Compostela, Xosé López, me llevó a su facultad para que explicara a los alumnos cómo sacarle partido periodístico a una guía de teléfonos en papel, algo mucho más difícil que sacarle partido a Internet.

A partir de los 45 años, la guía telefónica ha sido para muchas generaciones el indicador de una tara que a todos nos llega y de la que nadie te informa hasta que la tienes encima: la presbicia. Un buen día, eras incapaz de buscar un teléfono en la guía y, a partir de ese momento y para siempre, las gafas de cerca te acompañaban a todos lados.

Es natural que le tenga cariño a la guías telefónicas y que sea incapaz de tirarlas. Reposan junto a la colección de cómics de Astérix, entre las tazas de macao y un almirez dorado heredado de algún antepasado.

El año pasado, los extremeños consultamos la guía telefónica en papel más de siete millones de veces (7'2). Ahora, también se puede consultar descargándola directamente en el ordenador. Pero no es lo mismo: en PDF, ni te avisa de la presbicia, ni te inspira para hacer reportajes ni viene el número de la Patro Putina, que no se llamaba así por ninguna hazaña inconfesable, sino porque era hija del Putín, que en portugués significa niño pequeño. Eso no venía en la guía. Eso me lo contó mi abuelo.

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