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J. R. Alonso de la Torre
Lunes, 27 de octubre 2014, 08:32
En Portaje, a tomar los vinos lo llaman tomar las once. Y en Oñati (Guipúzcoa), también, no en vano fueron muchos los portajeños que se marcharon para allá en los años 60. Portaje es un pueblecito situado en la carretera de Coria a Ceclavín. Forma parte de una ruta de tres localidades, Portaje, Cachorrilla y Pescueza, que la gente del Alagón dice de carrerilla por sus nombres sonoros, por su gracia, porque son caseríos bonitos que caen bien.
En uno de ellos, Pescueza, celebran el festival de rock más pequeño del mundo, El Festivalino. En otro, Cachorrilla, están los canchos más bonitos del mundo, los Canchos de Ramiro. Y en el tercero, Portaje, están los niños más listos del mundo. En Portaje, durante muchos años, tuvieron a cuatro maestros casados entre sí, doña Emilia y don Blas, doña Ignacia y don Alejo, que formaban tan bien a los chiquillos que, cuando venían a Cáceres a los exámenes, realizaban proezas escolares tan prodigiosas como recitar de memoria todos los partidos judiciales de la provincia. En Cáceres creían que los niños de Portaje eran superdotados, pero solo tenían buenos profesores.
Esta carretera de los tres pueblos, sobre todo Portaje y Pescueza, es conocida también como la ruta de los maestros porque se cuentan más de cien dedicados al sacrificado y gratificante menester del magisterio. Eladia es una de esas maestras. Vive en Portaje y viene cada día a Cáceres, donde imparte docencia en el Colegio Público Cervantes. Charlamos con ella en el bar de la piscina, agradable y con buenos pinchos.
Jornaleros
Explica Eladia que Portaje es un pueblo sin diferencias sociales. «Los ricos viven fuera, en Valladolid o en Asturias. Los Sánchez Ferlosio, por ejemplo, tienen buenas fincas en el término municipal. Pero los del pueblo no tenemos tierras. Hemos trabajado siempre de jornaleros y, al no haber señoritos ni grandes fortunas, no había tampoco complejos ni nos humillábamos por ser de diferente clase social. Como dice mi madre, aquí somos pobres, pero no pobrecinos», resume en una frase la esencia de Portaje.
El topónimo del pueblo parece tener un origen casi divino, Puerta del Ángel, y su Virgen se llama del Casar. En 1960, había en Portaje 1.200 vecinos y 50 niños. Hoy quedan 440 habitantes, 14 chavales van a la escuela local y este año han nacido dos criaturas. Entre los 60 y los 70, dos tercios de la población emigraron a Oñati, Alcorcón y Getafe sobre todo.
Este es uno de esos pueblos donde no se notan mucho las nuevas tendencias políticas. Los socialistas ganaban y ganan con holgada mayoría. El alcalde, Carlos, es un joven economista que llevó la contabilidad de los mataderos de Coria y Plasencia hasta que cerraron y cambió el trato con los números por el trato con la carne.
Dibuja el término municipal de Portaje como si fuera el mapa de Italia y el pueblo estaría en Milán. Curiosa comparación para este pueblecito tranquilo y orgulloso del que existe noticia escrita desde 1479, aunque debió de ser fundado unos cien años antes, y que presume de su castro celta de El Zamarril, que data del siglo II antes de Cristo y cuyos restos se conservan junto al río Alagón. De lo que no pueden presumir es de su dehesa boyal, que fue vendida en tiempos y dejó al pueblo como huérfano. Esas decisiones sin sentido marcan la historia moderna de muchos pueblos extremeños.
Pero en Portaje existe un vocablo curioso, abernunciu, que quiere decir que les da igual todo. Así que sin tierras, pero con el abernunciu por bandera, las familias se conjuraron para que sus hijos estudiaran y los fines de semana hay por allí más licenciados que en Salamanca. Lo dicho: pobres, pero no pobrecinos.
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