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La hora de la verdad en Acorex

La hora de la verdad en Acorex

Ángel Ortiz

Domingo, 28 de diciembre 2014, 08:15

El pasado 23 de diciembre, pocos minutos después de las diez de la mañana, un ángel pasó por la Asamblea de Extremadura. El parlamento regional cerró el año 2014 con una declaración institucional sobre Acorex, la mayor cooperativa agraria extremeña. El texto fue respaldado por la unanimidad de los grupos. Digo que pasó un ángel porque lo fundamental de su mensaje no se hallaba en lo que expresó -«desde el Parlamento de Extremadura queremos transmitir nuestro apoyo para que Acorex siga siendo una entidad extremeña y conserve la capacidad de decisión con la que ha marcado su destino desde que se constituyera en el año 1985»-, sino en el incómodo, inmenso y atronador silencio de lo que calló. Lo que todo el mundo supo a partir de ese celestial instante fue precisamente aquello que en ningún momento llegó a mencionar la declaración. O sea, eso que suscitó su redacción y posterior respaldo: que Acorex podría desaparecer como cooperativa de segundo grado si sus asociadas acaban -como parece probable- integrándose en otra organización de segundo grado con sede fuera de la región, se llame ésta Dcoop (Andalucía), AN (Navarra) o de cualquier otra manera.

Habrá quien se pregunte cómo los partidos políticos con representación en la Asamblea, sus señorías los diputados y hasta los miembros de la Junta de Extremadura reúnen valor suficiente para protagonizar ejercicios de pose y paseo tan góticos y excelsos. Faltó que, a continuación y para destensar el clima, un espontáneo canturreara desde la última fila de la tribuna de invitados aquello de 'alguien ha matado a alguien'... ¿Imagina el lector que una mañana llega Posada al Congreso de los Diputados y dice que antes de iniciar el pleno del día va a leerse una declaración institucional sobre Telefónica para decir que «desde las Cortes queremos transmitir nuestro apoyo para que siga siendo una compañía española y conserve la capacidad de decisión con la que ha marcado su destino desde que se constituyera en el año 1924»? Pues bien, con la distancia debida, Acorex representa para Extremadura y su futuro muchísimo más que Telefónica para España. Aquí en Mérida se leyó la declaración y Fernando Manzano, presidente de la cámara, pasó a otra cosa mariposa, a la sustancia según dijo: «Una vez aprobada, señorías, la declaración institucional, pasamos a sustanciar el primer punto del orden del día de la sesión plenaria, formado por tres preguntas al presidente del Gobierno de Extremadura. La primera de ellas es la pregunta número 85, formulada por el presidente del Grupo Parlamentario Socialista, señor Fernández Vara, que tiene la palabra». Sospecho que fue entonces cuando pasó un ángel.

En la redacción del periódico no nos quedamos mirando el dedo, sino que apuntamos hacia donde señalaba. Y esta vez sí, a diferencia de días atrás, la cooperativa andaluza Dcoop nos reconoció que tiene interés en hacerse con el control de la actividad y mercado de Acorex. Ha habido, pues, conversaciones entre los gestores de una y otra cooperativa. Como seguramente los habrá habido con otra, AN, fundada en Navarra hace más de cien años. Quiere ello decir que, si nada lo remedia -como vuelve a parecer probable-, a la vuelta de Reyes, más o menos cuando comiencen a concretarse, por ejemplo, los contratos del tomate cara a la próxima campaña, Acorex podría verse inmersa en un caldo de negociaciones que le lleve a decidir con relativa urgencia si se disuelve o no en el ecosistema cooperativo de otra organización mucho más grande que ella. Eso sí, como un azucarillo en café hirviendo.

¿Qué claves conviene recordar de Acorex, de su historia, de su actividad, su identidad y papel en el tejido socioeconómico de la región para entender por qué es relevante la declaración de los partidos en la Asamblea el pasado día 23? Su presente es harto complejo desde un punto de vista económico y empresarial, desde la responsabilidad que implica servir de paraguas para más de 6.000 agricultores, desde la vertiente del oportunista manoseo político al que ha sido sometida desde hace bastantes años, y ahí sigue, por el tamaño que ha adquirido su plantilla directa... Y quizás por encima de todo, porque a fecha de hoy sería difícil explicar qué es Acorex y qué o quiénes representan sus intereses irrenunciables. ¿Acorex son sus cooperativas? ¿Los cooperativistas de sus cooperativas? Patrimonialmente, desde luego. ¿Acorex es la suma de sus activos empresariales? ¿Es la evolución decreciente de su facturación, la dependencia del abundante dinero público que le ha sido drenado desde Avante? ¿Acorex es su director general, su presidente, su consejo rector, su asamblea? ¿Acorex es lo que se pretendió que fuese cuando fue fundada? ¿Qué hace a una cooperativa diferente de cualquier otra empresa, qué hace a un grupo de cooperativas diferente de un holding empresarial compuesto por sociedades anónimas? ¿Las diferencias son solo meros formalismos mercantiles o hay algo más, algo que tiene que ver con valores no necesariamente capitalistas nutridos por el dividendo puro?

Acorex seguramente comenzó a fraguar su delicado momento presente hace varios años, la primera vez que tomó una decisión estratégica, operativa, inversora, profesional de todos modos, en contra de la sensatez, el sentido común y el interés general y legítimo de sus socios. Ocurre que cuando algo así sucede es porque las compensaciones llegan de donde no deberían llegar. Suele ser más fácil, más confortable, más suave. Especialmente para los responsables de la gestión. Se renuncia a la economía social sostenible, en este caso, por la errática economía del endeudamiento y el figureo, del tirar la pelota hacia delante o del creer a ciegas que ese interés político o de otro tipo que una vez ha impuesto su parecer va a estar siempre ahí, haciendo la cobertura hasta cuando las cosas vayan mal. ¡Menudo error! Sobre todo si se usa dinero de otros. Tanto es así que lo normal es que tarde o temprano deba tomarse una decisión como la que se vislumbra al otro lado de la declaración institucional de sus señorías: ¿seguimos siendo autónomos, independientes, extremeños en este caso, seguimos siendo nosotros y para ello nos remangamos, arreglamos nuestros problemas, asumimos responsabilidades y sacrificios? ¿O, por el contrario, nos ponemos en manos de unos señores que, aprovechando nuestra fragilidad, comprarán nuestra autonomía a buen precio, se harán cargo de nuestros problemas y en el corto plazo nos dejarán tranquilos, lejos del dolor del deber cumplido? Lo ideal sería que, fuese cual fuese, la decisión la tomaran los dueños de Acorex, no sus gestores. Los gestores nunca se juegan el mismo riñón que los propietarios... Y desde luego, y puesto que Acorex ni ha nacido ni se ha desarrollado al margen de la política -es la monda esa parte de la declaración del día 23 que dice «desde el más absoluto respeto que han demostrado las instituciones públicas en las decisiones empresariales»-, los partidos, fundamentalmente PP, PSOE e IU, deberían expresar claramente qué harán después de Reyes. Además de ponerse de perfil, nadar, guardar la ropa y mostrar «su voluntad y deseo por mantener la extremeñidad, autonomía y capacidad de decisión de Acorex». Extremadura se juega mucho más en esto que en los viajes a Canarias de Monago, en la residencia del presidente de la Junta, en el cumplimiento del déficit, en la obtención de créditos del FLA o en que Podemos obtenga diputados con llave en las autonómicas de mayo.

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