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Así hemos narrado la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno
Aficionados desahogándose en el Cacereño-San Roque. méndez
«¡Quiero mi jamón!»

«¡Quiero mi jamón!»

En el Príncipe Felipe, 'El Grito' de Munch tiene sonido

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 12 de enero 2015, 07:28

En Cáceres, los domingos futboleros de invierno, hay que ir a Preferencia porque da el sol y los partidos matinales se ven con calorcito. Un lector me invitaba la semana pasada a sentarme en esa grada porque, además de tener sol, también hay más alegría que en Tribuna. Pero no soy capaz porque aún no he superado un trauma infantil.

Cuando era jovencito, no tenía dinero para ir a Tribuna y mitificaba esa grada de la Ciudad Deportiva. En el minuto 85, nos dejaban pasar por ella a los de Preferencia para facilitar la evacuación del campo y esos cinco minutos más el descuento eran para mí lo mejor del partido. En Tribuna, con la visera, los gritos resonaban mejor y los aficionados parecían saber de fútbol mucho más que los de Preferencia. Como ahora tengo 100 euros para sacarme el abono anual de Tribuna, cada vez que voy al campo no solo acudo a un partido, también hago un ejercicio psicoanalítico. Si volviera a Preferencia, seguramente recaería en la frustración.

En Tribuna, hay espectadores muy ancianos que ya eran mayores en la Tribuna de la Ciudad Deportiva allá por los 70. Van al fútbol con bastón. Los hay que llevan mantas para las piernas y casi todos suelen salir diez minutos antes para evitar el tumulto y los empujones. Yo admiro su fidelidad y me encantan sus fijaciones. Hay uno que grita «juera, juera» desde el minuto uno hasta el final. Escucho sus «juera» e intento adivinar la causa, pero no la hallo. Corre el linier la banda y él: «Juera, juera». Llega un balón sin peligro a las manos del portero y él: «Juera, juera». El otro día, intrigado por su monogrito, le pregunté: «¿Pero juera qué?» Y él me dio una lección de filosofía que bebía en el famoso panfleto de Savater: «¡Juera to!».

Hay otro señor mayor también abonado a Tribuna y al monogrito. Su alarido es más agresivo. Él dice: «Joputa». Y lo dice de pronto, sin que haya un destinatario evidente ni una causa flagrante. Grita joputa sin que nadie cometa un penalti discutido ni una agresión descarada. También le pregunté una vez: «¿Pero joputa quién?» Y él me miró como si yo fuera el joputa más ignorante del estadio y me soltó: «¿Qué más da quién? Joputa, joputa y joputa». De lo que se deduce que el fútbol es una suerte de desahogo contra el mundo, una metáfora como 'El Grito' de Munch pero con sonido: «¡Juera! ¡Joputa!».

Además de invitarme a ir a Preferencia, también me han invitado a sentarme en el palco. Y eso sí que me da miedo. Para empezar, soy un demagogo con la infancia marcada por José María García. Tiendo a pensar que todos los que se sientan en los palcos son unos chupópteros y unos correveidiles. Ya me dirán ustedes qué podrán chupar Antonio Martínez Buzo y su hijo, dueños del Cacereño. En tal caso les chupamos a ellos su dinero. Pero habíamos quedado en que soy un demagogo educado por Butanito así que me niego a ir al palco.

Como mi asertividad es lamentable y paso de la agresividad a la sumisión sin detenerme en la firmeza razonable, procuro perderme en la grada para no tener que decir que no al palco. Y he encontrado el escondite perfecto.

Tres temporadas

Hay un señor, de esos que ya eran mayores en la Tribuna de la Ciudad Deportiva, que jura que en la temporada 2010-2011 le tocó un jamón en una rifa del Cacereño. Como no se lo acaban de dar, él lo reclama cada vez que jugamos en casa. Lleva así tres temporadas. Es como el Cholo Simeone, pero en pata negra. Partido a partido, incansable, constante y justiciero, él reclama: «¡Quiero mi jamón!». Los directivos, aterrorizados, no se atreven a aventurarse por la zona del hincha del pernil y yo aprovecho, me siento detrás de él y así evito que me inviten al palco.

Con una Tribuna tan particular y el Cacereño jugando cada vez mejor, es normal que ir al estadio resulte muy entretenido: ganamos y, además, podemos gritar contra las injusticias de la vida: «¡Juera to! ¡Quiero mi jamón! ¡Joputa!».

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