

Secciones
Servicios
Destacamos
J. R. Alonso de la Torre
Lunes, 22 de diciembre 2014, 07:24
Una duda trascendental me corroe las entrañas: no sé si soy un tipo afortunado o un pobre desgraciado. El caso es que esta Navidad no he tenido ni voy a tener ninguna cena, comida ni copa de empresa, colegas ni amigos. Y no sé qué pensar. Sospecho que se trata de una caso casi único y no crean que me siento diferente ni original. Me siento raro. Peor aún, ¿seré raro?
Hasta Nochebuena, que tendré en casa de mi suegra una cena internacional (el único plato elaborado extremeño es el sopicaldino que ella prepara) con barra libre de tónicas (la ginebra me espanta, efectivamente, soy raro). Y hasta Navidad, que comeré un lomo de Acehúche y un pastelón de Zafra en casa de mi madre, no voy a asistir a ningún evento gastronómico navideño y amoroso. Ni cerveza con los compañeros del gimnasio, ni aperitivo con los socios del club, ni comida con quienes comparto cada jornada laboral, ni merienda con los apostadores de la bonoloto colectiva, ni cena con los amigos del alma. ¡Nada!
Solo tenía programada una comida navideña y hasta la había pagado, pero me tuve que ir antes de que empezara. Aunque era una comida muy de aquella manera. De hecho la llamo comida porque la cosa estaba programada para la hora de comer y porque parece ser que había comida, aunque yo ni la vi ni la caté.
Trabajo en un entorno artístico y mis artistas son muy rigurosos a la hora de crear. Si se trata de dar forma a una propuesta estética, su capacidad de organización me asombra, su manera de encarar la belleza y sus aledaños me entusiasma, su predisposición para sacrificarse, esmerarse y luchar de manera ordenada, eficiente y profesional por acercarse a la perfección, aunque solo sea para rozarla, llega a emocionarme.
Pero acabada la creación y su postproducción, todo lo anterior se esfuma. En fin, son artistas y, por lo tanto, su vida es el arte y el resto, un inconveniente que puede alejarlos de su objetivo fundamental. Así que en cuanto se relajan y pierden la concentración del esteta, se dejan llevar por un lánguido y delicuescente espíritu bohemio en el que las necesidades primarias se convierten en vulgaridades sin gracia, en puro trámite. En resumen, para ellos, el protocolo, las costumbres, las celebraciones consuetudinarias, los eventos, ¡la comida! son distracciones de su empeño vital, actividades secundarias que ni exigen rigor ni precisan de excesiva organización.
Conclusión: la única comida navideña de empresa a la que me apunté costaba cinco euros. ¿Ustedes han asistido alguna vez a una comida de empresa que cueste cinco euros? Pero lo peor no fue eso, sino que eran las cuatro y ni habían llegado todos los comensales ni se sabía que íbamos a comer, a pesar de que el maître insistía en que fuéramos pidiendo para que en la cocina supieran a qué atenerse.
He de reconocer que, a pesar de que por las mesas no se veía ni una gota de alcohol, el ambiente era distendido y agradable, las risas abundaban y, comparando con mis comidas de empresa de otros años y otros colegas, la intensidad de la alegría era la que se alcanza en otros banquetes tras varias cañas, varias copas de vino, varios brindis de cava y un par de combinados.
Allí no hacía falta alcohol para ser felices. Pero sí se necesitaba comer para no desmayarse y yo vi que de un momento a otro me derrumbaría. Además, tenía que escribir, comprar, visitar a mis padres y recoger un paquete. Así que me despedí. Sí, me tuve que ausentar de mi única comida de empresa antes de que empezara y me he quedado sin saber cómo es un banquete navideño de cinco euros.
Así que llegan las comidas familiares, de las que aún no he encontrado la manera de zafarme ni creo que la encuentre, y encaro la batalla del sopilcaldino y el ataque del pastelón de Zafra, con su guarnición de cuñadas y cuñados, inmerso en la misma duda que encabezaba este artículo: soy afortunado o soy un desgraciado.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.